jueves, 29 de noviembre de 2012

Capítulo I Wendy


Uy y pregúntenme cuando yo escribía; escribía puras cosas bonitas. Trataba de emparentar las reflexiones con la vida práctica, teniendo sobre todo cuidado en aquello que no suele decirse abiertamente. Pero ahora ¡Que va! Ese montón de letras se acabaron cuando descubrí un placer violento que alteraba cualquier orden de mi mente, pues, basta el más imperceptible llamado de los sentidos para que de un golpe se escarche la piel y las axilas se remojen con sudor, la sangre se te sube a la cabeza y gimoteas con el presentimiento de haber tenido  un orgasmo súbito “Creo que me he mojado, tan pronto comenzaba a disfrutarlo”.
Y hoy me considero, abiertamente y sin vergüenza, un enfermo, en el vocabulario de los modernos claro. Porque a gran detalle, antes de que la psiquiatría se atreviera a condenar a los locos como enfermos, y a los normales como sanos, yo sería visto como un mismísimo noble, a pesar de lo vivo de mis pasiones.
Crecí sintiéndome solo, a pesar de estar en gran medida acompañado. Yo perdí el interés por las personas y el mundo tan pronto descubrí que existían libros. No podía entender a mis compañeros de clase, sus conductas siempre me resultaron inmaduras y sinsentido. Desde que tengo memoria me sentí angustiado frente a todo el contacto social, pero aún más del sexual. Mi primer beso, recuerdo, fue con una bella joven de cabellos dorados, de piel suave y blanquizca como copos de nieve. Su nombre era Wendy. De pechos pequeños y de culo (este nombre es para mí el más hermoso de los nombres del sexo) redondito. Tenía cerca de catorce años cuando esto pasó. Era una tarde poco soleada, yo salí como de costumbre al parque a leer un poco, leía a mi autor favorito, Wilde.
Leía sin preocupación, a pesar del ruido insoportable de las crías, malditas madres irresponsables. Wendy sin hacer ruido alguno se paró justo enfrente de mí: “Deja de leer cerebrito”, me dijo. Yo tímido no pude esbozar ninguna respuesta, comencé a sentirme mareado con apenas unos segundos de su amenazante postura. “Apuesto a que nunca has hablado con una chica”-“Apuesto a que sí”, le respondí casi sin aliento.
El calor envolvía mi esqueleto entero. Wendy se sentó a un lado mío y me abrazó de repente, se instaló con sus brazos entre mi cuello, y sin mayor reparo no hice absolutamente nada más que permanecer en silencio. De inmediato, en mis pantalones se distendía la marca perfecta de un miembro pasivo, yo temblaba y en mí se fijaba su vista de ella indecorosa. Inmóvil, me quedé inmóvil, pero en mi cuerpo se resolvían toda clase de vigorosas sensaciones que no podía explicarme. Cerré mi libro y me acosté en la reposadera, sin que ella se moviese y vi por primera vez como por descuido, su carne “rosa y roja”. Su sostén era de un avivado tono de rojos, su piel lucía cálida como un baño de tina caliente. “¿Te vas a quedar viéndome los senos?, -dijo Wendy-tienes que besarme primero si quieres hacerme sentir bien”.  Me levanté de repente, agitado y confundido, regresé corriendo a mi casa, ávido de masturbarme pensando en lo sucedido, imaginando a Wendy pidiéndome el beso, los senos con ese largo sostén descubierto. Al día siguiente por la mañana, visité el parque con la ansiosa inquietud de verla. Estaba ella esperándome en la banca que ocupaba siempre. Y al verme, ella comenzó a refrescar sus labios con la punta de su lengua. Llevaba medias de seda negra que le subían por encima de las rodillas; pero aún no había podido verle el culo. Tenía la impresión de que si me acercaba lo suficiente, podría ver un nuevo sostén colorido para mi gusto imaginativo. Sabía que si le liberaba de esa prisión agazapada en su pecho, vería la quietud de una espalda lisa al desnudo, vería el inicio de lo que conduciría a una parte impúdica custodiada bajo sus pantalones.
Me senté a un lado de ella y abrí mi libro de Wilde, disimulando. No quería leer ¡Al carajo leer! En ese momento mi circulación no me permitía concentración mínima. Ella traía además una botella de leche. “¿Apostamos a que me vierto la leche encima?”, dijo Wendy. “¿Lo harías aquí y ahora mismo? Hay muchos niños.” Le respondí sediento.
Wendy destapó la botella y comenzó a beberla despacio, y como fingiendo equivocarse, dejó que se chorreará lentamente por su cuello hasta llegar a sus pechos sin que yo pudiera ver cómo empapaba sus senos ardientes en la leche fresca, apretando en mi cerebro la imagen de su sostén humedecido y mientras ella fijaba la vista en mi pene, este se inundaba de una corriente sanguínea inevitable.
Me recargué en su hombro, la leche fría le seguía escurriendo por ese bendito cuello. Permanecimos largo tiempo sin movernos, tan conmovidos el uno como el otro. Ella instantáneamente se puso de pie y vi escurrir la leche a lo largo de su pecho y de su estomago, llegando hasta las medias. Se secó con un pañuelo, pausadamente, quejándose como vacilando “¡Pero que torpe soy, me he embarrado de leche fresca!” Yo me froté sin pena y poder controlarme la verga por encima de la ropa, quebrantándome amorosamente por la banca del parque. El orgasmo, quiero imaginar, nos llegó a ambos casi en el mismo segundo, sin habernos si quiera tocado. Su madre parecía gritarle y ella se echó a mis brazos en la banca: “¡Ven ma! Conoce a mi novio.” Le gritó Wendy. Su madre se acercó y yo absorbido por la timidez que me había caracterizado hasta ahora, no pude decir nada. La señora parecía molesta, su impresión era negativa y Wendy tuvo que irse, aunque deseaba con cada parte de mí ser que se quedará. No abrí el libro entero de Wilde en todo el día, estuve en mi cama recostado acariciándome y pensando en Wendy, sin embargo, presentía el inicio de un cruel despertar de mis sentidos, desde lo alto de la sensatez podía ver mi cuerpo desfallecido en la cama, excitado de sobre manera e invadido por preguntas que prefería no pensar.
Así empezaron entre la jovencita y yo relaciones tan cercanas y tan obligadas que nos era casi imposible pasar una semana sin vernos. Y sin embargo, apenas si hablamos de ello. Yo tenía miedo a decirle lo que sucedía conmigo, presumía que de hacérselo saber ella me dejaría y yo moriría del aburrimiento, volvería a mis libros, a mi soledad. Comprendo que ella experimentaba los mismos sentimientos que yo cuando nos veíamos, pero me fue difícil describirlos.

