martes, 1 de abril de 2014

Conversación para teatro.

Conversación para Teatro.

Febrero 03, El viaje.
(Casa del Cuervo, en Italia, República de Florencia. En la estancia de la sala, un par de libreros enconados en los cuatro rincones y alrededor rosas marchitas, un lugar suntuoso y artísticamente decorado por una mesa de centro hecha con madera turca y 2 lámparas candelabro elaboradas de bronce que se mesen al costado del sillón principal.)

Cuervo: ¡Alergón, ven ahora mismo!

Alergón: ¿Puedo servirle en algo señor?

Cuervo: Hombre sí, por supuesto. Quiero que vayas al buzón de correspondencia y revises si hay una cartuja para mí. Cualquier pasquín que encuentres, por chico que sea, traémelo.

Alergón: Servido, señor. (Se retira de la sala)

Cuervo: No sé dice servido sino hasta que terminas… En fin.(Dirige su mirada hacia el periódico que estaba en la mesita de centro) ¿Conversación para Teatro? ¿Ilse la actriz que roba corazones? Que extraño... (Se rasca la cabeza y se levanta del sillón, se sirve vino y toma asiento de nuevo). Ilse… por un momento me olvidé de ella ¿Me seguirá amando? Nah, no lo creo, el amor es efímero, fugaz, una tontería, una charada ilógica, un montón de químicos, una ecuación cerebral comprobada matemáticamente… Tengo que llamarle. ¡Alergón, Alergón!

Alergón: Señor.

Cuervo: ¡¿Qué hay en el correo?!

Alergón: Una nota de México, con el siguiente remitente: (Alergón mira la carta y lee con voz alta) Ilse, la loca de Ilse.

Cuervo: (Se levanta del sillón como un tornado, deja la copa en la mesita) ¡Dámela! (Le arrebata la carta a Alergón y destroza el sobre con premura. Guarda silencio mientras lee la carta con asombro, pasa saliva.) Es una invitación…

Alergón: ¿Invitación, señor?

Cuervo: Sí, una invitación a ver la obra de Ilse. Ilse, la loca de Ilse. (Tomando el periódico) ¡Mira, ha salido en el diario! (Alergón lo mira desconcertado). ¡Alergón, que no se hable más, nos vamos a México!

Alergón: Prepararé las maletas, señor.
(El cuervo se deja caer en el sillón, suspira, sonríe, aprieta sus manos y dice en sus adentros: Ilse, mi loquita Ilse.)

Febrero 14, Espiando a Ilse.
(A las afueras de la casa de Ilse. Seis y media de la mañana. Sentados en la calle el Cuervo y Alergón.)

Alergón: Señor, es inmoral espiar a un ser humano. Tiene derecho a la intimidad.

Cuervo: Derecho mis polainas. Ningún ser humano tiene ese derecho desde que se inventó Dios. Pero espera… Nietzche lo mató… bueno, en realidad no es que Nietzche no creyera en Dios, él creía en Dios pero los iniciados creen que Nietzche era ateo y…

Alergón: Señor, de nuevo está divagando e inventando cosas.

Cuervo: Esperemos a que salga Ilse, hay que seguirla.

Alergón: Espero doble paga por esto. Aunque si me lo pregunta, señor…

Cuervo: No, no quiero tu opinión moral. Acabas de quebrarla con los billetes que te ganarás. Calla, escucho las escaleras, aquí viene. (Ambos miran atentos el zaguán, este se abre e Ilse sale arreglada con un pull-over, una falda, medias negras ajustadas y botas oscuras altas). Es ella, Alergón síguela. Te veo a las tres y media en el apartamento. No olvides registrar sus movimientos, no olvides seguir cada uno de sus pasos y se invisible ante sus ojos.

Alergón: Señor, si me permite

Cuervo: (En voz baja) No, no te permito, anda ve, síguela.
(Alergón se retira y sigue discretamente a Ilse. El Cuervo se dirige hacia el apartamento a prepararse para la función de la noche.)



(Ese mismo día a las cuatro  y media, en el apartamento.)

Cuervo: (Recitando un libro de Napolitano de Maples) -¡El horror, qué hermosa fascinación! Se encuentra el miedo en nosotros eterno, enterrado mucho antes de la invención del tiempo. Si así no fuera, ¿cómo podría el hombre entender el tiempo sin haber temido la oscuridad de la noche? ¿A caso no sintió miedo ante cualquier peligro que le deparara el mañana? El miedo ha nacido con la existencia y mucho antes de que existiera el propio cuerpo humano. En verdad, me atrevo a decir que ni si quiera necesita el cuerpo humano porque igual hubiese sido sin él.  Hay miedo en esta polvorienta Tierra que se sacude el polvo humano, un grito que surge desde su núcleo y no puede simplemente callar tanto temor. Los sistemas solares que viven en el abandono de nuestro conocimiento, bajo un resabio de incertidumbre fugaz, sienten todo el tiempo el miedo de ser encontrados por el genio del hombre.  Pero no hay miedo, no hay miedo más profundo y melancólico que el miedo de una profecía.
(Alergón entra en la sala del apartamento)

Alergón: ¿Lo interrumpo señor?

Cuervo: ¡Ah Alergón!  Llegaste, anda siéntate. (El Cuervo da unas palmaditas al asiento contiguo del sillón. Alergón se sienta) Creo que vas algo retrasado y tengo el presentimiento que perdiste el reloj que te regalé el año pasado. Dime, ¿cómo está ella?

Alergón: Nada nuevo. Sin noticias.

Cuervo: ¡Tonterías! Te vas al exilio tanto tiempo y regresas sin noticias.

Alergón: Bueno, hay una, pero definitivamente no querrá escucharla, señor.

Cuervo: Tú sabes que no tengo sentimientos hacía los humanos. Por eso me fui a Italia, a sentir a Italia, no a los humanos.

Alergón: Si insiste… Esta mañana tomé el tren en el Rosario, ya que la señorita Ilse lo hizo también…

Cuervo: ¿El de las siete y media no?

Alergón: Sí. La señorita Ilse parecía calmada, tal vez iba muy a tiempo. (El cuervo asintió con obviedad) Yo estaba en el último vagón. La vi tan fresca como una manzana verde, pero tan perdida en sus pensamientos. Pensé en saludarla: “¿Señorita, me reconoce? ¡Soy su buen amigo Alergón! El que le envío las noche buenas para navidad.” Pero pensé que eso sería muy descortés y preferí hacerme pasar por un completo desconocido. La señorita ni si quiera me miró de lleno, no volteó ni por casualidad a mirar el último vagón. Pobre señorita Ilse, tan perdida en sus pensamientos, tan fresca como una lechuga.

Cuervo: ¿Entonces no hablaste con  ella durante el viaje del tren?

Alergón: Eso mismo dije, señor.

Cuervo: ¡Le hubieras dicho que me conocías, así te hubiera sido más fácil la conversación!

Alergón: Ella bajo a las quince estaciones, en las anegas. Después salió del servicio y pidió un taxi. Yo tomé otro y pedí que le siguieran discretamente. Tendrá que compensarme bien, tuve que dar un extra al conductor.

Cuervo: Sí anda, no te detengas. Sigue.

