Hoy le escribí un poema, espero que funcione y que lo lea. No soy bueno en estos menesteres, si me permiten decirlo, pero use todo mi ingenio e inspiración. Le pedí a mi padre que me regalara un pedacito de su espalda, necesitaba un sitio dónde escribir el poema; afortunadamente él accedió y pude dar lugar a mi poema. Deje el poema justo donde ella se sienta siempre, del lado izquierdo, más cerca del faro para colocarse sus agradan ojos y leer. Estaba nervioso, bastante nervioso, ¿lo leería? ¿lo vería?
Ella llegó con un suave caminar, casi nostálgico, casi acariciando con la planta de sus pies la acera. Se detuvo enfrente de mi poema, estaba algo chorreado pero era legible, al menos lo suficiente creo yo. No dijo nada, parecía inmutada, sin si quiera hacer ruido al respirar. Ella confundida leyó despacio a pesar de que sus manos se colorearon de un rojizo opaco y gritó... ¡Gritó! Arrojó el poema lo más pronto posible, vio sus manos envueltas en sangre, torció el gesto, huyó, huyó tan de prisa como sus pies le permitían hacerlo. Yo me quede sentado del lado derecho, ahí las sombras te escondían en uno de sus abrazos. Mi poema fue un asco.
Al día siguiente, ella volvió a la parada, llegó cautelosa y con una sonrisa de alivió al no ver nadie cerca, se sentó y se envolvió en su espaciado respirar. Abrió su mochila, sacó un libro, los agranda ojos y se puso a leer. Yo no quería esperar más, si el poema fracasó, tal vez fue porque es una mujer más directa que de letras.
-Mi nombre es Amun.-dije.
-¿Disculpa?
-Mi nombre es Amun...-estiré la mano y esperé a que la tomara para sentir su piel.
-Ilse-respondió ella y tomó mi mano. En ese instante debieron fusionarse los universos, su piel era tan lisa y suave como lo esperaba, el algodón le tendría envidia a su delicado tacto.
-Creo que mi poema no te gustó. La verdad es un asco.-le dije controlando todos los nervios que en mí volvían.
-¿Poema? ¿De qué hablas? -Inquirió ella estuchando sus agranda ojos.
-Pues... el poema... tú sabes... el de ayer.
-Amun, mi camión acaba de llegar. Adiós, que pases buena Luna.-Guardó el libro deprisa, despegó sus zapatos del cemento sin aviso, abordó el camión.
Mi cuerpo se avasallo a las tinieblas, mi alma impura se recostaba en un río de tulipanes, esa mano era lo más fino que antes había tocado en mi vida. ¿Podrá ser cierta? ¿Y si es un angel de los que luego habla el tío Ernesto? No pude dormir en todo el día, aún seguía pensando seriamente en aquel ligero contacto, mi mente lo reproducía como si se tratase de una novela romántica: "Y él llegó a su horizonte, se paró enfrente y dijo: Mi nombre es Amun. Ella asistía a su saludo y con el leve rose de su palma, los universos se fusionaban, las lunas de la galaxia se encendían deseando ser contempladas, deseando ser bebidas a cucharadas." Aunque no pude llegar más temprano a la parada de autobús, llegué en el momento indicado. Ella apenas se dirigía hacía allá.
-Ilse.-le grité para poder alcanzarla.
-Ah... Hola. ¿Cómo me dijiste que te llamabas?-me preguntó con cierta indiferencia, continuando con sus gestos discretos.
-Mi nombre es Amun.
-Ah sí eso, oye Amun-dijo ella.
-Ilse, ¿cruzamos juntos? Si el pollo cruzó la calle también podemos hacerlo nosotros.
-Ja ja ¿Pero de qué hablas?
-Tú sabes... la historia del pollo que decidió cruzar la calle.
-¿Te refieres al chiste no?
-Es una historia...No un chiste. ¡Ahora!-enganché mi brazo al suyo y la hice correr hasta la parada.-¡Eres una gran cruzadora de calles!
-¡Qué diablos te pasa imbécil! Me lastimaste...-ella inspeccionó su brazo-Ay me duele, no tienes cuidado.
¿Le habrá desagradado? ¡Pero sí apenas la toqué! Que cuerpo más ligero y endeble, un cuerpo que moví sin dificultad, sí, se trataba de un cuerpo frágil y de una piel tersa, el cuerpo perfecto para la vida.