No se me olvida una ocasión en la que quisimos ir a otra parte que no fuera el parque  y terminamos recorriendo las calles más pobres de la ciudad. Pudimos observar a una anciana indefensa que pedía unos céntimos. Wendy la atropelló apropósito con la bicicleta a toda velocidad. La vieja ni si quiera gritó, así que Wendy probó a embestirla de nuevo. Para cuando ella se detuvo, su cuello había quedado casi decapitado entre las ruedas. Nos detuvimos mucho tiempo, algunos metros más adelante para contemplar en silencio a la muerta. La impresión de horror y de desesperación que nos provocaba ese montón de carne vieja ensangrentada, alternativamente bella o nauseabunda, casi el equivalente a un arte fantasioso al estilo de Gustave Doré. Nos miramos y con una sonrisa estúpida de culpa compartida nos besamos bruscamente. Wendy cada día se arreglaba más a mi gusto, como si hubiera aprendido a detectar mis ganas de penetrarla en la ropa que desvestía con premura. Sus medías de nilón, tan al ras de sus amplias piernas, su sostén rojizo tan bien ocupado por sus pezones erectos, y su culo perfecto,  estallaron una ola de caricias sin remordimiento, el cadáver de la vieja estaba justo a un lado, lo más alegórico es que nos excitaba mirarlo ahí despedazado mientras jugábamos a sentirnos.
Habitualmente, Wendy terminaba la copula exclamando que me detuviera, antes de que quedará en riesgo de ser embarazada, pero esta vez ni si quiera dijo algo, me permitió llegar al final sin mayor reclamo. El ahogo de nuestras almas, todo lo que destruye indefinidamente la beatitud y la honestidad humana, importaba poco, pues desde aquel día en que ella se sentó a mi lado en el parque, sentía que nada valía la pena que no fuera estar cerca de Wendy.
Deseché mis libros, mis padres se opusieron a que los tirara a la basura y propusieron en su lugar que los regalará, pero eran míos y la decisión era mía. Tiré todos los libros que tenía, eran alrededor de 90 ejemplares en perfecto estado. Me advertí a mí mismo, que no volvería a las páginas, que ahora tenía la masturbación y bueno, a Wendy.
Debo advertir al lector que al inicio fue difícil. Con Wendy las cosas cada encuentro eran mejores, pero con mis libros había una separación cada vez peor, resultando en algo irreconciliable. Con Wendy aprovechaba todas las circunstancias para librar actos poco comunes. No sólo carecíamos totalmente de pudor, sino que por el contrario algo impreciso nos obligaba a desafiarlo juntos, tan impúdicamente cómo nos era posible. Éramos como un par de demonios promiscuamente pecadores, entronizando la conducción de nuestros cuerpos hacia los aperitivos del instinto, dando pábulo a nuestros más negros placeres, todo sucedía tan de prisa…
La última vez que vi a Wendy, ella me dijo  que iba a mudarse. No sabía cómo interpretar las palabras que dieron corte a su despedida, pero el único sentido de habernos reunido no era decirnos un adiós, sino pasarla bien juntos. Salimos a un hotel y rentamos un cuarto, pero ni si quiera lo usamos. ¿A caso imagina mi lector lo que sucedió? Tocamos de puerta en puerta, nos encontramos con toda clase de fornicadores, desde los novios cuasi novatos, hasta los profesionales del sexo vertiginoso y les invitamos a realizar una orgía masiva en la sala de espera del hotel. Wendy había tenido la brillante idea de usar máscaras como elemento extra. Pasamos una  noche entera preparando las máscaras para nuestra travesía tiempo atrás, y al ser una ocasión especial debido a que iba a mudarse, decidimos entonces usarlas. Fue un voluptuoso escenario que nunca antes imagine. Tantos culos sueltos al aire, con suaves coños dispuestos a ser atendidos por mi impaciente pene. Nunca había estado con nadie más que fuera Wendy, sentía nervios desde la punta de mis pies hasta los pelos de la cabeza. Wendy me motivó a no tener miedo y obligó a una desconocida a orinarse delante de mí mientras erizaba sus pezones con su lengua: “¿No puedes hacer pipí al aire para que se humedezca tu coño cabrona?”, le insistía en el oído Wendy a la muchacha. Logró apenas volcar sobre sus piernas unas cuantas gotas, para ese entonces yo ya estaba cogiéndome a Wendy por el culo.
No me cansé sino hasta después de tres horas de fornicar y acariciar cuerpos. Todos quedaron estremecidos por el suceso y deseaban repetirlo; de sus bocas solo salían blasfemias, tantas profanaciones, las suficientes tal vez para hacer que el mismo Diablo en el infierno se viera como un pobre estúpido. Un negro perdió su gigante miembro que parecía tronco de árbol, dos jovencitas se lo masticaron a pesar de que estaba totalmente erecto. A un esbelto muchacho, quizá de dieciocho años, le destrozaron el orificio del culo, fue penetrado por el negro al que le devoraron el pedazo. A dos pequeñas musas de cabellos rojizos, les mallugaron los bustos después de sujetarlos durante tanto tiempo. A mí me quedo el cuerpo echo una piltrafa, estaba vulgarmente destripado en la bellísima alfombra blanca que nos tapa del suelo. Terminó el suelo emparentado con los colores del semen, de la sangre, el sudor y la saliva. La recepcionista y las trabajadoras, se nos unieron a pesar de haberse resistido, esas largas faldas negras a las que renunciaron, fueron sustituidas precozmente por pares de piernas carnosas y relucientes. El hotel quedó cerrado cuatro horas para nuestros infinitos encantos, para reavivar los placeres y desde los más viejos, hasta los más jóvenes, hicimos de ese pedacito de tierra un paraíso dinámico de sexo y entretenimiento. Nunca voy a olvidarlo.
Esa misma noche, justo después de que me pidió no contarle a nadie ninguno de nuestros viajes, nos recostamos en el parque sintiéndonos totalmente libres, listos para dejarnos el uno al otro. Me bajó el pantalón me hizo extenderme por tierra; luego ella se alzó el vestido, se sentó sobre mi vientre dándome la espalda y empezó a gemir mientras yo le metía los dedos, mi espolvoreado semen de horas antes, aún guardaba ese básico olor de un aroma despidiéndose del cuerpo. A ella no pareció molestarle en absoluto lo desagradable que era. Luego se acostó, con la cabeza bajo mi pene, entre mis piernas; su culo al aire hizo que su cuerpo cayera sobre mí; yo levanté la cara para mantenerla a la altura de su culo: sus rodillas acabaron apoyándose sobre mis hombros-. “Sé que esto no tiene sentido, pero voy a extrañarte”, me dijo “-Sí, le respondí, te entiendo. Yo también voy a extrañarte Wendy-“. “¡Qué importa!”, me contestó. “-¿Sabes? Deberíamos follar una última vez con la luna viéndonos,”, dijo ella reacomodándose en el pasto. El olor de la tierra se mezclaba entretanto con el del amor, el de nuestros cuerpos desnudos y el del semen. Venía la luna a no querer ser devorada ni privada por el Sol, viéndonos con aguda paciencia. Me encimé en Wendy y permanecimos en esta posición sin movernos, hasta que escuchamos unos pasos que rozaban la hierba. “-No te muevas, así quédate”, me pidió Wendy. Los pasos se cortaron en seco pero nos era imposible ver quién se acercaba. Nuestras respiraciones se habían vuelto un eco del silencio. Levantado así por los aires, sentí frío en mi espalda despojada de su ropa, extrañaba sentirme con ese riesgo de ser sorprendido. Y a pesar de que deseaba follarme a Wendy, prefería ser sorprendido, con el entusiasmo de recibir un corazón explotado. Después de unos minutos, ya no se escucharon pasos y al cruzar mi mirada con la de Wendy, sentí la necesidad de insertar mi miembro en su cueva, primero despacio, después brutal y sin consentimientos. Durante el acto, vimos aparecer de repente a una encantadora joven de test morena, se trataba de Marce, la más pura y conmovedora de nuestras amigas.
Estábamos tan fuertemente arracimados en nuestras impulsivas posiciones que no pudimos movernos ni si quiera un centímetro y nuestra desgraciada amiga se desmayó apenas se dio cuenta que estábamos jugando a sentirnos. Sólo entonces abandonamos nuestra posición aferrada y revisamos si Marce se encontraba bien. Entreabrió los ojos y casi sollozando nos preguntó qué hacíamos. Wendy le dijo que estábamos jugando, que podía invitar a su madre a jugar, pero que ella no podía jugar porque solo los adultos jugaban a “sentirse”. Marce emocionada, fue de inmediato a su casa y nos trajo a su madre vistiendo una reducida falda y un encantador velo transparente. Embriagados, dejamos que la pequeña Marce nos observará, éramos un trío inexplicable. Besé con exquisitez a la madre de Marce, Wendy me mordía las orejas y los brazos con rabia al tiempo que me masturbaba: sus piernas se cerraron sobre los riñones de la extraña madre de Marce que ya no podía disimular las ganas del placer.
“-¡Penétrenme, métanme una rama, lo que sea, de prisa!” dijo conteniendo la respiración la madre de Marce, levantó su culo, tan bello, tan duro, extravagantemente amplio. Dos coños impacientes se disputaban el castigo de mi verga, mis testículos y mi boca. Pero yo no dejé que alguna descansará, con una extraordinaria violencia de mis movimientos pélvicos, empujé a ambas hasta la locura de los gritos. Grandes truenos se quebraban en los cielos, Zeús parecía encabronado y sin remedio y aumentaba cada vez más nuestra cólera, arrancándonos con gritos de placer y rabia, redoblada cada vez que el relámpago dejaba ver nuestras partes sexuales. Wendy había caído en un charco de lodo y se embarraba con furor desmedido, el aguacero sin avisar nos bañaba al tiempo que nos ensuciábamos como cerdos. La madre de Marce que abrazaba por detrás a Wendy, introdujo una rama enorme su culo y yo me la tire castigando su coño, abriendo sus muslos por la fuerza.
No volví a ver a la madre de Marce, ni a Wendy después de esa lluviosa noche.
Para entonces los problemas que había contraído con mis padres por mi manía inquebrantable, me habían llevado a su extremo rechazo y desentendimiento. Ya no había lugar en mí en ese hogar, que alguna vez me protegió del sexo y del mundo. Me había dado cuenta que ninguna de las cosas que dan colorido a la existencia, son bien vistas o están del todo entendidas. Faltaba un amor  al amor, a la avaricia, a la posesión, a la envidia, a los celos, a la crueldad, al masoquismo, a la muerte, al castigo. Pensaba que el mundo no tenía un único sentido, sino múltiples; que no había hechos sino sólo interpretaciones y que estas no tenían límites. Mi interpretación era precisamente esa, el hombre vivía abnegado y protegido bajo su ardua civilización, en completo descuido de sus hermosos instintos, olvidado de su naturaleza animalesca y grotesca, placentera y fugaz.
Todos los libros que alguna vez leí, jamás pudieron traerme una sazón como el que Wendy me traía, la sazón de los perfectos amantes, a partir de aquello que nunca fuimos: hipócritas con nuestros sentimientos. No nos escondimos nada, nos lo permitimos todo y sin cambio fuimos felices, abrazando con pasión esos instintos que nos guiaban a la búsqueda de un placer inmaculado por el ungimiento de nuestros cuerpos, bebidos a caricias, agarrones, empujadas, penetraciones, lengüetazos y dedazos.
Quede silenciosamente investido por mi nuevo pensamiento, a partir de aquí es cuando comenzaba a vivir realmente. Fuera de todo aquello que me hacía formar parte de la ortodoxia represora. Llegué a formar una ciudad con el merito de mis obras, una ciudad para aquellos que frecuentan la verdad en sí mismos y no tienen vergüenza cuando se ven al espejo para simplemente confesarse así mismos: “Que enfermo me encuentro”…

lunes, 26 de noviembre de 2012

Al cuervo le han querido, quienes se llegan a enamorar de él.


No esta noche no, esta noche mis letras no buscan perjudicar a nadie o enterrarse en alguna parte; vienen muertas, como de costumbre arrastrándose, pero es la pena y la vergüenza el aditivo especial de esta ocasión. 
Del cuervo se han querido librar, quienes se llegan a enamorar de él.  Fue una trampa, el cuervo no les dejo libres, confinó su corazón en el encierro. Sintieron la necesidad de gritarle: ¡Libertad también es amor! ¡Líbrame de ti! ¡Necesito que me dejes sola!  ¡Que me dejes en paz te digo! En este caso, muchas no se atrevieron a decírselo a la cara ¿Quién tendría el valor para pedir algo de libertad? Pocas lo hicieron a las palabras, la mayoría de las que quisieron librarse del cuervo lo hicieron a escondidas, de puntitas, entre las sombras. Debajo de la mesa, huían de su afecto opresivo, celoso y posesivo. Buscan un amor menos comprometido, uno que no les encerrará tanto y les redujera a un solo corazón al cual amar.
Del cuervo se han querido encaprichar, quienes se llegan a enamorar de él. Fue una condena, el cuervo no les presto atención jamás, olvidó que le querían. Sintieron la necesidad de gritarle: ¡Yo te amo! ¡Por favor no me dejes, aquí sigo para ti! ¡Que no me dejes te ruego! En este caso, muchas perdieron el valor por sí mismas y dieron todo a cambio por un segundo más con el cuervo, le pidieron su compañía sin jugar a las escondidas, le decían a quien fuera y sobre la mesa: Yo quiero estar contigo y solamente contigo. Ellas querían su afecto celoso, opresivo y posesivo. Buscan un amor más comprometido, uno que les encerrara tanto y les redujera a un solo corazón al cual amar.
Del cuervo se han querido sobrepasar, quienes se llegan a enamorar de él. Fue una tiranía, el cuervo soportó los abusos que exprimieron sus virtudes y evidenciaron sus flaquezas. Sintieron la necesidad de gritarle: ¡A mí me obedeces o te dejo! ¡Aquí se hace lo que yo quiera, pues yo soy tu ama y te he domado como a una fiera! ¡Obedecerás todo lo que te diga, cuando te lo diga, como yo te lo pida! En este caso, muchas lo explotaron, le quebraron sus alas, le patearon y pisotearon el pecho, lo dejaron afuera esperando en el frío desplumado, descubierto. Le vieron la cara, le escupieron a sus buenas intenciones y usaron su bondad para su beneficio. Se dejó llevar por la manipulación y la presión, así se convirtió en idiota. Buscan un amor que les complazca y les traiga recompensas, uno que les sea útil cuando lo dispongan y les amplíe su comodidad para que su corazón esté tranquilo y contento.
Del cuervo han querido lo mejor para su vida, quienes se llegan a enamorar de él. Fue una gloria, el cuervo tuvo en todo momento la oportunidad de volar lejos, pero prefería quedarse a pesar de los defectos y los problemas. El cuervo sintió la necesidad de gritarles: ¡A ti te amo por dejarme libre y permitirme dejarte libre! ¡A ti no quiero dejarte porque te esfuerzas en entenderme y quererme! ¡A ti no te pienso fallar, no te pienso mentir, no te pienso lastimar, te pienso amar y lo haré! En este caso, del que se sabe poco, una sola lo cuidó, lo apoyó y le entregó lo mejor de sí. Le dio ánimos para que emprendiera el vuelo por donde sintiera mejor sus ganas, le enseñó que difícil es amar y fácil es renunciar. Creó sueños, se desilusionó también por su puesto.  Pensó en él y el cuervo pensó en ella, tanto en las decisiones significativas, como en las que llevaban un resabio de simpleza. Ambos se dieron paz, comprensión, afecto y amor. Buscan un amor que les deje, que prospere en la adversidad y en la armonía se intensifique, que les cambie la vida y que el corazón de ambos, no sean los mismos jamás.