Alergón: Ella bajó en Plaza las Américas, entró a un restaurante llamado “Portonazo” y allí, pidió mesa para dos.

Cuervo: ¿Qué? (Agitado) ¡¿Para dos?! ¿Mesa para dos?!

Alergón: Mesa para dos.
(El Cuervo pensó unos segundos y pidió a Alergón que continuara).

Alergón: Eran las ocho y media. Esperó sentada bebiendo una taza de café, hasta que llegó un muchacho con una bufanda azul, zapatos negros bien iluminados, un saco negro acomodado y sombrero largo. Una especie de Abraham Lincoln contemporáneo.

Cuervo: ¿Así que a la moda eh?

Alergón: El caballero dejó su traje en el respaldo de la silla. Saludó a Ilse. Ilse no se levantó de su asiento, pero él alcanzó a besar su mano y después su mejilla.

Cuervo: ¡Ah bueno, en la mejilla no está mal! ¿Qué pasó después?

Alergón: No dirá eso cuando terminé de contarle, señor. (El Cuervo distendió la boca y maldijo) Ilse ordenó una sopa de verduras y un corte de carne argentino.

Cuervo: Predecible. Y el supuesto Lincoln ordenó seguramente lo mismo.

Alergón: Básicamente, sí.

Cuervo: ¿Quién será? Creí que estaría libre de todo hombre, pretendiente o lo que fuera.

Alergón: La señorita Ilse lucía triste, de todos modos.

Cuervo: ¿Al grado de parecer que estaba sola?

Alergón: Ese hombre intentó consolarla, trataba de hacer chistes malos, muy malos diría yo.

Cuervo: Ilse no se ríe fácilmente. Predecible. Seguramente su seriedad inmaculada le abstrajo una sonrisa solitaria a ese Lincoln contemporáneo.

Alergón: Acierta nuevamente, señor. La señorita Ilse no río con algún chiste, pero al menos fingió una sonrisa.

Cuervo: Un momento, ¿tú cómo sabes que era fingida?

Alergón: Señor, uno vive mucho de las observaciones. No hay que saber mucho para darse cuenta cuando una mujer no sonríe de verdad. La señorita Ilse dijo estar agradecida con aquel caballero.

Cuervo: ¿Cuál es su nombre?

Alergón: Se llama Howard Philips, no es de nacionalidad mexicana, todo indica que es escoces y que tiene 25 años de edad. Es joven, de test blanca y de barba un poco alargada. De cabello rubio pero no muy largo, le llegaba a poco menos de la mitad del cuello.  Tal parece que se trata de un compañero de la obra donde actuará esta noche, la señorita Ilse.
Cuervo: Así que sí. Un insulso galán quiere tener la atención de Ilse ¡Ja! ¡No tiene idea del problemón en el que se meterá! Nadie puede con las peripecias de la vida cotidiana de Ilse, ni si quiera yo.

Alergón: Al terminar de comer, ella se despidió de él a las afueras de la plaza, en la salida sur, que esquina con la calle Durazo. Ella abordó nuevamente un taxi, pues se negó a ser llevada por el caballero Howard.

Cuervo: Alergón, vuelves a decirle caballero a ese Lincoln y te batiré a golpes.

Alergón: Lo tengo en mente, señor. La señorita Ilse siguió su destino a un club de lectores. No pude ingresar, por cierto. Se requiere una credencial. Ella estuvo ahí dos horas y al salir, volvió a abordar un taxi y esta vez se dirigió a la plaza Bellas Artes y entró en un edificio donde vendían violines.

Cuervo: Nada predecible. Ilse no sabe tocar el violín. ¿Para qué quiere uno? ¡Espera un momento! (Alergón se queda callado y mira detenidamente al Cuervo. Luego intenta hablar, pero es interrumpido) ¡Por ese Lincoln! ¿Verdad?

Alergón: ¿Recuerda que le dije que no le iba a agradar la situación después? Pues ese es el momento. La señorita Ilse compró un violín para… (el cuervo lo mira fijamente) el Lincoln y además pasó a una agencia de viajes que estaba cruzando tres calles llamada “Aerolínea Sombra y Tierra”. Allí compró dos boletos de viaje para…

Cuervo: ¿Dos boletos? ¡Dos boletos!

Alergón: Eso mismo dije, señor. Dos boletos de viaje para Escocia.

Cuervo: ¡Por las barbas de Sócrates! Esto no tiene mucho sentido. ¿Qué pasó después, Alergón?

Alergón: Ella tomó el tren colectivo y regresó a la estación del Rosario. Allí descendió y se dirigió a su apartamento. A partir de entonces, eran las tres y media y bueno, vine lo más rápido posible a informarle las noticias.

Cuervo: (Suspira) Pues creo que ha llegado el momento de encarar a Ilse y decirle que he llegado de Italia.

Alergón: Si me permite señor…

Cuervo: Habla.

Alergón: La señorita Ilse lucía triste. Mi intuición me dice que ella está así porque usted no ha aparecido en escena. Tiene que ir y hablar con ella y no estar jugando al escondite o estarla espiando todo el tiempo. Desde que llegó, solo ha tratado de predecir sus movimientos desde el apartamento.

Cuervo: Sabes demasiado Alergón, sabes demasiado para ser un simple mayordomo.

Febrero 15, La puesta en escena.
(Ocho de la noche. El Cuervo entra a la obra en el Teatro “Los tres Mosqueteros”. Un teatro inmenso con capacidad para 18,000 personas. El Cuervo está en el área preferente, los palcos. Su boleto es una invitación dorada con el sello autentico del Palacio de Bellas Artes.)

Director: ¡Damas y caballeros! ¡Abominaciones y cuervos! Esta noche sus ojos mortales vivarán la experiencia de la obra que ha arrasado en todos los teatros de América, la única obra que es una profecía verdadera, con ustedes… ¡Conversación para Teatro!
(La gente aplaude animadamente, el eco de más de 10,000 palmas hacen retumbar la madera bien acomodada del piso y el inmenso telón carmesí se despliega en cuestión de segundos. Ilse está acostada en una cama vestida de pijama. La escenografía es el dormitorio de Ilse).

Ilse: ¡Ah malditas peripecias de la vida cotidiana! Detesto la vida en sociedad, es una lástima que sea necesaria. Odio a la gente, porque siempre trae consigo más problemas que soluciones (Suena un toquido que llama a la puerta. Ilse se levanta de la cama de golpe.) ¿Pero qué es lo que mis oídos escuchan? ¿Será el cartero, será mi amante el que está bien ciego? ¿Quién llama a la puerta? ¿Quién osa importunar mis reflexiones tan profundas? (Ilse se arroja a la cama, del otro lado de la puerta, una voz grita: Ilse, hija, ya duérmete) Es mi madre. ¡Sí mamá, ya voy! (Ilse se levanta de la cama y se mira al espejo situado en una esquina del cuarto). Mírate, estás hecha una piltrafa, estás hecha una, una mujercita piadosa. A nadie intimidas, tu voz solo suena dentro de tu cabeza.
(Ilse se recuesta de nuevo en la cama, se acobija).
¿Conoceré el amor algún día? Todo lo que hago es vivir encerrada leyendo y perdiendo el tiempo en novelas románticas que no llevan a ningún lado. (Se gira hacia su costado derecho) Bueno, un día conoceré el amor, no lo sé. O tendré que vivir con muchos gatos… Pero amo los gatos, así que mi amor tendrá que gustar de ellos porque yo tendré muchos (Ilse cierra los ojos y tras unos segundos dice en voz taciturna) Aunque los cuervos no están mal, son inteligentes, misteriosos, sí, creo que un cuervo no estaría mal; pero el cuervo no es doméstico, ¿o sí? ¡Ay quién sabe! Me voy a dormir.

