El fruto del árbol del amor, inevitable aunque molesto
para la comodidad humana, no consiste en otra cosa que tener que conocer
aquellas oposiciones y, por lo tanto, advertir que toda acción singular
importante, y hasta la vida como un todo, si no ha de transcurrir como un
fenómeno natural sino ser conducida conscientemente, implica una cadena de
decisiones últimas en virtud de las cuales el alma, como en Platón, escoge su
propio destino: el sentido de su hacer y de su ser. Y todavía más allá, de
manera intuitiva y casi cósmica, la nebulosa que cruce sin gráficas el corazón
de alguna otra, encontrará en su polvo espacial una sociología comprensiva, una
dulce y útil apuesta metodológica que llevará a consideraciones finales sin
necesidad de preámbulo o bibliografía. Aunque el fruto, llenó de tipos ideales,
muchos de ellos resumidos en consideraciones espaciales, no dejará atrás sus
conceptos fincados en el albor de la revolución; en el cambio y el reto a un ethos (carácter)
que sucumbe las mentes de un tiempo; guiados desde esta afirmación de la
mentalidad idealista (y no la calculadora y racional), el significado de la
modernidad cambia, ya no es una restricción de las circunstancias dadas, una
repetición de las neuronas experimentadas, es una consecución sin fines
determinados, sin lenguajes entreverados, sin la siempre inflexiva línea
trazada por el dictamen de la cultura.
Así, te has vuelto dulce y útil. Dulce en cuanto a la
antigua siento eterna juventud, útil en cuanto has creado en mi historia una
brillante exposición del amor. No podemos pasar por alto el hecho de que en
esta obra, han existido evoluciones, a corto tiempo, con contrastes y algunas
similitudes, pero que de ningún modo, se ha tratado de algo indeseable, sino
todo lo contrario, lo más deseable que se pueda tener… tú y tu compañía.
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