domingo, 25 de noviembre de 2012

Filosofía de la sospecha


Asocial, depresivo, polemizante, enfermo. Bisexual y sexualmente activo desde la adolescencia, al comienzo lo mantiene en secreto; pero más adelante los escándalos hacen imposible mantener oculto su secreto. Sus compañeros le odian y lo creen loco, él los cree locos a ellos. Llega a cortarse el pecho con una cuchilla, llega a masticarse las manos y los brazos hasta dejarlos cubiertos de rojizo opaco. Persigue a un estudiante blandiendo una daga, intenta suicidarse arrojándose de su ventana, después de haber fallado el intento de las píldoras. Estos sucesos dan ocasión a su primer encuentro con la psiquiatría; es sometido a tratamiento psiquiátrico, obligado a usar una rudimentaria camisa de fuerza. Pero a la primera ocasión de escape, lo abandona fugazmente. Hace una parada expresa en su hogar, roba sus propios libros y huye, huye tan lejos como puede. Se arrincona en una cabaña acuartelada por abetos y pinos que se van de la vista sin fila, sin orden.
Escribe ensayos sobre la ceguera, le canta a Hitler todas las mañanas el himno nacionalsocialista, enciende una vela todas las noches y le reza a la luna. Para evitar su locura, la perdida de la razón, se perfila en una intrínseca paradoja: él tiene dentro otra alma. Dos seres compartiendo el mismo cuerpo, pero totalmente separados. Él la nombra "Demencia", y ella le nombra "El cuervo".  Sus reivindicaciones literarias, lo llevan a un vacío que desata su infierno, los libros no le complacen más, el impulso de su soledad le hace enjugar deseos de rencor e inquietud. En sí mismo, ha perdido todo valor humano de consideración, él siente que la vida no vale nada e importa poco si se le acaba o no. La dominación de su inconsciente, la evolución de su agitada vida lo dejan mudo y sordo. Todo lo que le queda son sus ojos y esas toneladas de libros. Nos hallamos en el final de una época, que duro pocas huras, el cuervo, contradicho por su propia lengua se transforma en consumidor de conocimiento. La vida ahí afuera es ahora un peligro mortal, nadie puede acercarse a su tertulia con Demencia, nadie puede entrometerse en su frágil mente, ya nadie puede hacerlo.
Aborrece a sus autores favoritos, siente más asco por la humanidad que de costumbre, extiende su rebeldía antinómica y su tradición narcisista del intelecto, deja su ser bebido por el estacionamiento del tiempo...
Representa un asalto a lo humano y a la razón, está ahí arrumbado mordiendo sus labios hasta sangrarlos, sólo, vacío y olvidado. Demencia se ha alejado, ha dejado que muera en su marcha de hacerse el ser vivo más triste y pálido del planeta, ya no está interesada en los debates de filosofía o en las tardes de jugar al manicomio.
De pronto, el cuervo se levanta de su gélido asiento, su mente está cautivada por una alarma, alguien está intentando forzar la cerradura de su puerta ¡Oh qué humano tan desconsiderado podrá violentar su dialéctica interna! Toma un martillo, propugna una advertencia con un grito desgarrado: el agresor, persiste...
Al abrir su puerta, entra una luz que le provoca la decadencia, su esbelto cuerpo se derrama en el piso y todo lo que ve son sus instintos aferrándose a la vida.
-¡Aléjate, sal de mi cabaña maldito humano!-replica sin clemencia.
La sombra se aproxima, una voz incomprensible le restriega en las orejas, el eco de sus pasos acercándose le hacen temblar, ¿Quién está incumpliendo? ¿Cómo ha sido descubierto?
Al amanecer, el cuervo está recostado en una cama, su alrededor es homogéneamente blanco, está en una sala de operaciones. Un médico destapa su cráneo y sus ojos se convulsionan a cada una de las esquinas de la habitación inútilmente, quiere gritar, quiere llorar, quiere volver en el tiempo pero ya es tarde, demasiado tarde.
Los defensores del silencio, le despiertan de su prolongada siesta, al parecer ha vivido en coma más de siete años y apenas recobra la memoria.
-¿Dónde estoy?-pregunta desconcertado.
-A salvo, ya estás a salvo.-una fina voz le responde. Las verdades universales que desprecia le pesan en su frente, le subyagan en los hombros y tratando de apartar el sufrimiento, su mano va a dar a su cuello, a su pecho, a sus mejillas, todo permanece igual.
-Yo vivía en una cabaña, estaba a salvo ahí. Después desperté y vi con mis propios ojos como retiraban la tapa de mi cráneo. Y entonces...-Fue interrumpido por la misma voz de nuevo.
-Entonces despertaste aquí. Lo sé.
-¿Cómo lo sabes? ¿Quién eres?-el cuervo insiste desesperado, su necesidad es conocer la verdad.
-Tú jamás viviste en una cabaña, tampoco despertaste para que te destaparan el cráneo. Y mucho menos despertaste aquí. Nada de eso es cierto, nada de eso sucedió querido.
-¿Y si esto fuera un engaño, si los que intentan engañarme son ustedes y no yo mismo? Yo estoy seguro que todo eso pasó, lo vi, lo sentí.
La voz hizo una pausa. Luego dijo:
-Aún es persistente doctor. Tenemos que reducir el canal eléctrico de las neuronas, lo están oprimiendo.
Sí, me parece razonable. Es necesario correr este riesgo, su salud mental es muy delicada.-inquirió otra voz, en respuesta de la anterior. Más gruesa y masculina.
-¿Qué? ¿Qué van a hacerme? ¿Otro esquizoanálisis? ¡Quiero la verdad y solo la verdad!
-Querido, relájate.-Una mano alcanzó la mano del cuervo y la apretujo con cariño-no te fuerces demasiado.
El cuervo logra tranquilizarse unos segundos, su respiración se aligera.
-Tengo mis sospechas. Dudaré de todo lo que me digan, de todo lo que me rodea, de todo lo que existe, de todo lo que piense. Dudaré de sus aparentes buenas intenciones, dudo ya de sus palabras. No confío en nadie ni nada. Ni si quiera sé porque estoy aquí y ustedes no se prestan a responderme. Tampoco sé cómo terminé convertido en esto y porque he pasado por todo esto.
Los médicos se impresionan. Sus gargantas no pueden hacer replica ante lo que sus oídos escuchan. Sus manos se vuelven contra las batas, uno abandona el cuarto, la otra permanece sentada enfrente del cuervo.
-Vaya que eres persistente. Bien, ¿quieres la verdad? Hemos mentido todo este tiempo, estamos experimentando con tu valioso cerebro. Tratamos de hacer que ya no seas capaz de dudar, que dejes atrás la inquietud y la curiosidad y no tengas más una filosofía de la sospecha-el cuervo se levanta de golpe de la cama.
-¿¡Qué!? ¿¡Todo este tiempo ustedes han estado jugando conmigo y con mi cerebro!? Son unos monstruos ¡Basta ya de mentiras! ¡No puedo resistirlo más! Ustedes acabaron con mi vida... Malditos, los maldigo por haberme hecho esto. -La mujer se alebresta, la energía de su paciente la enloquece y se levanta de su asiento como un torbellino.
-El sacrificio es necesario para el cambio. La evolución de la humanidad depende de ello.-dijo ella agitada.
-¡Evolución ni que su madre! A mí déjenme pensar y usar mi juicio, dejen de encadenarme a que haga lo que ustedes quieren y responda como se les da la gana.-gritaba el cuervo con desesperación.
-Es muy tarde, 98% de la población está sometida a tratamientos de manipulación y dominación psicológica. Son nuestros consumidores, se tragan cualquier estupidez, no cuestiona nada, no reflexionan, solo viven como marionetas obedeciendo lo que el poder les dicta que hagan. ¡Son ciegos e ignorantes! -respondió ella más agitada y desesperada que el cuervo.
-¿Por qué estás haciendo esto? ¿Quién te ha lavado a ti el cerebro? Eres igual que todas, una víctima de la modernidad, una defensora inútil de la razón ¿No te das cuenta que el instinto prevalecerá al final y que ni tú ni nadie podrán cambiar al hombre?
-¿Y a mí que diantres me dices? Tengo que hacerlo, en verdad tengo que hacerlo; tengo que jugar a la modernidad, tengo que estar aquí repitiendo la tendencia de la sociedad, de lo contrario me volvería loca. Tengo que estar aquí con la frivolidad, imitando y hasta siendo parte de ellos. A veces lo disfruto, me encuentro a mi misma disfrutando sus emociones tan falsas y trabajadas, disfrutando mi imagen creada con lo que me gustaría que los demás vieran de mí y supieran de mí, aunque en el fondo no sea nada de eso o esto o aquello. No quiero ser un loca, no quiero estar sola...como tú.-Después de sus palabras, ambos se quedaron callados. Pero el cuervo no podía resistirse a hablar, y no lo hizo. Entonces él hablará y tratará de hacerla cambiar de opinión.
-No. ¿Qué no has leído a Nietzche o a Freud o a Marx? ¡Por Dios, lee a Kafka! Todos estos hombres, llenos de preguntas, llenos de curiosidad y de ganas por entender su mundo; y ustedes vienen aquí a querer cambiarlo, vienen a decirnos quién sabe cuántos cuentos para ocultar la verdad. Quitarnos la filosofía de la sospecha, el placer de dudar de la propia existencia y buscarle un sentido. Eso es grotesco, una abominación. Hasta lo sé yo y mira que he tenido serios problemas.
-¡Lo sé, lo sé! Sé que esto está mal, pero no puedo dejar de hacerlo. Es como si mis instintos me llevaran a ello, como si mi odio me hiciera hacerlo.
-¿Odio? ¿A qué?
-A los humanos. Tan enajenados con falsas promesas, tan brutos e inconscientes. Simplemente no hay forma de dar marcha atrás, tienen miedo a la verdad y es mejor que así sea hasta que mueran.
-La verdad no la posee nadie. Supera la modernidad, deja de creer que el individuo es el modelo para las ciencias. Deja de ser egoísta, de pensar solo en lo que tú sientes.
-¿Disculpa que no eras tú él que se encerró en una cabaña para evitar todo eso? No eres congruente con lo que dices querido.
-Ahora veo las cosas distintas. He entendido mucho en este corto viaje. Indirectamente ha sido gracias a ustedes, en parte. Y creo que ahora tú lo entenderás pronto también.
Ella no dijo nada. Abrió la puerta y pidió que me fuera.
Así el cuervo se despidió, sin decir otra palabra. Fue a vagar por las calles, encontrándose con esa enajenación. Tantas personas sumidas en la tecnología, consumidas en sus propias vidas, sin tener dudas sobre ellos mismos. Cubriendo su vacío con todo lo que pudieran. El cuervo, volvía a ser el mismo, pero ahora, era libre para siempre...

sábado, 24 de noviembre de 2012

El cuervo está solo.