Febrero 17, Ilse conoce al cuervo.
(Se cierra el telón. Tras dos minutos, vuelve éste a abrirse. Ahora la escenografía es una escuela. Los alumnos esperan al profesor mientras Ilse está sentada en un rincón leyendo a Poulantzas. Entra el profesor y acalla a todos.)

Profesor: Silencio, silencio alumnos.
(Los alumnos callan, pero en ese momento Ilse exclama: ¡Poulantzas se suicidó sujetando sus libros! Todos voltean a ver a Ilse y le miran extrañados. Ilse roja de la pena cubre su rostro con el libro.)

Profesor: (Señalando la esquina del salón con su dedo índice) ¡Jovencita! ¿Está segura de lo que está diciendo?

Ilse: Sí profesor (sin quitarse el libro de la cara) Aquí dice que Poulantzas murió así. Lanzándose del 22º piso de la Torre de Montparnasse de Paris abrazado a sus libros en 1979.

Profesor: Si me dice en este momento la razón por la cual Poulantzas se suicidó y la argumenta, no presentará el primer examen parcial. Tiene dos minutos.

Ilse: Poulantzas había sido un defensor de la teoría marxista. Él se arrepiente de las palabras que escribió alguna vez y pesan como una profecía sobre él. Al parecer, ya no era feliz con su persona, tenía una profunda desesperación consigo mismo y esto pudo llevarlo a pensar en el suicidio. Quizá lo que catapultó esa decisión fue su pensamiento sobre las luchas sociales en contra del sistema capitalista. Su muerte pudo ser una forma de luchar socialmente con un bien individual como lo es, la propia vida de Poulantzas.
(El profesor se queda callado. Camina de lado a lado pensativo y finalmente agrega: ¿Cuál es su nombre?

Ilse: Me llamo Ilse.

Profesor: ¿Conoce el significado de su nombre, jovencita?

Ilse: No y no quisiera saberlo.

Profesor: ¿Y cuál es el motivo?
(Los alumnos quedan absortos, mirando a Ilse perplejos)

Ilse: No quiero saber qué significa mi nombre porque lo descubriré yo misma.

Profesor: Quizá le convendría sentarse junto a Napolitano de Maples. Aquí hay un lugar, venga, no sea tímida y tomé asiento a su lado.
(Los alumnos esbozan un ruido de burla, Ilse se colora y finalmente ubica sus cosas en la banca junto a Napolitano de Maples.)
Bien alumnos, la clase de hoy es precisamente sobre un teórico defensor del marxismo, Nicos Poulantzas. (Ilse voltea a mirar a Napolitano, él le ve también y sonríen.) La jovencita Ilse ya nos compartía un dato importante sobre el final de sus días. (Napolitano alza la mano y el profesor le cede la palabra)

Napolitano: Profesor, Nicos Poulantzas no se suicidó por defender una lucha social, tampoco lo hizo bajo un estado de desesperación. Es más, Poulantzas no se suicidó.

Profesor: ¡Muy bien Napolitano! Ahora argumente sus palabras.

Napolitano: En primer lugar, Poulantzas tenía cuarenta y tres años. Estaba en el mejor momento de su vida. Poulantzas era tan influyente en las cátedras impartidas en Paris, que era un estorbo para los grandes comerciantes internacionales que adquirían renombre conforme pasaban los meses. Poulantzas era un enemigo potencial de los políticos liberales franceses y él fue advertido anteriormente que sus libros eran una amenaza seria. Aquella tarde del 3 de octubre, gendarmes franceses irrumpieron en su apartamento y amenazaron con quitarle todos sus libros. Él logró tomar varios y en un intento farfullado de escape, se puso de pie sobre la ventana. Los gendarmes franceses aprovecharon la oportunidad para empujarle y conseguir que pareciera suicidio. (Ilse lo mira molesta, estupefacta, incrédula y con la boca torcida)

Profesor: Usted está hablando de la teoría de conspiración en contra de los defensores del marxismo, ¿es así?

Napolitano: Sí Profesor. El Comunismo no podía abarcar Francia en un momento crucial.
(Ilse levanta la mano y el profesor le da la palabra)

Ilse: Poulantzas era amigo de Althusser. En los últimos años de su vida, ambos se distanciaron. Althusser estuvo en 1980 en un hospital psiquiátrico. Mientras que Poulantzas había sufrido con anterioridad de varios ataques de esquizofrenia el año anterior. Aquí está en este libro (Ilse alza el libro), el registro de dichos ataques (los alumnos exclaman desde sus butacas un sonoro “uhhhh” burlándose de Napolitano). Querido Napolitano de Maples, aunque recientemente se ha dicho que Poulantzas fue asesinado por la Operación Gladio, y que el suicidio es pura mentira, y aunque me gustan las historias y teorías de conspiración, me quedó con la visión más realista del asunto: Poulantzas se suicidó.
(En ese momento suena una alarma de alerta de sismo. Todos los alumnos dejan sus cosas bajo el pupitre. El profesor les indica cómo tienen que abandonar el aula en orden. Así, van saliendo uno por uno, se cierra el telón.)
(Tras cinco minutos se abre el telón y está sentada en un parque Ilse, platicando con Napolitano de Maples. Napolitano de Maples tiene una bufanda azul, zapatos negros boleados, un saco negro y un sombrero negro largo).

Napolitano: ¿En verdad te creíste todo eso del simulacro el otro día?

Ilse: Sí. ¿Por qué no habría de creerlo?

Napolitano: Eres ingenua Ilse. Predecible.

Ilse: (Enojada) Y tú eres arrogante e insensible.
(En ese momento el Cuervo, quien miraba desde su butaca la obra, siente que le falta el aire, siente que se trata de algo ya visto antes, de una experiencia de su pasado y comienza a sudar, a insistir en jalarse el cuello de la camisa para calmar sus nervios).

Napolitano: Ilse, perdona, tienes razón. A veces soy soberbio y reconozco que puedo llegar a ser muy grosero ¿Me disculpas?
(Ilse se queda callada y finalmente asiente y le sonríe)
¿Sabes? Eres la chica más inteligente del Instituto.

Ilse: Es el siglo veintiuno, la inteligencia en hombres y mujeres está de moda como sex appeal.

Napolitano: (impresionado) ¡Por cierto que sí! Pero lo digo en serio, Ilse, eres muy talentosa.

Ilse: Basta ya (Ilse se sonroja). Yo estoy bien mensa y tengo un par de ojos bonitos. Eso sí. (Napolitano se ríe)
Además, fue un debate interesante el del otro día.

Napolitano: Lo fue pero hay algo que aún no me queda claro, Ilse.

Ilse: ¿Ah sí? ¿Y qué es?

