martes, 1 de abril de 2014

Dulce y útil.


El fruto del árbol del amor, inevitable aunque molesto para la comodidad humana, no consiste en otra cosa que tener que conocer aquellas oposiciones y, por lo tanto, advertir que toda acción singular importante, y hasta la vida como un todo, si no ha de transcurrir como un fenómeno natural sino ser conducida conscientemente, implica una cadena de decisiones últimas en virtud de las cuales el alma, como en Platón, escoge su propio destino: el sentido de su hacer y de su ser. Y todavía más allá, de manera intuitiva y casi cósmica, la nebulosa que cruce sin gráficas el corazón de alguna otra, encontrará en su polvo espacial una sociología comprensiva, una dulce y útil apuesta metodológica que llevará a consideraciones finales sin necesidad de preámbulo o bibliografía. Aunque el fruto, llenó de tipos ideales, muchos de ellos resumidos en consideraciones espaciales, no dejará atrás sus conceptos fincados en el albor de la revolución;  en el cambio y el reto a un ethos (carácter) que sucumbe las mentes de un tiempo; guiados desde esta afirmación de la mentalidad idealista (y no la calculadora y racional), el significado de la modernidad cambia, ya no es una restricción de las circunstancias dadas, una repetición de las neuronas experimentadas, es una consecución sin fines determinados, sin lenguajes entreverados, sin la siempre inflexiva línea trazada por el dictamen de la cultura.

Así, te has vuelto dulce y útil. Dulce en cuanto a la antigua siento eterna juventud, útil en cuanto has creado en mi historia una brillante exposición del amor. No podemos pasar por alto el hecho de que en esta obra, han existido evoluciones, a corto tiempo, con contrastes y algunas similitudes, pero que de ningún modo, se ha tratado de algo indeseable, sino todo lo contrario, lo más deseable que se pueda tener… tú y tu compañía.


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