¡No! ¡No por favor! ¡No! ¡Aléjate! ¡Déjame solo! Te lo suplico, no quiero verte, no quiero si quiera pensar en que existes, ¿qué no entiendes? Déjame, no te necesito, aquí ya no existes, aquí tú no eres nadie, ni si quiera sabía que existías... ¡Ya basta maldita sea! ¡deja de susurrar, deja de caminar detrás de mí, deja de hacer que tu sombra se proyecte en la mía! No... tú no vas a irte, no vas a irte porque sabes que te de cierta forma te quiero mucho y más hoy. Esta noche te necesito, sí, sí por favor, ven, ven a mí y sálvame, sálvame que me estoy muriendo aquí yo solo, acariciarme  vamos tócame! siente mi cuerpo languidecer de sufrimiento, bebe mi alma... te lo ruego, no me dejes aquí tan solo ven y siéntate a escucharme, después puedes tragarte mi cuerpo, puedes devorarme y tener el control de él si así lo deseas, pues después de contarte esto... después de confesarte lo que hoy siento, no lo necesitaré más.
Juzga tú esta historia, se mi jurado, se el juez, se el testigo, se el único oyente, y al final de ella, te ruego mi quites la vida, ya no la quiero. Declárame inocente o culpable, ambas, ninguna, pero escúchame,  escucha la historia...
Ahora el cuervo está solo. Lo dejaste solo, tú le has abandonado. ¡Tú! ¡Tú le mentiste! Lo has engañado. Y ahora a mí vienes, buscándolo, es tarde, él de aquí se ha ido. No sé cuándo volverá, si a caso vuelve. No sé si se irá a vivir en soledad, si a caso vive. ¿Por qué lo has abandonado? Él que tanto te ha amado. Yo sé que te ha lastimado, pero ¿ha sido él tan malo? No vengas aquí a buscarlo, no, en serio, no vengas buscándolo porque tú quisiste que él se fuera. Dices que puedes esperarlo, que no te importa si se tarda unos días en correr de nuevo a tus brazos, si le toma una semana sobrevivir sin tu cariño, o una eternidad, tú vas a esperarlo. Aseguras que aquí está su nido, conmigo: estás perdida, su nido, ya no es más mi corazón, tú lo has destruido y serás ingenua si permaneces esperándolo. "No importa, no importa, mi esperanza es que un día él regrese, porque él me ama en el fondo." Eres estúpida ¡Que no regresa te digo! Yo crecí con él, yo le alimenté cuando no tenía autosustento, le dí de mi sangre y mi carne, le dejé gobernar sobre mis acciones, le vi crecer, le vi amarte, lo vi mentir, lo vi llorar, yo lo conozco más que nadie en este universo entero y tú, tú llegaste a él, inofensiva, cariñosa, comprensiva, compasiva, le rescataste de una soledad abrumadora, lo salvaste de su insoportable condena: ser un cuervo que no puede amar; pero tú le enseñaste cómo, tú le diste un corazón y él de ti se enamoro como jamás antes lo había hecho. Entonces el cuervo pudo amar, fue capaz de creer que podía amar y lo hacía, lo hacía. Le diste los mejores momentos de su corta existencia, lo abrigaste en el gélido tiempo de la tristeza, lo abrazaste en el calor de la inocencia, contigo conoció el fruto del misterio, estuvo a prueba cientos de veces. El cuervo temía y temblaba de miedo, al sentir que tu bendito cariño y atención perdía y que se dirigía a otros que no eran él. Te quedaste a su lado tanto como lo deseaste, absorbiste sus bondades, enfermaste sus males, sentiste su pena, encontraste su flaqueza debajo de todas sus plumas, que eran como máscaras del olvido y de lo incierto. El cuervo, de nervios se llenaba con tu presencia, trascendiste en sus memorias y hasta te confeso sus más íntimos secretos.
Te miraba con el infinito amor que le inyectabas, te miraba pensando: "¡Y como la amo!" Tú hiciste de él un cuervo maduro, le llenaste de inteligencia, de sentido de pertenencia: tú eras su hogar, su cobija, su templo. Le hiciste sentir algo más que su luto y su condena, dejo atrás lo que cargaban sus alas. El cuervo por ti dejo de vestir de negro, vestía ya todos los colores que se conocen en la Tierra. Él también encontró en ti su paciencia y no vio jamás principio ni final, ni génesis ni cataclismo, en ti él aspiraba con fuerza a la eternidad.
El cuervo por ti resistía cualquier aspereza, sufría cualquier daño que hiciera falta, él podía entregar su pequeño y frágil cuerpo por tu vida, por tu felicidad.
Tan pronto lo convenciste de lo que sentía, no dudó el cuervo en ser parte de tu universo, del nido que estaba en tu corazón. Sacrificó su viejo estilo de vida, errante, fugaz, solitario e insoportable.
Se olvidó el cuervo de sí mismo, ya no pensaba en él un solo instante, pues tú consumías cada una de sus memorias, todos sus pensamientos, cada uno de sus miseros sentidos. El cuervo olvidó lo que era, olvidó lo que era, pues tú eras lo que él era. Se fue al olvido dividido y entregado. Él se perdió así mismo porque no quería ser él mismo, tú llenabas de gracia y alegría cada uno de sus días, ni se diga las noches cuando contigo se encontraba en la misma ventana. No sabes lo feliz que lo hacías, lo hacías sonreír sin razón, le dabas tú su inspiración, eras como su motor, como aquello que lo hacía ir en contra de la corriente, eras aquello por lo que se atrevía a contradecir a quien fuera, a ir en contra de quien fuera; hasta de mí, que yo era su nido. Aún recuerdo cuando el cuervo te defendió, yo le pedí que se alejara y que te olvidara, entonces él alzó su pico y gritó en lo alto del viento: ¡Yo la amo a ella y ni tú podrás cambiarlo!
No se dejaba vencer por ninguno de mis argumentos, cualquiera que estos fuesen, ni si quiera porque yo tenía la razón todo el tiempo, él siempre se negó a aceptarlo.
Como el cuervo se negaba todo el tiempo, deje que muriera solo, aunque esto me costará a mi perder el corazón. Pero seamos realistas, ese corazón ya no me pertenecía, él te lo dio a ti. Él muchas veces te dejo gobernar sobre sus acciones, te dio sangre de su sangre, te alimento con su propia carne, te cuido cuando tu cuerpo se vencía y tu estabilidad se reducía; se ocupó y preocupó por hacerte feliz, a pesar de lo que le gritaba en sus orejas. No me escuchaba, ni si quiera era él mismo cuervo al que yo le salvé la vida hace algunos años.
Hoy el cuervo está solo, hoy el cuervo se ha ido, ese bondadoso ser se ha marchado de este cuerpo y ahora que me pertenece a mí, ahora que todo es mío de nuevo y yo domino en esta alma y este cuerpo, yo no tendré piedad, ni seré buena contigo ingenua luna, porque yo soy la maldad, yo no siento más que odio y desprecio por todo lo que le rodea a mi amado cuervo. Yo te aplastaré, yo voy a destruir todas tus ilusiones que creaste bajo el nombre del cuervo. Soy la protagonista de esta historia escrita con dolor y mentira, ya no volverás a violentar a mi amado cuervo jamás ¡Yo no te lo permitiré! ¡No dejaré que te acerques maldita humana! ¿Lo entiendes? Es una pena que no lo alcanzarás ni en el infierno, porque no le perdonaré que me haya cambiado por ti, y a penas termine contigo...reza, reza por tu cuervo, lo haré trizas, lo haré sangrar una gota de sangre por cada lagrima mía. Lo encerraré en las sombras de mis tinieblas, estará tan sumido que se quedará ciego y no volverá a mirar de nuevo.
Le degollaré su exquisita lengua, no podrá más besar a nadie, ni si quiera en la quietud de sus labios, voy a quitárselos también. Despedazaré sus alas, no volverá a volar para siempre. Ya no tendrá su pico, mi martillo va a destruirlo. Cada que piense en ti, cada que se arrepienta de que yo mande aquí, recordará con un agudo dolor, quien es Demencia.
Tengo siglos enteros de observar la misma historia una y otra vez. Pero nunca había visto a un cuervo tan maldito, y a una maldita traicionera como tú. Yo soy Demencia, la Demencia del cuervo, la única que va a amarlo para siempre.

sábado, 17 de noviembre de 2012

La carnicería Gore.