Napolitano: Aquel día del supuesto sismo… yo no sentí que temblara y créeme que puedo saber cuándo va a temblar.

Ilse: Sí… yo tampoco pero confío en que era un temblor real.

Napolitano: No te engañes, no hubo ningún temblor.

Ilse: (alzando las cejas) Bueno, ¿cómo estás tan seguro?

Napolitano: Debo confesarte algo Ilse.
(Ilse guardo silencio y le miró a los ojos. Parecían conectarse en esa mirada un cosmos lleno de  sátiros y demonios)
Yo no soy un ser humano corriente.

Ilse: Presumido…

Napolitano: ¡No, espera! Yo…

Ilse: (Con desesperación) ¡¿Tú qué?!

Napolitano: Yo soy un cuervo, Ilse.
(El Cuervo se quedó frío, mudo, sin aire en los pulmones. Finalmente comprendió de qué se trataba la obra. Era la historia de la vida de Ilse. Sus huesos comenzaron a cuartearse, en su cerebro las neuronas chocaban sin sentido y sintió languidecer al mismo tiempo que miró hacía el techo del teatro y vio caer el cielo)

Ilse: ¿Un cuervo? Perdona, yo no te entiendo.

Napolitano: No es necesario que lo hagas. No tienes que entenderme, solo tienes que guardarme este secreto ¿Está bien? (Napolitano sujeto las manos de Ilse y después de un segundo fijo de miradas, él las beso suavemente. Ilse no sintió vergüenza esta vez.)

Ilse: No te preocupes, tu secreto está a salvo conmigo. Yo tengo también un secreto que confesarte (Los ojos de Napolitano temblaron por un segundo). Durante muchos años he tratado con algunos hombres, todos se han fijado más en mi físico que en otras cosas. Y no es por nada pero creo que mis caderas son, bueno, son… (Napolitano no le quita la vista de encima) ¡Tengo una pelvis asesina! (Napolitano ríe un poco, Ilse también)

 Napolitano: ¿Ese es el secreto?
Ilse: (riendo) ¡No, menso! El secreto es que nadie se había fijado en mí en realidad, hasta hoy. (Napolitano le mira confundido) Y bueno, esta es la primera vez que yo estoy así de cerca con alguien y no me refiero físicamente, estoy hablando de una cercanía que se siente en el alma.

Napolitano: Sé a lo que te refieres. Hablas de que nuestros demonios se han entendido.
Ilse: Sí. Perdona si sueno cursi pero muero de ganas por debatir contigo sobre el Marqués de Sade así como muero de ganas por leer contigo Carmilla o recitar algo de Shakespeare.

Napolitano: Mi querida Ilse, vamos algo rápido pero no me asusta nada, si tu confías en mí como yo en ti, la tersura de las noches tendrá en su germen la tertulia que fecundara las odiseas de nuestras corazonadas.

Ilse: ¡Es agradable saber que no dijiste pulsiones!

Napolitano: ¿Pulsiones? ¿A qué te refieres?

Ilse: Ya sabes, Freud y su famoso “Todo es sexo”.

Napolitano: A ver no, momento, “Todo es sexo” es una inverosímil interpretación de la extensa obra psicoanalítica de Freud.

Ilse: (en tono alegre) Ósea, discúlpame por mal interpretar a tu novio Freud. Obviamente es lo que dicen de él, ósea eso lo sé mi cuervo.

Napolitano: Me dijiste “mi cuervo”.

Ilse: ¡Uy! Perdón, sino quieres no…

Napolitano: Me encanta cómo suena…
(Ambos guardaron silencio, acercaron sus rostros, chocaron su nariz y en un beso, el telón se cerró. El cuervo necesita con urgencia agua, no consigue conseguir voz para gritar y solicitarla, se levanta y compra una por ocho cincuenta. Vuelve a su butaca aliviado, pero estresado por el final que promete la obra, pues se trata de su propia vida y la vida de Ilse).

Febrero 23, Una Profecía.
(El telón se abre. Para esta escena han pasado un par de años. El romance entre Napolitano e Ilse ha florecido. No viven juntos pero se visitan frecuentemente. La escenografía es la biblioteca Vasconcelos. Ilse y Napolitano están sentados leyendo un libro. Ilse lee Dermatología avanzada y Psicoterapia con energía eléctrica; Napolitano tiene en sus manos “Mimos” de Marcel Schowb)

Napolitano: ¡Ilse! ¿Ya viste?

Ilse: (Sin retirar los ojos del libro) ¿Qué cosa?

Napolitano: (Señalando con el dedo índice un párrafo del libro) Marcel Schowb habla en este Mimo de un profecía. (Ilse lo voltea a ver sin entender de lo que Napolitano habla). Marcel predijo una profecía universal para todos los amores humanos en este mimo, ósea en este cuento (Ilse se asoma a ver el párrafo del libro).

Ilse: ¿Y qué dice?

Napolitano: (Leyendo en voz alta) “Dos amores que se pertenecen, siempre estarán juntos; pues fueron uno solo antes de que existiera el universo, mucho antes de que existiera el conocimiento.”

Ilse: ¿Y la profecía?

Napolitano: Ya va. (Sigue leyendo). “Pero si uno de estos amores llega a sentir miedo por amar al otro, el vínculo que los une los soslayara a un abismo donde lo incierto reina y donde la huida es el recurso natural de los cuerpos.”

Ilse: Creo que no entiendo muy bien a qué se refiere.

Napolitano: Se refiere a que si alguno de los dos tiene miedo alguna vez sobre amar o no al otro, condenaremos nuestra unión a un imperecedero donde no sabremos con exactitud las cosas. Es como si no pudiéramos tener seguridad en nada de lo que somos y sentimos.

Ilse: De hecho tiene razón. Pero no creo que sea cierto y universal. Es muy cósmico y fumado todo eso de que los amores existen antes del conocimiento, es como si existiera el amor antes que el ser humano mismo.

Napolitano: Ilse…

Ilse: Dime cuervito…

Napolitano: Soy un cuervo, ¿recuerdas?

Ilse: Sí, mi cuervito. Pero, ¿qué tiene que ver eso ahora?

Napolitano: Tiene que ver mucho mi querida Ilse. Los sentidos desarrollados que tengo, la sensibilidad que poseo, la he recibido trece años después de mi nacimiento. En un momento crucial.

Ilse: Sí ¿Y?

Napolitano: ¿De dónde ha venido? ¿No crees que estuviera destinado a recibir algo así? Tú, tú misma me has dicho que a veces sientes olvidar las cosas y que te cuesta trabajo entender las cosas

Ilse: Sí ¿Y?

Napolitano: ¡Que tú ya lo sabías mucho antes de intentar entenderlas! Es como si no hubieras necesitado conocerlo.

Ilse: Oye, no quiero ser grosera pero creo que en verdad estás cayendo en falacias que Sócrates ya explicó hace unos cuantos siglos.

Napolitano: En un mundo apresurado donde no se contempla la belleza y donde la intelectualidad no tolera los sueños, entonces sí, Sócrates ya lo hizo.

Ilse: (pensativa) mmmm

Napolitano: No estoy diciendo que haya venido de la nada y que no tenga cierta lógica. Digo que tiene una lógica que no es humana, que va más allá de nuestros simples cerebros.

Ilse: ¡Hey, cuidado con lo que dice señor cerebro de gallina!

Napolitano: Los sueños Ilse, los sueños son un mundo que se desarrolla en el inconsciente. En nuestros sueños podemos descubrir el mundo de otra forma, el universo entero.

Ilse: No sé a dónde quieras llegar con esto pero…

Napolitano: A la profecía. Y para allá voy. Yo soñé un día que viviría en Italia y que amaría tanto a una mujer que ella me haría cambiar de opinión y me haría amar Alemania.

Ilse: Sigue…

Napolitano: También soñé que era un cuervo y que tenía la sensibilidad de uno. Soñé un día que llegaría a ser un cuervo tras superar una aguda crisis suicida.

Ilse: Y todo eso ocurrió…

Napolitano: ¡Exactamente! ¿Ahora me entiendes?

Ilse: Creo.

Napolitano: Si un día, sueño con…

Ilse: Si un día sueñas con la profecía, temes que esta se haga realidad. Y que eso te separe de mí. (Napolitano se queda callado. Respira profundo) No te preocupes, una vez leí, no recuerdo dónde, que la vida es teatro y nada más.

Napolitano: ¿Cómo?

Ilse: Sí… todo lo que vivimos, lo que sentimos y hasta lo que soñamos, es solo parte de una gran obra de teatro.

Napolitano: ¿Una gran obra de teatro que nos conecta a todos?

Ilse: Pues sí. La vida finalmente es teatro, está llena de drama, suspenso, comedia, romance, básicamente todas las emociones humanas producidas por los pensamientos, pueden ser representadas.

Napolitano: ¿Estás segura?

Ilse: Sí, ¿por qué no?

Napolitano: ¿El amor puede ser representado?

Ilse: Pues sí, antes de conocerte a ti leí muchas novelas románticas y aunque no llevaban a ningún lado, pues sí, sí representaban al amor.

Napolitano: No sé Ilse, creo que puede transmitirse pero bueno.  ¿Alguna vez has soñado algo y se ha cumplido?

Ilse: Sí. Muchas veces. Un día soñé que en mi casa tenía muchos gatos y que la persona con la que estaba amaba los gatos, pero también los cuervos. Ese mismo sueño, recuerdo, hacía el amor con un sujeto que podía transformarse en cuervo…
(El cuervo, mientras tanto, ve en su butaca la obra y no dejan de salir lágrimas de su rostro, recuerda esas conversaciones con Ilse y le producen escalofríos en todos los huesos de su columna).

Napolitano: Ojala pudiera hacerlo.

Ilse: Ya lo hiciste. Créeme, ya lo hiciste…
(Se cierra el telón. El Cuervo no haya forma de contenerse un poco, araña el asiento y lo golpetea discretamente. Respira profundo. La gente parece estar encantada pero no tienen idea de lo que está pasando en realidad en el escenario.)

Marzo 10, La distancia entre los dos.
(El Telón se abre. Han pasado tres años y las cosas se han vuelto tensas. Napolitano e Ilse han vivido juntos tres años y las diferencias no han conseguido unirlos, sino separarlos. Pelean constantemente, se celan irracionalmente, se dejan llevar por los amigos que purulentamente insertan ideas sobre los amoríos de Ilse y los de Napolitano. Ilse confía en Napolitano, pero Napolitano tiene muchas dudas de sus sentimientos y se ha vuelto una persona cambiante, con sueños revueltos. Ilse ha dejado de ser linda y ha caído en la costumbre de acomodar su amor a las exigencias del momento. Napolitano se ha convertido en escritor prominente y catedrático. Ilse es la mejor dermatóloga que haya podido tener el siglo XXI. En sus ratos libres es psicoterapeuta;  dueña de una empresa destinada al cuidado de la piel a través de virus y bacterias. La escenografía es la casa donde viven Napolitano e Ilse. Están justo afuera de la puerta, Napolitano lleva consigo sus maletas e Ilse viste un vestido rojo y largo.)


Napolitano: (Enérgico) Maldita sea Ilse. Sé muy bien a dónde quiero ir a parar.
(Ilse lo observa con expresión de desconcierto; durante una larga pausa se abstiene de contestar, en espera de que insistiera en su argumento, pero éste se limita a repetir)
Sé muy bien a dónde quiero ir a parar.

Ilse: Pues tratándose de ti no creo que sea difícil adivinarlo. Y si has tomado esa decisión no será para volver al cabo de unos días o unos once meses, con las plumas entre los brazos, ¿verdad?

Napolitano: De todas formas es mejor que te lo diga porque no quiero confusiones estúpidas donde el agente seminal de tu enfado sea una sorpresa ya conocida.

Ilse: Te escucho Cuervo (Ilse mira al suelo, en vez de mirar los ojos de Napolitano. Napolitano hace una breve pausa, piensa detenidamente una excusa para largarse, cómo decir las cosas y despedirse de Ilse para siempre.)


Napolitano: Estoy harto del mal de amores. Hastiado de tener que lidiar con envolventes asuntos sociales. Así que me retiro a una provincia de Italia, lejos del mundo civilizado y de su espantosa modernidad. Ahí pienso escribir lo más que pueda, muy seguramente hablaré de París; mis escritos llegaran a Alemania, tal vez Munich o Frankfurt. Escribiré con dolor, pues es dolor lo que me produce este adiós Ilse. Escribiré en paz y sin sentencias de ningún tipo mis vivencias. Llenaré las bóvedas de mi filosofía con el egocéntrico pensamiento de la soledad, tan característico en el humano. Y puede ser que te escriba también a ti, lo leas o no. Perdona que sea enredado el clima de nuestra despedida pero tengo que dejarte. No debes sentir miedo, esa profecía es falsa, muy, muy falsa.
¿Sabes a que me refiero, verdad? 

Ilse: Supongo que sé a qué te refieres. Siempre te refieres a lo mismo. Como si yo no supiera nada de eso. Me parece que sé tanto como tú, o al menos tanto como lo que tú te atreves a confesar que sabes. Y yo entiendo que quieras entender a esos cuervos y que son como tu familia; que por las soledades en auxilio los encuentras y que por las alegrías de la compañía los liberas al olvido sin tiempo para despedirlos. No trates de tener delicadeza con mi corazón; el que yo tenga sentimientos hacia ti no te impide ser egoísta y huir de mi persona, de mi amor por ti, de la extraña y nocturna sensación de buscarte en cada rincón de mi mente. Adelante, dilo y puedes marcharte por la portezuela trasera. Cambiarás de manera de pensar acerca de muchas cosas que sólo conoces de oídas. El día en que las conozcas por ti mismo las juzgarás de otra manera y dejarás de hablar como te enseñaron que hay que hablar en el amor. Y sé muy bien a dónde quiero ir a parar. Quiero ir a parar en las letras que escribes de Paris a Munich, quiero estar entre la correspondencia de tus palabras y que con una pequeña mirada a mis ojos me sientas y tiembles, que tiembles los sismos que has causado en esta persona, que respires el viento líquido de tu azar y trastorno. Yo quisiera ser la mujer por la cual tu bebes siempre en la misma copa, quiero ser Ilse, la mujer que te acompañara hasta el último día que habites la Tierra. Y quebrar de una vez por todas, esa profecía que juras falsa mientras la haces realidad.