Ella tan esplendida y sonriente, con su cabello oscuro, largo y radiante, su piel clara como la luna brillando bajo el nocturno cielo. ¿Qué podía ser mejor? Desde hace algunos meses, he estado esperándola diario en la parada del autobús. Llega como a eso de las ocho de la noche, se sienta y discretamente abre cualquier libro que traiga en su mochila... es magnifica, debe amar en serio leer y yo la apoyo ¿Leer esperando el autobús a tan buena hora para que nazca la noche? ¡Que idea más exquisita! Ella a veces me mira de reojo, es obvio que sabe que yo la miro, porque a diferencia de ella, yo no puedo ser nada discreto y es que, no lo sé, el verla me hace sentir tantas cosas... ¿Cuál será su nombre? No me atrevo si quiera a hablarle, soy tan cobarde enfrente de ella que mis piernas tiemblan, en mi estomago hay una sensación de inquietud, y debo reconocer que aunque me duele en ese instante, también siento un repiqueteo muy lindo. Usa unos agranda ojos como los del doctor Johnson, solo que ella los usa para leer y Johnson para darnos vida. Tiene un aroma rebelde como el grito que se pronuncia en el silencio de lo más íntimo ¿Y sabes qué más? A veces me sonríe en la quietud de sus labios.
Hoy le escribí un poema, espero que funcione y que lo lea. No soy bueno en estos menesteres, si me permiten decirlo, pero use todo mi ingenio e inspiración. Le pedí a mi padre que me regalara un pedacito de su espalda, necesitaba un sitio dónde escribir el poema; afortunadamente él accedió y pude dar lugar a mi poema. Deje el poema justo donde ella se sienta siempre, del lado izquierdo, más cerca del faro para colocarse sus agradan ojos y leer.  Estaba nervioso, bastante nervioso, ¿lo leería? ¿lo vería? 
Ella llegó con un suave caminar, casi nostálgico, casi acariciando con la planta de sus pies la acera. Se detuvo enfrente de mi poema, estaba algo chorreado pero era legible, al menos lo suficiente creo yo. No dijo nada, parecía inmutada, sin si quiera hacer ruido al respirar. Ella confundida  leyó despacio a pesar de que sus manos se colorearon de un rojizo opaco y gritó... ¡Gritó! Arrojó el poema lo más pronto posible, vio sus manos envueltas en sangre, torció el gesto, huyó, huyó tan de prisa como sus pies le permitían hacerlo. Yo me quede sentado del lado derecho, ahí las sombras te escondían en uno de sus abrazos. Mi poema fue un asco. 
Al día siguiente, ella volvió a la parada, llegó cautelosa y con una sonrisa de alivió al no ver nadie cerca, se sentó y se envolvió en su espaciado respirar. Abrió su mochila, sacó un libro, los agranda ojos y se puso a leer. Yo no quería esperar más, si el poema fracasó, tal vez fue porque es una mujer más directa que de letras. 
-Mi nombre es Amun.-dije.
-¿Disculpa?
-Mi nombre es Amun...-estiré la mano y esperé a que la tomara para sentir su piel.
-Ilse-respondió ella y tomó mi mano. En ese instante debieron fusionarse los universos, su piel era tan lisa y suave como lo esperaba, el algodón le tendría envidia a su delicado tacto.
-Creo que mi poema no te gustó. La verdad es un asco.-le dije controlando todos los nervios que en mí volvían. 
-¿Poema? ¿De qué hablas? -Inquirió ella estuchando sus agranda ojos.
-Pues... el poema... tú sabes... el de ayer.
-Amun, mi camión acaba de llegar. Adiós, que pases buena Luna.-Guardó el libro deprisa, despegó sus zapatos del cemento sin aviso, abordó el camión.
Mi cuerpo se avasallo a las tinieblas, mi alma impura se recostaba en un río de tulipanes, esa mano era lo más fino que antes había tocado en mi vida. ¿Podrá ser cierta? ¿Y si es un angel de los que luego habla el tío Ernesto? No pude dormir en todo el día, aún seguía pensando seriamente en aquel ligero contacto, mi mente lo reproducía como si se tratase de una novela romántica: "Y él llegó a su horizonte, se paró enfrente y dijo: Mi nombre es Amun. Ella asistía a su saludo y con el leve rose de su palma, los universos se fusionaban, las lunas de la galaxia se encendían deseando ser contempladas, deseando ser bebidas a cucharadas." Aunque no pude llegar más temprano a la parada de autobús, llegué en el momento indicado. Ella apenas se dirigía hacía allá. 
-Ilse.-le grité para poder alcanzarla.
-Ah... Hola. ¿Cómo me dijiste que te llamabas?-me preguntó con cierta indiferencia, continuando con sus gestos discretos.
-Mi nombre es Amun. 
-Ah sí eso, oye Amun-dijo ella. 
-Ilse, ¿cruzamos juntos? Si el pollo cruzó la calle también podemos hacerlo nosotros.
-Ja ja ¿Pero de qué hablas?
-Tú sabes... la historia del pollo que decidió cruzar la calle.
-¿Te refieres al chiste no? 
-Es una historia...No un chiste. ¡Ahora!-enganché mi brazo al suyo y la hice correr hasta la parada.-¡Eres una gran cruzadora de calles!
-¡Qué diablos te pasa imbécil! Me lastimaste...-ella inspeccionó su brazo-Ay me duele, no tienes cuidado.
¿Le habrá desagradado? ¡Pero sí apenas la toqué! Que cuerpo más ligero y endeble, un cuerpo que moví sin dificultad, sí, se trataba de un cuerpo frágil y de una piel tersa, el cuerpo perfecto para la vida.
-Debo irme Ilse.
-Ándale adiós.-Respondió molesta. 
-¿Quieres que me quede?-pregunté dispuesto a resarcir su dolor.
-Eres muy extraño y me das miedo...
-Si prefieres leer, está bien. Me quedaré sentado a tu lado. 
-Bien, ahora me pareces un enfermo. 
-¿Bien? ¿Entonces me quedó y tú lees? ¡Y yo te observo! ¿Sí?
-Creo que tienes serios problemas psicológicos. No eres normal... eso está bien, supongo.
-¿Cómo así? ¿Vas a leer o no?-Me estaba desesperando, Ilse no respondía mis preguntas y yo no entendía lo que quería decirme.
-Dime una cosa, ¿de dónde eres? ¿no eres de aquí verdad?
-¿Yo? No. Yo no, al menos yo no.-mis nervios me abordaron y mi mal lenguaje, salió a flote-Yo no soy de aquí, no. Yo, creo que yo, no sé de dónde soy es que...
-¿Qué? ¡Cómo no vas a saber! Todos tenemos un sitio, ¿eres vago o qué? No tienes la pinta-respondió ella algo alegre.
-¿La pinta? ¿Quién pinta? Yo conozco un sitio, además de este. Creo que a eso tú te refieres.
-Pareces un poco lento, sin ofender.-dijo disgustada, arrugando su mentón.
-Si quieres puedo ir más rápido.-dije alocado.
-Hazle el favor al mundo, osea, despierta.
Yo la aventé al asiento de la parada de autobús. Su mochila calló en seco, su cuerpo crujió contra el metal y gritó: ¡ Aléjate de mí! ¡Aléjate!
Pero era demasiado tarde. Su voluntad, era que fuera rápido. ¿Eso dijo no? La lleve a la carnicería, el lugar donde vivía toda la familia.
-¡Bienvenido a la carnicería Gore! ¿Qué le vamos a ofrecer hoy?
-Soy yo tío Ernesto, Amun.
-¡Ah usted perdone mijito! Pos es que uno de noche no es clarividente ¿verdad? 
-No pasa nada tío. ¿Está el doctor Johnson? 
-Salió hace rato, que para unos arreglos en el extranjero. 
-Vengo acompañado tío. Te presentó a Ilse. Tiene una piel suave.
-¡Joder que sí me lo vuelves a decir no respondo mijo!
-Quieto ahí. Su voluntad es que yo lo hiciera rápido. 
-¡Que envidia muchacho, que envidia! Ta bueno, nos cortamos al rato mijo.
-Sí, gracias tío. 
Llevé a Ilse al cuarto de bautizo. La sujete a la silla, le amordace la boca siguiendo cada uno de los rituales que me instruyeron. 
-Ilse, habla Amun. Quería preguntarte algo.-ella se retorcía en la banca, apenas logró recuperar su consciencia-Tienes dos opciones. Unirte a la familia Gore o sacrificarte por el bien de la familia. Voy a quitarte la soga para que respondas. ¿De acuerdo?-comencé a retirar la soga-Con cuidado, eso es, casi listo ¡Bien! Ahora sí, ¿qué opinas Ilse?
-¡Dónde estoy! ¡Maldito degenerado, déjame ir!
-Solo responde a la pregunta Ilse. No es difícil. Mira, si tú-Ilse me escupió, y continuaba gritando lo mismo- ¡Bien! Ese es el espíritu de la familia. Si tú te unes a nuestra familia, serás purificada todas las noches por el dolor. Te llenarás de vida, conocerás cada parte de tu cuerpo a la perfección, tu mente emprenderá un viaje inagotable hacía el misterioso mundo del placer.
Ilse guardó silencio. Mis palabras habían conseguido sosegarle. Su llanto, se detuvo. 
-Es un privilegio ser parte de los Gore. Te hacen una abertura de la frente hasta tu órgano reproductor y después te la cosen. Hay cicatrices que no logran cerrarse, pero jamás te acostumbras al dolor que producen, así nunca es monótono. Algunos en la familia prefieren la hambruna, sus estómagos terminan reventando, sus venas apelmazadas se hinchan hasta que la sangre hace que estallen los órganos. Otros prefieren dejar crecer hongos en su piel, pero no es muy común porque la putrefacción no deja que nos comamos sus cuerpos. De eso vivimos y básicamente, vivimos para ello. ¿Qué dices Ilse? ¿Te unes a la carnicería Gore?
Ella escapó la vista a cada rincón de la habitación. Los estacionó en los míos unos segundos, seguía acallada, pero finalmente se animó a hablar:
-La respuesta es no. Te lo ruego, déjame ir.-volvió a llorar-no quiero estar en este lugar.
-Ilse, mi querida Ilse, comenzabas a gustarme más de lo que me gustabas. Pero bien, haz tomado tu decisión. Ojalá y durarás para siempre, porque debes tener un sabor rico en verdad.
Y así fue como aquella chica que conocí en la parada del autobús, fue brutalmente violada, golpeada y masacrada. Sus huesos fueron quebrados una y otra vez. Su encía taladrada, sus pies llenados con agujas hirviendo. Sus ojos extraídos con bonitos tenedores de mesa, sus orejas rebanadas por los dientes de mi tío Ernesto. Yo me acuerdo haberle tallado mi nombre en sus glúteos, en verdad nos esforzamos por darle el mejor de los lugares a Ilse. Siempre me acordaré de ella, pasé una semana excretandola ¿Cómo no iba a pensar en ella? 

domingo, 4 de noviembre de 2012

Pericia en la carta.


Pericia en la carta.
Hasta hace poco para mí los días pasaban demasiado deprisa sin contar que los fines de semana eran una juerga de multitudes y gritos. Entraba directito cada lunes a la estación, unos cuantos consejos, veinte mil palabras cubiertas y de nueva cuenta a la oficina en donde, simplemente se me aborrecía con estadísticas equivocadas sobre el consumo de nuestros productos. Dicen que una chica no debe enviar cartas sin antes recibir una, o bien tener bien en claro que está siendo pretendida por alguien, pues yo pienso todo lo contrarío y a mi punto de vista enviarla es una explosión sencilla pero enriquecedora de emociones.
No les hablare de nombres, usen los de su gusto me referiré a ella como: la chica, y a mí como el joven.
La mañana del martes estuvo de puro dolor, el cerebro mermado por una desvelada que me pase en la sala, estuve solo toda la noche y es que el domingo anterior me regalaron un tequila exquisito exportado de Texas. Sin importar mis pesares, entre en la ducha, me engalane y bueno use una botellita de perfume nueva que tenía guardada hace ya años. Entre a la oficina –buenos días- claro está me gusta saludar. En eso fui interrumpido cuando me dirigía hacia mi cubículo, ¿interrumpido? Más bien salvado.
-¿Ya viste a la nueva? Dicen que es tres veces más loca que la del departamento de informe y atención al cliente.
Mórbidamente volteé a todas partes buscando fenómenos o un espécimen prácticamente, aunque no encontré nada extraño. La interrupción continuó y yo seguía acallado.
-Está justo ahí joven, ¿Qué no la ves? ¡Es casi un esperpento!-Exclamaba el interruptor con desesperación señalando con su dedo índice hacia el complejo de oficina.
No… Nada veía de extraño, aunque sí había algo distinto. Se trataba de una chica, una joven que quizá de unos 18 años armaba un alboroto en, justamente, informe y atención al cliente.
-Se acabo, yo me largo vienes cansado hoy.-El interruptor hizo dengue y dio media vuelta lejos de mi vista.
Despuès, continúe a mi cubículo sin prestar mucha atención a la joven del alboroto. Prendí el computador encendí la antena y cuando estaba salivando para dar el cálido saludo de bienvenida, escuche el jefe me llamaba. Para un empleado la voz del jefe es importantísima, debes memorizar el tono de su voz, la mayor parte de las veces esa voz es pedorra, chillante y bien molesta, casi les puedo asegurar que sin esa voz no se inventa “Walt Disney”.  Me levante, suspendí la función de la pantalla del computador, y exclame: ¡Mande! Así que ya éramos dos con voz alta… Tres con la chica.
-Sí, sí Godínez lleno esto, revise estas formas y me las trae en 15 minutos, ahí lo espero en mi oficina.-Dijo el jefe con esa voz ya bien descrita. Imagínense que mi jefe es chaparrito, calvo y en sima apesta a puro. Claro eso sí, deja tantos segundos cuando habla que da una desesperación de tomarle el cuello con las manos y estrangularlo y…
-Sí señor a la orden.- Respondí. Buen  empleado no es hipocresía, es ser simplemente buen empleado.
Cargado ya con otro estrés, al dirigirme nuevamente a mi cubículo fui interrumpido por tercera vez, para esta ocasión  si reaccione con una sonrisa apretada y la mirada tajante. Era ella,  supuesto esperpento, la que se entendía más loca.
--Hola, disculpa es usted ¿el joven?- Preguntó con una exorbitante curiosidad.
-Sí ¿En qué puedo ayudarle? Respondí de una forma abierta a resolver cualquier inquietud, duda, comentario, etcétera, etcétera.
-Mire, estoy buscando un informe sobre la construcción de este edificio, está construido en, está hecho en… vaya usted  me entiende un lugar in… inapropiado.-Dijo con un poco de mala locuacidad mientras me veía firmemente.
-Sí, sí yo la entiendo pues mire no le prometo mucho pero tengo una forma para conseguir el informe de la construcción, la veo en una semana si usted gusta.
-No, por favor que descortesía la mía. Mire joven, ¿le parece si me envía el informe por correo?
-¿Por correo? De acuerdo, cual es su email.
- 02080. Respondió con entusiasmo.
- ¿02080?  ¿Es Hotmail, Yahoo o qué es?-Pregunte bastante extrañado, los números nunca se me dieron y así en un correo menos.
-No… es mi correo.- Respondió con la misma extrañeza que la mía.
-Ah ya entiendo, disculpa pensaba que…
-Sí, no te preocupes bueno estaré esperando y muchas gracias por la atención. Que tengas un excelente día.
Se fue mientras me dejo grabada su sonrisa en mis ojos, fue algo que no me había pasado antes y desde ahí atesore ese momento.
Trabaje, cubrí lo que tenía que hacer, incluso lo hice mejor, tenía cierto propósito en el que debía conseguir a como dé lugar el informe de la construcción, no me detuve a pensar si eso iba hacer que perdiera el empleo en determinado caso que destruyeran las oficinas, solo quería hacerle ese favor ya que me regalo su sonrisa y… bueno era suficiente supongo.
El jefe quedo agradecido y me dijo lo que jamás creí escuchar en toda mi vida:
-Bien he Martínez, bien.-Dijo mientras hacia la ortodoxa seña del dedo pulgar en alto.
Al salir de la oficina lo primerito que hice fue visitar al maestro de obra Don Choche. Eso es color, lectores en México color es apodo, color es tradición, ¿Qué México no tiene un “Don” encargado de algo en algún lugar? Fui con Don Choche por los planos del edificio, seguramente el los tenía y es que no es tanto que fue el maestro de la construcción, sino que tenía muchos conocidos.
-Don Choche, buenas tardes-noches ¿Cómo está?
-Bien muchacho ¿Gustas café?
-No gracias, vengo a pedirle un favor.
-Adelante joven, ¿qué se te ofrece?
-Quería saber si de casualidad, contaba o tiene en su poder los planos e informe de la construcción del edificio 411.
-No, en este momento no me han llegado, los pedí hace semana y media y van a tardar un poco más. Quería hacerle un estacionamiento ¿te acuerdas?
-Sí lo recuerdo. Vendría genial la verdad. Ese estacionamiento uh Don Choche nos haría el “paro” a todos.
-Pues sobres y manzanas, ¿qué más se le ofrece joven?
-Por el momento es todo, solo en cuanto le lleguen ¿avíseme no?
-Es correcto.
Sin tanta plusvalía en mi reducido léxico me despedí como todo un carnal. Al llegar a mi casa me sentí un poco insatisfecho, el día me lo hizo esa sonrisa de la chica aunque… no pude conseguirle nada útil le escribí para hacerle saber que en una semana y media más o menos, podría llegar lo que necesitaba.
Saque una hoja de un cajón que tenía ya bastante tiempo no abría, cubiertas por el polvo simplemente les sople y con la tinta en la mano derecha comencé a escribir.
“Hola, disculpa tengo una mala noticia. No pude conseguirte el informe, mas tengo otra buena. Puedo conseguirlo en una semana y media aproximadamente, lamento no poder hacer algo para que sea antes, sin embargo cualquier noticia de saber si llega antes te lo hare de saber de inmediato. Además si necesitas algo recurre a Don Choche, dile que vienes de mi parte y te atenderá con gusto. El está a unos 10 m fuera de las oficinas, enfrente del puesto de jugos de Mateo Club.
Por último, en la mañana te vi discutir con la señora que es encargada de informe y atención al cliente. No prestes mucha atención es algo histérica, cuídate mucho y gracias por la sonrisa.
Atentamente El Joven.”
Metí la carta en el buzón y por cierto vaya que hacía harto frío, aunque no fue ningún limitante. Tenía compromiso hecho y quería que todo saliera bien. Después me fui a echar el sueño.
A la mañana siguiente lo primero que me hizo despertar fue el sonido de un tamalero, increíblemente sucedió. Primera vez que me despierta el tamalero. Lo más seguro es que anteriormente tenía sueños abstractos, ahora tan solo soñé en blanco y negro. Recibí una carta que decía justito así:
“Hola.
Muchísimas gracias por la atención, la verdad no se que hubiera hecho sin tu ayuda y cortesía, ojala existieran más personas como tú. Yo esperare lo necesario no te preocupes por eso, además ya me siento más tranquila de que por fin alguien me dio una oportuna respuesta a mis plegarías.
Cuídate mucho. Por cierto hoy pasare a tu oficina de nuevo, me gustaría pedirte un favor cuando te vea allí. Hasta entonces.
Atentamente La Chica.”
Lo primero que hice fue abrir bien los ojotes y leerla de nuevo, salte de la cama y me apresure a engalanarme, perfumarme, tomar mis portafolios y salir disparado a la oficina. En el camión sentí la sensación de que a mi venía una duda, una inquietud que decía dentro de mi cabeza: ¿Por qué la prisa? Es que estaba emocionado, jamás en mi vida había recibido una carta. Digo se siente parecido a recibir un mensaje en “Face Book” pero más coquetón.
Al llegar a la oficina, de nueva cuenta estaba ella en informe y atención al cliente armando el alboroto.
Ignore la causa y decidí no hacer más que mi trabajo, a veces es feo sentirse que eres empleado pero sin este humilde trabajo caerían todos los sectores de producción. Estaba cómodamente haciendo el resumen cuando me tocaron el hombro ¿De quién se trata? Era ella y con esa sonrisa tan suya que tenía me dijo:
-Oye, no te preocupes conseguí el informe.
-Excelente, solo una cosa. Bueno en realidad dos. –Dije con muchísima seguridad.
-Dime.-Respondió mientras sostenía la sonrisa de ayer.
-¿Para qué querías el informe? Y ¿Qué favor ibas a pedirme hoy?
-Para mandar a tirar el edificio, un sismo menor de 3.0 en la escala de Richter podría tirar el edificio como el viento soplándole a las hojas.-Dijo con bastante naturalidad.
-¿¡Qué!? Tirar el edificio… Eso nos dejaría a nosotros sin trabajo.-Comente un tanto exaltado.
-¿Prefieres perder la vida a tu trabajo?-Me interrogo con gracia, alzando la ceja derecha.
-No yo…-Sin palabras claro, me dejo calladito.
-El favor que iba a pedirte es que si pudieras escribirme otra carta, te lo agradecería muchísimo.
-¿Otra? ¿Pero qué diría?
-Platícame algo sobre ti si quieres. Bueno tengo que irme. Que tengas buen día.
Sin más se fue y no pude despedirme de ella me quede perplejo en la expresión de sus palabras, como si el inmenso cielo descendiera un poco a las oficinas para dejar de rascarse con nuestras altas puntas de construcción, como si entonces la calidez del sol entrara por todas las ventanas y endulzara el aire.
Bueno no quise ser descortés o inconsistente, mande otra carta al término de la noche. Se rumora que la noche empieza a mitad a las 12:00pm, para mí es a las 12:00pm que apenas comienza la verdadera oscuridad de la misma. Tome otra hoja y no escribí mucho, solo que guardaba un poco de interés en que hacía, su trabajo quizá, sus intereses. Llego un punto en el que pensaba si quería nuestra seguridad o quedar bien con alguien por lo del edificio. Seguramente un poco de ambas, me anime a preguntarle en la carta sin tanto ajetreo y de forma sencilla. Quedo algo así:
“Bienvenida. La hora es 12:00p.m. Me encuentro escribiéndote la mencionada carta ante hace unas horas. Flacamente se me fue el día en esas estadísticas que siempre me aburren. No sé qué decirte sobre mí, esto es totalmente nuevo ya que no acostumbro usar este medio, es muy bueno y efectivo, recibí tu carta esta mañana en cuestión de horas. Me quede con dudas, ¿Cómo lo lograste? Y bueno ¿Te preocupas por los trabajadores? Ya sabes los de mi edificio, en último plano quería saber si alguien te había enviado a tal labor. Quizá otro día charlemos con más calma, tomando un café o yo que sé.
Cuídate mucho y hasta pronto. ”
Sin mentirles, al día siguiente ya estaba levantándome con un café recién hechecito a ver el correo, mi mayor sorpresa fue que un cuervo custodiaba mi buzón de forma celosa. Demasiado despierto, el cuervo movía la cabeza vigilando a todas partes, pensé en acercarme despacito para no mostrarme como su enemigo pero de inmediato el agacho la cabeza como diciéndome: “te traje algo”. Continué los pasos y abrí el buzón, el cuervo no se movía en lo más mínimo en cuanto vio que tome la carta me asusto con un vuelo desesperado y hermoso entre las nubes polvorosas de gris en la mañana. Fue un suceso extraño y algo alarmante, no era para tanto. Parecía película pero bueno, en fin me adentre a mis aposentos, me tire sobre un sofá comodísimo de terciopelo y color rojo. Observe la carta y no tenía datos de mi dirección solo el número del correo. –Qué raro- me dije mientras la abría. Era de ella, de nuevo me respondió a tempranita hora, esperaba hallar la explicación de cómo es que lograba enviármela en transcurso de horas.