Napolitano: (molesto): Ahí vas de nuevo Ilse…

Ilse: Cuervo, por favor, recapacita… Nos sabíamos, desde siempre, meras correas de transmisión hasta la noche que estuvimos juntos. Ya no somos una fantasía de un eco infinito; esta noche somos posibles, cuervo. Existimos y con seguridad, nos tenemos. Quiero envejecer contigo, ¿no lo entiendes? Yo no le temo a una profecía, le temo a que la hagas realidad.

Napolitano: Ilse por favor, no existe tal cosa. Si tú y yo terminamos juntos, será obra de nosotros. No de alguna clase de destino inefable o lejos de nuestra comprensión histórica.

Ilse: No tienes idea de cómo has cambiado. Hace un par de años tú creías más que nadie esas palabras. Tú defendías los sueños, tú vivías soñándome a mí, a nosotros y eso hacías realidad. De pronto te negaste a seguir soñando y mírate, ahora tratas de usar tu avanzado léxico para estropear lo que  siento por ti.
(Napolitano hace gestos y dengues; no está de acuerdo y su lenguaje corporal lo demuestra y se niega con la cabeza a las palabras de Ilse.)
Bueno, tú no lo creas. Adelante, patea la fe, pues yo tengo fe de que terminaré contigo una y otra vez, no importa la época. Todo lo que cuido es el contexto para que eso suceda. Si tú te alejas, te llevas mi amor contigo, pero no me llevas a mí  de ninguna manera. Y yo quiero que te lleves el paquete completo pues con el puro amor no vives y conmigo vas a vivir de veras.

Napolitano: Suenas romántica, injustamente romántica. Soy un realista político y no tengo en consideración tales pensamientos tan abrumadores. Mi filosofía es utilitarista, solo busco la mayor utilidad que germine y fecunde la felicidad última. De nada me servirá tenerte a ti, si con tu amor me basta. 
(Ilse comienza a llorar. De sus ojos, se abren dos fuentes de agua que chorrean por su rostro. Napolitano no intenta calmarla. Solo la mira con rechazo)
¡Además tú cambiaste también! ¡Tú no creías mis palabras! Cuando intentaba hablarte de mi filosofía de los sueños, lo echaste por la borda con objeciones escépticas y realistas del asunto.

Ilse: (en llanto) A veces eres sumamente insensible. Ni si quiera estás escuchándome… ¿Sabes? Mejor vete, anda, toma el primer vuelo y vete. Porque al hablar así te desconozco. Y tú crees no tener miedo, te sientes tan seguro, ¿no? Crees que por el hecho de que te amo, no vas a perder mi amor jamás. No, para ti el miedo en estos asuntos ni si quiera es relevante porque sabes que voy a buscarte de todas formas y sé, sé que no me escribirás una sola carta por miedo a tener miedo de lo que sientes. Tú sabes que esto es tan grande como un universo y que se puede expandir como una galaxia; por ello sientes miedo también. Un compromiso tan delicado y que te equivoques…Es eso, ¿no es cierto? ¡Que el gran sabio y letrado cometa un error que parece solo permitido para los críos! Oculta tu miedo a la profecía que nos une o nos separa, anda, vete a Italia a ser feliz con los fines últimos pero no, no vas a escapar de estas palabras, ni yo tampoco.

Napolitano: (serio) Sueña Ilse, sueña y encuéntrame ahí. Porque será el último lugar donde creas que me viste. Hasta siempre Ilse, hasta siempre.
(Napolitano le da una palmada, acaricia su mano y limita su boca a un suave rose de la boca de Ilse. Se marcha. Se cierra el telón.)

Abril 10, Ilse Quijote.
(Ilse ha abandonado sus profesiones. Está sumida en una depresión que amenaza con terminar su vida. Ha perdido todo en cuestión de unos cuantos meses. Ahora es fuertemente criticada por no poder componerse a sí misma y no aceptar la ayuda profesional de nadie. Ilse ha pasado un año entero encerrada sin salir de su casa, se ha terminado todas las latas de conservas y se ha visto obligada a salir solo a comprar comida y regresar. Se rumora que su estado es deplorable, que es una loca y que un día salió al jardín a quemar libros provocando un incendio. Ilse logra insertarse en el teatro de Bellas Artes con papeles pequeños. Poco a poco su perseverancia la llevan a conocer a Solorzano, un prominente director que le ha prometido exponer su propia obra al público. Solo una esperanza la mantiene con vida: ver al cuervo nuevamente. La escenografía es el ensayo de la obra de Ilse. Está Solorzano sentado en una butaca, Ilse y un hombre que representa el papel de un Psicólogo, Ilse recostada en un sillón rojo, tradicional del diván de un psicólogo).

Director Solorzano: Bien, muy bien Ilse. (Aplaude) Esta escena es de mis favoritas. Tienes que fingir un poco la locura y trabajar con las miradas para que quede completa.

Ilse: Lo entiendo director. ¿Podemos repetir el último dialogo? Me faltó algo de confianza en la parte del que está cuerdo.

Director Solorzano: (Asiente con la cabeza) Y dice…¡Uno, dos, tres, adelante!

Ilse: Y solicitó a vuestra merced que se me dé licencia para estropear un cuento que al venir presta como de molde, encajada en la mantequilla de las vacas, me da gana de contarle.

Psicólogo: Sí, cuente. Pero no alce la voz, que allá están los notarios y a usted la pueden encerrar por loca. Yo quiero ayudarla Ilse, el tratamiento saldrá bien.

Ilse: (Extravagante) A mí nadie me puede encerrar por loca, porque yo estoy cuerda.

Psicólogo: ¿Usted cuerda? No creo. ¿Apoco no salió de su casa y quemó sus libros?

Ilse: Bueno sí pero…

Psicólogo: ¿Y apoco no un día salió con ese vestido rojo y sucio para perseguir un sueño que según usted se le perdió?

Ilse: Bueno sí pero…

Psicólogo: Ya ni digas manita, que solo te echas más de cabeza.

Ilse: Pero no entiende vuestra merced, que se me debe dar licencia para estropear un cuento, que he venido de gana para contarle.

Psicólogo: Ya cuéntalo pues.

Ilse: Estaba yo en el manicomio. Y vi que mi compañero preso iba a ser liberado porque según ya no “estabase” loco. Vos sabes que mi paciencia poca es, cuando se trata de locos. Así que tomé la enjundia de mis pechos y grité: ¿Tú libre, tú sano, tú cuerdo, y yo loca, y yo enferma, y yo atada?... así pienso llover como pienso  ahorcarme. Y tú de aquí no te vas.

Psicólogo: Ay manita, ¡Cuán ciego es aquel que no ve por tela de cedazo!

Ilse: Y eso no es lo peor.

Psicólogo: ¿Y entonces qué es?

Ilse: Que la gente dice que tengo un año de loca, de deprimida, de estar encerrada en la puta casa como deambulando estilo llorona. Y me dicen que no soy lo que era, que ya no soy la Ilse de antes.

Psicólogo: ¿Por qué?

Ilse: Me comparan con la Ilse del pasado. Dicen que antes era yo más ingeniosa, con más valor y que hasta más hermosa era.

Psicólogo: ¡Y no es así!

Ilse: ¡No!

Psicólogo: ¿Entonces? Ya no entendí nada.

Ilse: ¿Es posible que vuestra merced no sabe que las comparaciones que se hacen de ingenio a ingenio, de valor a valor, de hermosura a hermosura, y de linaje a linaje son siempre odiosas y mal recibidas?

Psicólogo: Será para quien las sufre.

Director Solorzano: ¡Y quedó! ¡Excelente Ilse! Lo has hecho bien. Muy bien. (Todos salen del escenario, menos Ilse. Ella sonríe y el director se muestra complacido.)

Abril 29, En la penumbra de Ilse.
(Ilse continúa trabajando en su obra de teatro. En ocasiones es reprendida por el Director Solorzano, pero al final logra conectarse y representar lo que siente. Intenta la escena más difícil en esta ocasión.)

Ilse: Me gustaría intentar ahora una escena más difícil. (Mientras tanto, los trabajadores de utilería retiran la escenografía pasada).

Director Solorzano: ¿Cuál escena, Ilse?

Ilse: ¿Qué tal la del sueño?

Director Solorzano: ¿Estás segura? La última vez tuvimos que suspender el trabajo por una semana. Te pusiste muy mal.

Ilse: Puedo hacerlo. Déjeme intentarlo.

Director Solorzano: Excelente. ¡Utilería traigan la escena del sueño, acomoden, todos a sus puestos y… ¡Uno, dos tres, cuatro, adelante!
(Ilse se encuentra sentada en su cama. Con la vista al frente, callada, y quieta.)

Ilse: Es una noche helada. Allá afuera abundan creaturas espeluznantes de pechos oscuros, de picos amarillos y de ojos rojos relucientes. Odio dormir sola, odio dormir pensando en él.
(Un ruido golpetea la ventana. Ilse se levanta y la abre. Un cuervo entra y arroja una carta sobre la cama de Ilse. El cuervo sale volando por la ventana. Ilse recoge la carta y por la puerta de su cuarto entra Napolitano. Él comienza a recitar la carta, mientras Ilse la lee sentada en su cama)

Napolitano: ¿Recuerdas todavía nuestro amor? ¿Has pensado en él antes de dormir? Bueno, tal vez sí. Pero no sé qué pasará en el futuro, todavía no. Nuestro amor ha superado cosas fuertes antes. Hemos superado mucho y perdona si escribo así, casi sin sentimiento, pero siento que está dicho todo. ¿Qué puedo decir que será? Porque ya se nombró su nombre en el cielo, y lo que se trató nuestro amor, que sobre él y ante él, ha de suceder y pasar un misterio muy grande: y si de esto quiere mi Ilse saber, es tan poco, que luego será ello entendido, porque a quien se ama presto vendrá, y esto es lo que predigo yo, para que estés satisfecha; y pues ello ha de ser así, aguarda en tu corazón tal idea. Y esto que jamás hemos visto, que sabemos de oídas, verás cómo habla de nuestros pequeños intentos de amarnos. Quedase cada noche cabizbaja, resuelta en la mente, descompuesta en el alma, muy bien hecha de tristeza y encorvada como los cuervos que ruegan a la luna más horas de noche, para que entonces yo la vea y usted mi Ilse vuelva hacía mí sus ojos y yo le mande en cada uno mi respeto y admiración, sobre todo mi cariño. Cuando hayas leído todo esto Ilse, te llenarás de gran temor y como que se te amorteciará el corazón, se te encogerá, se te abatirá de angustia. Tal como si dieras vueltas en ti misma, no habrá explicación que calme, que apague las lenguas del fuego, que quite las espigas de fuego de los cielos, que haga salir a la luna en tu auxilio y éxodo. Será una matanza de tu corazón, a ultranza, sin remedio, muy guerrera tendrás que hacer frente a semejante conquista. Será inútil que luches, pero vas a luchar usando el olvido, usando tu castigo propio ¿Es vedad que me ama? Te preguntarás pequeña Ilse, sabrás la respuesta aunque no la tengas, aunque te sea negada. Sí Ilse, sí te amo, sí Ilse, no habrá otros viajes. Un día terminará todo este misterio, nos reuniremos bajo algún árbol y ahí entenderemos que es más fácil hacer el amor, que guerrear el amor.
(Ilse voltea a ver la puerta y ve a Napolitano de pie. Ella corre a abrazarlo pero se desvanece en un segundo.)

Ilse: ¡Mi Napolitano, mi cuervo! ¿Por qué te has ido? ¿Por qué solo una carta cuando yo quiero tus brazos! (Ilse comienza a llorar, pero su llanto luce más de nostalgia que de rabia)
Todavía recuerdo el día en que intenté escribirte una carta. Mentes como la tuya suelen inspirarme tanto. Me impelen un deseo de escribir, de hacer sangrar las letras o brindarles eterna juventud. (El Director Solorzano detiene a Ilse y grita)

Director Solorzano: Mal, muy mal Ilse...

Ilse: ¿Ahora qué hice mal?

Director Solorzano: Tienes que sentir más lo que dices. Estás frente al individuo que te inspira, que te entrega un orgasmo sin precedentes, un instante en el que tu corazón no late y tus pulmones no respiran y que sin embargo vives. Hablas como si no te importara tal cosa. Corre hacía él y abrázalo con la mayor fuerza que haya en tus brazos. Tu llanto es de tristeza, no de rabia, tu abrazo a la cortina de humo no parecía desearlo en serio.

Ilse: Sí, eso lo entiendo pero no puedo hacerlo.

Director Solorzano: (molesto) ¿Por qué carajos no? ¿Ahora qué Ilse?, ¿otro pretexto? 

Ilse: No es eso, es que una cosa así no se actúa. Es como si usted me pidiera fingir que amo a alguien y honestamente, ni el mejor actor puede fingir el amor, por muy bueno que este sea, siempre se nota que está mintiendo. Y con la inspiración es exactamente lo mismo.

Director Solorzano: (sumamente molesto): Ilse...estás en una obra de teatro, aquí no importa un carajo el outside del escenario, sigue el guion y nada más.

Ilse: Le propongo algo señor director.

Director Solorzano: (Cruzando los brazos) Te escucho...

Ilse: Traiga al cuervo...Él es el único al que no le actuaría el amor o la inspiración. Si usted lo trae, le aseguro que esta obra de teatro no será actuada sino real.
(El Director Solorzano la mira unos instantes, suspira y se levanta de la butaca.)

Director Solorzano: Te lo dije. Esta escena requiere más preparación, requiere más locura, más Ilse ahí suelta.

Ilse: Lo siento, me cuesta trabajo, es que lo extraño tanto…
(El Director Solorzano se sube al escenario y la abraza.)

Director Solorzano: Usa lo que sientes ahora, lo que justamente estás viviendo ¿El actor que representa al cuervo no te convence? ¡Howard, ven un instante!

Howard: ¿Qué sucede?
(Ilse guarda silencio mientras lagrimea un poco y se limpia la nariz con un pañuelo)

Director Solorzano: Necesito que al leer la carta, te convenzas más a ti mismo y sientas que la has escrito tú. Quiero que seas Napolitano de Maples, el Cuervo y leas esa carta de una manera tan fuerte, que golpees el corazón de Ilse.
(Howar asiente a las palabras del director. El Director Solorzano regresa la mirada a Ilse, le da una palmadita en la espalda)
¿Crees poder continuar con esta escena o probamos otra?