“Hola, muy grato saber que sí me escribiste. La respuesta a tu pregunta es sí, sí me preocupo por los empleados y no solo por ustedes, por otros cientos que están en la misma situación. Todo empezó con un ligero sueño en el que nuestra ciudad, así de colorida como es (-vaya que estamos de acuerdo en eso-me dije) estaba en ruinas. Me constate de que mi sueño era una aproximada realidad cuando, se me fue informado que el gobierno está probando explosiones cerca de la ciudad. ¿No es eso ilógico? Necesito pruebas para demostrarle a nuestro irónico gobierno que es incorrecto esas pruebas, más a costas de la ciudad inestable que tenemos.
La última respuesta creo que fue evidente, no es un cartero quien deja las cartas sino mi otra forma. Mi transformación. Cuídate y gracias nuevamente. Nos veremos hoy de nuevo, lo sé porque pasare a tu oficina a visitarte. “
¿Qué podía decir? Me confundía y de que buena manera. ¿Qué pensaría la comunidad de mi trabajo? ¡Qué estoy demasiado loco yo creo! Ahora tenía más preocupaciones, jamás en mi vida fui valiente pero siempre encontraba el mejor momento para decir las cosas con esa seguridad que desplazaba a los mares. Me iban a quitar el trabajo, la casa no lo sé, espero que no. Era esclavo entonces de sus palabras, las repasaba todo el momento, leí la segunda carta dos veces y note con maña la partecita esa de: “Mi transformación”. Esta chica ve demasiado “Hollywood” yo creo, que ocurrencia decirme o darme a entender, claro porque no soy ningún bobo, que ella es un cuervo aparte de ser humana también.  ¿Será que no me estoy fijando en algo? A saber, me dirigí a la oficina con más dudas que ayer. El camión paso temprano y cuando llegue apenas si estaba Bermúdez el de aseo en las oficinas. Fui el primero y por primera circunstancia en mi vida. Se siente bien y mal, bien porque te van a dar crédito de puntualidad, mal porque no tienes con quien entretenerte.  Espere jugando con una moneda a que llegara la de informe y atención dado que tiene record aquí de ser la más puntual. Llegó y me saludo con su tonito interesante. Cavilé los 4 minutos que pase entretenido con la moneda, que decirle y como preguntarle el chisme de la chica alborotadora.
-Hola, oye no acostumbro preguntarte sobre quienes vienen a pedirte informe mas tengo una duda grandísima. ¿Me ayudas?
-¿Qué necesitas? Apresúrate que tengo que registrar las llamadas de hoy.
-Antier y ayer vino una joven que armó todo un alboroto. Quisiera saber si tienes alguna información de ella.
Sin decirme nada, me entrego una tarjeta y siguió dándole vueltas a las hojas de la agenda mientras les ponía sello.
La tarjeta era muy interesante, un cuervo de portada, nombre, código postal  y… eso es todo. Nada de un número de teléfono o celular cuando menos. Me rasque el cuello, me puse a trabajar y cubrí las horas. La verdad es que no la vi aquel día jueves, me quede esperándola incluso unos 15 minutos afuera de las oficinas, llovió y pude cubrirme apenas con el segundo portafolio vacio.
Le escribí una carta donde mostraba mi alterna preocupación y además entendiéndola sin reclamos que ella pudo haber tenido cierto inconveniente, le mostré mi inquietud de que en determinada situación podían entonces tirar mi hogar también, que digo el mío, sino el de muchas otras personas. Mire la tarjeta antes de dormir fijamente, de nuevo esa portada con un cuervo, su nombre y el 02080.
Quede dormido, totalmente perdido me canse bastante y es que ahora no tuve mucha motivación, guarde en mí la idea de que vendría y eso me alentaba pero al ver pasar las horas sin su llegada el ánimo fue disminuyendo. La verdad no recuerdo mucho sobre que escribí en la carta que envíe, recuerdo mencione lo impresionado que estaba de los datos y bueno de la presentación, del cuervo de esa tarjeta.
Unos ligeros golpes en el cristal de mi ventana hicieron que me despertara, mi sueño fue absolutamente en blanco y negro. Volteé hacia la ventana  y me asuste pues de nueva cuenta estaba ese cuervo de la mañana anterior que reposaba  belleza en mi buzón. Golpeaba con su pata la ventana y en la otra tenía un sobre, me impacte al ver la habilidad de aquel animal para entender su misión; le abrí la ventana y deje que entrara, arrojó la carta a mi cama, me miro y agacho de nuevo la cabeza y le acaricie como el día anterior, como una forma de darle las gracias. Se marcho de forma espeluznante dejando dos plumas que se cayeron de su plumaje, mientras estas plumas espejeaban la reciente llegada de los rayos prematuros del sol naciente. Una carta que de nueva cuenta no tenía ningún dato, solo mi número de correo, la primera cuando menos contenía mi dirección.
“Hola, oye discúlpame tuve una complicación, tenía que atender la demanda que puse hace dos días y no pude asistir a la oficina donde trabajas. Sé que suena extraño ya que me hubiese gustado demasiado visitarte. De cualquier forma te aviso, si van a reconstruir las oficinas donde trabajas, tendrás que mudarte también. Tu hogar será removido junto con la zona de percance en unos 50 m a la redonda. Si tu quieres, puedes quedarte a vivir conmigo en lo que consigues donde ubicarte, con respecto al trabajo ¡bueno! Terminada la presentación de mi demanda formalmente me di la tarea de buscarte un puesto en una estación del Instituto Panamericano. Sé que no es mucho, ni lo que tenías pero es bueno para empezar. Otro detalle, no escribo en mi tarjeta más que el código postal y mi nombre ya que no me gusta depender mucho de la tecnología, siento que estamos demasiado atados a ella y siempre es mejor recurrir a los ancestrales métodos, a esos que encantan y se respiran a libre alegría, no caprichosa.  
Te doy mi disculpa de nueva cuenta y espero puedas responderme pronto. Cuídate y por último, hoy a las 11:00 a.m. comienza la reconstrucción de la oficina. La unidad habitacional donde vives se remueve apenas pasada la semana, cualquier cosa escríbeme. “
De acuerdo, ahora sí estaba que se me salía la alegría hasta por las orejas. Mi superstición me detenía un poquito y es que era demasiada confianza, tan pronto que bueno si estaba algo confundido, además poco sabía si hoy la vería así que a la incertidumbre más vale darle prisa. Me engalane con traje de gala, perfume no guardado ni antaño, un aroma fresco y vespertino. Llegue a las oficinas a las 10:00 a.m. y ya estaba todo el cuerpo de trabajo afuera, quejándose, haciendo señas obscenas, gritando y abucheando al equipo técnico de demolición que a mi parecer, solo esperaban el sí para comenzar. Mi jefe, esa voz pedorra que les platique, sonó como un digno reproche.
-Godínez, ¿usted sabe quién es el responsable de todo este teatrito?-Dijo con molestia y antipatía.
-No señor, no lo sé.
-A usted se le vio platicando en dos ocasiones y muy a gustito, con la joven del alboroto. Las malas lenguas Godínez Martínez escuche bien, dicen que ella mando a hacer todo esto. Si usted no me dice la verdad, olvídese de…
Sí, lo interrumpí antes de que soltara o se le ocurriera si quiera insultar a la chica.
-Mire señor, jefe, ya le dije no sé nada.  Tengo suficiente para que usted se sienta libre de molestarme.-Dije con entereza. Entereza del más débil, genial.
-Entrégueme en este momento su celular, su computadora portátil, su Ipod, su reloj y las llaves de su auto.-Dijo mientras se le coloraba, gracias México colorido, su rostro a rojo.
-Aquí tiene, al fin que la tecnología a mi no me maneja, yo la manejo.
Le entregue todos los aparatos con una buena sonrisa, mi sonrisa era justo como la de la chica que me escribía las cartas, pude vérmela en un charco mientras caminaba a mi casa.
Al llegar, lo primero que hice fue sacar una hoja del cajón, tinta y a escribir.
“Hola, oye se siente tan bien despedirse de todos los aparatos que carga uno. Justamente me los quito el jefe, porque le dije que no sabía nada de la reconstrucción de las oficinas. Estaba demasiado molesto y no me satisfice su molestia, sino que gracias a ti aprendí a ser yo otra vez. Por cierto, sería muy descortés y pelafustán de mi parte irme a vivir a tu hogar, incluso con que me buscaste el empleo es más que suficiente. No te disculpes porque no pudiste venir el día de ayer, lo has hecho aquí dentro del pensamiento y claro, a través de tus cartas. Que pericia la tuya para llegar justo a cautivar mis emociones.  Iré en este momento al Instituto Panamericano a revisar el trabajo, así en cuanto más rápido mejor podre conseguirme un sitio. Sin necesidad de causarte molestias, te agradezco.  Buen día y te escribo al rato, por ahí de la noche. Cuídate.”
Deje la carta en mi buzón, y di marcha al Instituto. Me recordé, que el jefe me pidió las llaves y se las di, el inconveniente es que el carro está en la cochera y sin gasolina. Así que tome el camión y al ser temprano llegue a buen momento.
Les resumo lo que ahí paso, me dijeron –bienvenido- me ubicaron en un cubículo con muchas fotografías de la chica y pensé que era el de ella, aunque un tal Ceballos me comentó que así lo dejo hecho para mí. Trabaje como nunca antes, con esmero y sin ser aburrido por cifras, ni números, nada podía incomodarme era demasiado afortunado y quien iba a pensarlo, me quede preocupado por mis demás compañeros de trabajo. AL salir del Instituto, tome el camión de regreso y también tome del cubículo una foto de la chica, la quería guardar en mi cartera pero no la llevaba, así que no saque la mano de mi bolsillo en ningún momento pues para cuidarla y evitar que se dañara.
Entre en mi casa, un poco menos animado y estaba allí ella, la que había visto días anteriores ya estaba dentro. En mi mesa que me regalaron unos amigos al independizarme y vaya que postura tenía. Ella, en su transformación, no tenía una carta para mí esta vez, pero si algo distinto en la forma de su mirada. Deje el saco finísimo en el colgante y me senté en la mesa a unos cuantos centímetros cerca de ella. Estuve mirándole unos 2 minutos hasta que solo dije: “Hola, ¿eres tú verdad?” No se afligió, movió la cabeza a los lados como un buen córvido y voló alrededor de mi casa, hasta que finalmente se marcho por la ventana que olvide cerrar. -¡Qué descuidado soy! Me dije y cerré la ventana. Me pareció extraño que no trajera una carta consigo, tal fue mi sorpresa que al llegar a mi habitación estaba ella sentada en donde escribía las cartas que le enviaba.
-¿Qué haces aquí? ¡Qué sorpresa más agradable!-Pronuncie.
-Bueno, te preguntas como entre, no fue sencillo tus ventanas son algo pequeñas, y aunque me sentí algo estúpida al principio pensé en lo significativo que sería.
-Ya que estas aquí, dime ¿a qué se debe el honor a tu visita?
-He venido en persona a dejarte la carta más importante que puedo darte esta semana.
-Me tienes atónito, eso ha hecho más que interesante la semana. Has llenado de vida a este joven que no pasaba de lo que avezaba.
-Bueno, es que tú me has tenido en la misma posición. Confieso sin arruinar el contenido de mi carta que, estoy perdida entre lo que se llama amor, en y amiento. Así sucedió y me lo dicta el corazón nadie más.
Me quede con una sonrisa interna en la que podía aventar todo por la ventana de tanta euforia.
-Gracias, esto es como de película.
-Ojala no sea una película de romance porque en este momento estaría besándote.
Joder, que intensidad, que dialogo, mi corazón temblaba entre segundos más latidos y bla bla bla. Suspire profundamente y al verme dominado por ella solo dije:
-Lo descubriremos al leer esa carta, por el momento es algo tarde y me preocupa que andes sola por la calle y a estas horas. ¿Me permites acompañarte?
-Solo si sabes volar.
-No ¿qué clase de afirmación es esa? No soy un súper héroe ¿Cómo voy a volar?




Ella sonrió como el primer día en que le conocí, se salió de mi cuarto y abrió la puerta de la entrada de la casa.
La seguí cautelosamente y entonces sin ver mucho se perdió entre el viento. Me sentí demasiado ciego, ya que de un momento para otro el único rastro que dejo fueron de nuevo dos plumas negrizcas y plenamente relucientes. 
Cerré la puerta, y deje la ventana abierta por si deseaba regresar aquella ave negra. Corrí al cuarto y vi la carta, la abrí y me senté a leerla.  Decía así:
“Hola, las palabras son pobres para expresar lo que hoy siento, he hecho mucho está semana y ha tenido sentido desde que una persona tuvo corazón para mirarme y verme como realmente soy. Sin juzgarme por mi apariencia física, sino por valorar lo que llevo dentro. No tuve miedo al insistir, pues ese sentimiento que conecta a las personas, ese que te dice que es un buen amor el que ahí se encuentra. No es cavernícola creer que si hay esperanza para todos, cada quien ejemplificativo con su mar a quien alagar.  Me viste con esa cara, tan tuya que atrapo mis sentidos, guarde la calma porque quería impresionarte. Muchos me tomaron como un ser extraño y solo tú me has hecho sentir la chica más normal e interesante de todas.
Gracias, nos veremos pronto. Mi joven cuervo “
Esto si me pareció demasiado extraño, es que yo no notaba nada de anormal, para mi físicamente era una chica digamos atractiva, con una bonita sonrisa y además ese perfil que la hacía genuina. Definitivamente debía haber algo extraño, problemas de autoestima o una trampa. Fue demasiado apresurado, pero si dudaba, si mi mente dudaba entonces echaría todo a perder.  Acepte como un caballero y me dije, caray tengo toda la vida para conocerla de precipitado solamente tiene la sinceridad. Sin mucho más que pensar cerré la carta y la guarde con las demás. Como ella dijo afirmativamente que nos veríamos pronto entonces decidí preparar yo una sorpresa. Le escribí mi carta definitiva en persona.
Al día siguiente me levante y me recordé que era sábado, gracioso sábado de descanso. Aunque en el Instituto Panamericano se me recordó que podía o no ir en sábado o domingo, que la diferencia estaba en que si voy sábado, no voy domingo, si voy domingo… bueno ustedes entienden. Si ella dijo que nos veríamos pronto se refería seguro al trabajo, así que sí fui.  La gente me veía distinto, como si rumoraran a mis pasos, secreteaban mi porte, me arregle como acostumbraba y no era precisamente algo físico lo que arañaban sus palabras.  Sentía tanto sus miradas, a diferencia de ayer que actuaron tan cordiales y sumisos.  –Buenos días- dije un poco temblante en camino hacia mi cubículo. Al llegar, ya no había adornos, nada de fotografías de ella, únicamente una nota pegada a mi escritorio. “Hoy no nos podemos ver, lo siento” Era ella, ¿quién más podría? Bueno, suspire y me puse a laborar como debe de ser, pero fui interrumpido por un señor de bajita estatura que al parecer estaba subido en su silla.
-Oye, ¿de verdad te ayudo la chica a que encontraras este trabajo?
-Así es amigo, gracias a ella pude sacar trabajo rápido y lo necesito porque no tardan en tirarme la casa.
-Bueno, ojala encuentras algo pronto.
-Gracias…
-Oye ¿qué es de ti?
-¿Qué cosa?
-Vaya que si es una cosa, un monstruo diría yo.-Dijo mientras soltaba un espaciado carcajeo.
-No sé de qué me hables, pero debe estar divertido.
-De ella, la chica quien te ayudo al trabajo.
No dije nada más, los próximos 10 minutos ignore una sarta de comentarios muy ofensivos y no tanto para mí, sino para ella, debo reconocer que tiene una forma misteriosa de ser juzgada, todo mundo la ve demasiado horrible, además se aparece cada que es bueno. Un misterio, no me importaba mucho lo que la gente decía, era mi enigma más preciado.
Sin alargar mucho, regrese a mi hogar con la carta definitiva en mis manos, lo que no me di cuenta es que me seguían y lo supe porque al llegar a mi casa, de inmediato pude ver la sombra de alguien.  Al girar, no se trataba más que del soplar del viento y el frío de mis manos. Sin embargo cuando confiado estaba que confundido me encontraba, otra de sus sorpresas a mi llego. Una vez más su transformación, aunque para mi mala fortuna sangraba, sus alas estaban rotas y cuarteadas, se encontraba en el piso luchando por ponerse en pie. Le mantuve la mirada unos segundos, alentándola a que lo lograra, no quería intervenir en un rito tan sagrado de lucha, mas al ver su impotencia asumí que ya no podía quedarme más tiempo de pie. Le levante y cure las heridas como si se tratase de una persona, que cosas digo, claro que es una persona.  Quedó sin movimiento, el cuerpecito de aquella transformación córvida solo respiraba en voz baja, le deje en un cojín de la sala esperando a que despertara; me senté en el sofá que quedaba justo enfrente vigilando su sueño, tratando de apaciguarla con mi pura estancia. No hacía falta, trabaje de más para poder olvidar un poco la tensión de que no la vería y caí rendido. Me dormí en el sofá sin moverme. Nadie me despertó, fui yo quien en desesperación desperté de forma agitada y enervante. Seguía allí pero completamente desnuda, era ella. La cubrí de inmediato con mis cobijas, y la recosté mejor de la mala postura que tenía, respetando su cuerpo claro.
Entonces déjame ver si entiendo, me enamore de una córvida persona, una mujer que se hace cuervo a disposición, que lucha por el bienestar de la gente, que es de una época en la que no le gusta abusar de la tecnología y por si fuese poco le gustaba escribir cartas. Cuide de ella hasta que pudo despertarse; despertó temblando, asustada, horrorizada, y con mucha confusión en sus espumeantes miradas.
-Tranquila, no ha pasado nada, todo está bien.-Intente sosegarla mientras guardaba una distancia considerable.
Me miro fijamente y por un momento pareció que olvidó todo lo que sucedió. No es buen momento para mi carta pensé.
-Lo es, es buen momento.-Me dijo,
Bien ahora el que tenía miedo era yo, como me leyó la mente, no es que fuese supersticioso pero leí en una cadena del Hotmail que sino reenviaba un angelito iba a tener tenebrosas próximas dos semanas. Estaba en el término de la primera, la segunda quien sabe.
Le di la carta, y sabía que tenía sobre todo pericia en lo que decía.
La abrió y la leyó fijamente, con ardua atención un tanto más tranquila.  Ella me tomo de la mano y me dijo, cierra los ojos. Pensé en ese momento que iba a ver un beso, estaba demasiado penoso porque lo que escribí ahí fue demasiado declarativo. No pensaba mal, me beso y en ese beso me perdí completamente, el cuerpo dejo de sentir un orden, ya no me guiaba por algo físico sino por lo que dentro de mí se asomaba como si naciera un nuevo yo. Un albor, un arúspice que me tomaba entre sus manos. ¿Tan pequeño era? Sin ver más atrás de lo que había, era todo un complejo nuevo de alas negras y reluciente pico fino. Ella y yo, éramos entonces dos córvidos. Volamos a lo lejos de la ventana, la casa y nos separamos cientos de metros de distancia de ella. Me di cuenta de dos cosas, que me despegue tanto de los bienes materiales que solo me encontré a mí mismo, a mi otra forma animal esa que es juzgada como un esperpento solo por ser diferente. Además comprendí que el amor vuela a todas partes, siempre y cuando se esté doblemente dispuesto a que llegue por ambas personas.