Ilse: Esta escena tiene que quedar esta vez. No voy a actuarla.

Howard: ¿Pero de qué hablas Ilse?
(Ilse sujeta de la solapa a Howard furiosa, enérgica)

Ilse:¡Mírame ¡Tú eres el Cuervo, lo eres!

Howard: (asustado) Sí, sí, lo soy, venga ya que me estás arrugando la camisa.
Ilse: ¡No! ¡Eso no diría el Cuervo, no seas idiota! (Ilse sigue lagrimeando)

Howard: Tienes razón ¡Napolitano haría esto! (Howard avienta a Ilse y esta cae al suelo) 

Director Solorzano: (entusiasmado) ¡Estamos listos! ¡Rápido, todos a sus posiciones, repetiremos desde el momento en que Ilse abraza a la columna! (Ilse vuelve a la cama, Howard se coloca en la puerta) Iniciamos en… ¡Uno, dos, tres!

Ilse: (gritando y corriendo desesperadamente, Ilse resbala y cae de rodillas) ¡No te vayas, no te vayas te lo suplico! ¡Mi cuervo, mi Napolitano! ¿Por qué te has ido?  …(Con la mirada al suelo, con el llanto escurriéndole a cantaros de las mejillas) ¿Por qué solo una carta cuando yo necesito tus brazos? (Se pone de pie y se dirige a la cama. Se avienta a ella y muerde la almohada) Todavía recuerdo el día en que intenté escribirte una carta. Mentes como la tuya suelen inspirarme tanto. Me impelen un deseo de escribir, de hacer sangrar las letras o brindarles eterna juventud. (Ella calla un segundo, logra calmar los latidos de su corazón, su respiración vuelve a serenarse. Cierra los ojos, los aprieta, redobla un gemido de llanto pero se contiene. Se gira hacia su lado derecho y allí, cubre su cuerpo con las sabanas. Se encoje en posición fetal mordiendo la punta de las sabanas. Su rostro oscurece con la iluminación, su cuerpo es abrazado por una veta de luz asomada por los efectos técnicos. Ella deja de respirar insistentemente y apenas suenan sus pulmones bebiendo el aire)
Odio dormir sola, odio dormir pensando en ti.

(Napolitano entra por la puerta y se sienta a un lado de ella. Ilse abre los ojos y lo ve calmada).
Napolitano: ¡Hasta que despertaste! ¡Vuela ya con el cuervo y has otra noche de consuelo!

Ilse: Son las diez de la noche. Me acosté a dormir a las nueve con treinta; me arruinas mi prematuro descanso para pedirme una fantasía ilógica y estúpida ¿O me equivoco?
Napolitano: No...Disculpa si te he quitado lo que crees es tu sueño pero no te he dicho que sigues soñando.

Ilse: ¿Ah sí? Pues soy Ilse la escéptica, demuéstrame que es un sueño.
Napolitano: Te amo…

Ilse: (Se cubre con las sabanas) Suficiente, te creo... (Napolitano se levanta de la cama y se dirige hacia la puerta)
¿A dónde vas?

Napolitano: A Italia. Allí es donde vivo ahora, ¿recuerdas?
Ilse: Sí, pero este es mi sueño, ¿o no? Debes hacer lo que yo quiera.
Napolitano: Creo que quieres que me quede.

Ilse: No. No quiero que te quedes, solo no quiero que te vayas. No voy a obligarte a quedarte, pero sí a no irte.

Napolitano: Predecible. Ilse eres una paradoja. (Napolitano voltea a verla) Vamos, quita las sabanas que cubren tu rostro y mírame.

Ilse: No, porque si te veo voy a despertar del sueño.

Napolitano: Sino despiertas de él, jamás se hará realidad.

Ilse: ¡No! Quiero seguir hablando contigo, yo no quiero despertar de este sueño nunca.
(Se cierra el telón. El Director se levanta de su asiento y anuncia que ha sido el fin de la obra y que resta una escena para que sea la despedida. Antes de la última escena, salen todos los personajes.)
Director: ¡Damas y caballeros! Esta obra está por terminar pero agradecemos infinitamente su tiempo y su atención. Hemos de presentarles los personajes que dieron vida a estos momentos.

(El público está conmocionado, la gente está de pie silbando y aplaudiendo).
Nuestra actriz Ilse, representó su propio papel. (La gente aplaude con más emoción. Ilse hace una reverencia). Howard Philips representó a Napolitano de Maples, el escritor que radica en Italia. (El cuervo permaneció en silencio lo que restaba de la obra y ahora sabía quién era el pretendiente de Ilse. La gente aplaude también). El psicólogo fue interpretado por Gerardo Buendía y yo, como el Director Solorzano.
Sin más por el momento… He aquí, la última escena de esta obra fugaz, fugaz y profética… ¡Conversación para teatro!
(Se abre el telón. Ilse apunta una pistola contra su cráneo. Está batida en el suelo, con su vestido rojo harapiento. Mira al público sin consuelo. Comienza.)

Ilse: -¡Te odio! Tú inhumano, tú el maldito, el ignorante por completo, el falto de identidad, el sombrío pájaro negro, jodido elitista repetido ¡Te odio! ¡Mírame mundo, ésta es tu hija la señorita! La que guarda los modales en la mesa y es salvaje sobre la cama! Ésta es tu hija la señorita, la que se ofrece a todos, la que no acepta a ninguno ¿Tan ingrata de corazón es? Que descaro, es actuar delante de todos: "No vi, que no vi nada, no sé, que no sé nada, no sentí, que no sentí nada, no amé, que no amé nada.” Ni si quiera creo lo que siento, porque todo el tiempo me miento ¡Vete a la mierda, Ilse! Me digo por dentro, ¿eso es amor? ¡Como odio a la maldita, más que a una receta de cocina! Hoy la odio, mañana la volveré a querer, es una noche, un arranque solamente ¿Cómo explicar lo que está mal, si vivo dentro de un espiral?

(Ilse calla, el escenario oscurece. La gente se pone de pie y aplaude. Ilse no se encuentra bien. Está de rodillas, implorando salir con vida de ahí. A ella no le  ama el cuervo como quiere, ella quiere al cuervo de su lado, vivir cerca del mismo lago. A ella el cuervo poco seguro le importa, después de recitar amor en Febrero, Enero, Diciembre, Noviembre, Octubre la abandona y se marcha a Italia. Pero el cuervo a pesar de estas vicisitudes se lo dice por cartas, se lo grita en sus letras: Aquí estoy yo, amándote a mi manera. )
(Ilse toma su pistola)

Ilse: "La vida es teatro y nada más. Los seres humanos son mensajes, juntos hacemos una conversación para teatro." (Quedóse Ilse sola de repente, se cerró el telón y la gente hizo tanto bullicio que el ruido cubrió su llanto.  Al abrir sus ojos vio un extenso lago, el cuervo a su lado y sonrío, sonrío de amor...)


Conversación para Teatro.
02/01/2014
Napolitano de Maples


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