-Debo irme Ilse.
-Ándale adiós.-Respondió molesta.
-¿Quieres que me quede?-pregunté dispuesto a resarcir su dolor.
-Eres muy extraño y me das miedo...
-Si prefieres leer, está bien. Me quedaré sentado a tu lado.
-Bien, ahora me pareces un enfermo.
-¿Bien? ¿Entonces me quedó y tú lees? ¡Y yo te observo! ¿Sí?
-Creo que tienes serios problemas psicológicos. No eres normal... eso está bien, supongo.
-¿Cómo así? ¿Vas a leer o no?-Me estaba desesperando, Ilse no respondía mis preguntas y yo no entendía lo que quería decirme.
-Dime una cosa, ¿de dónde eres? ¿no eres de aquí verdad?
-¿Yo? No. Yo no, al menos yo no.-mis nervios me abordaron y mi mal lenguaje, salió a flote-Yo no soy de aquí, no. Yo, creo que yo, no sé de dónde soy es que...
-¿Qué? ¡Cómo no vas a saber! Todos tenemos un sitio, ¿eres vago o qué? No tienes la pinta-respondió ella algo alegre.
-¿La pinta? ¿Quién pinta? Yo conozco un sitio, además de este. Creo que a eso tú te refieres.
-Pareces un poco lento, sin ofender.-dijo disgustada, arrugando su mentón.
-Si quieres puedo ir más rápido.-dije alocado.
-Hazle el favor al mundo, osea, despierta.
Yo la aventé al asiento de la parada de autobús. Su mochila calló en seco, su cuerpo crujió contra el metal y gritó: ¡ Aléjate de mí! ¡Aléjate!
Pero era demasiado tarde. Su voluntad, era que fuera rápido. ¿Eso dijo no? La lleve a la carnicería, el lugar donde vivía toda la familia.
-¡Bienvenido a la carnicería Gore! ¿Qué le vamos a ofrecer hoy?
-Soy yo tío Ernesto, Amun.
-¡Ah usted perdone mijito! Pos es que uno de noche no es clarividente ¿verdad?
-No pasa nada tío. ¿Está el doctor Johnson?
-Salió hace rato, que para unos arreglos en el extranjero.
-Vengo acompañado tío. Te presentó a Ilse. Tiene una piel suave.
-¡Joder que sí me lo vuelves a decir no respondo mijo!
-Quieto ahí. Su voluntad es que yo lo hiciera rápido.
-¡Que envidia muchacho, que envidia! Ta bueno, nos cortamos al rato mijo.
-Sí, gracias tío.
Llevé a Ilse al cuarto de bautizo. La sujete a la silla, le amordace la boca siguiendo cada uno de los rituales que me instruyeron.
-Ilse, habla Amun. Quería preguntarte algo.-ella se retorcía en la banca, apenas logró recuperar su consciencia-Tienes dos opciones. Unirte a la familia Gore o sacrificarte por el bien de la familia. Voy a quitarte la soga para que respondas. ¿De acuerdo?-comencé a retirar la soga-Con cuidado, eso es, casi listo ¡Bien! Ahora sí, ¿qué opinas Ilse?
-¡Dónde estoy! ¡Maldito degenerado, déjame ir!
-Solo responde a la pregunta Ilse. No es difícil. Mira, si tú-Ilse me escupió, y continuaba gritando lo mismo- ¡Bien! Ese es el espíritu de la familia. Si tú te unes a nuestra familia, serás purificada todas las noches por el dolor. Te llenarás de vida, conocerás cada parte de tu cuerpo a la perfección, tu mente emprenderá un viaje inagotable hacía el misterioso mundo del placer.
Ilse guardó silencio. Mis palabras habían conseguido sosegarle. Su llanto, se detuvo.
-Es un privilegio ser parte de los Gore. Te hacen una abertura de la frente hasta tu órgano reproductor y después te la cosen. Hay cicatrices que no logran cerrarse, pero jamás te acostumbras al dolor que producen, así nunca es monótono. Algunos en la familia prefieren la hambruna, sus estómagos terminan reventando, sus venas apelmazadas se hinchan hasta que la sangre hace que estallen los órganos. Otros prefieren dejar crecer hongos en su piel, pero no es muy común porque la putrefacción no deja que nos comamos sus cuerpos. De eso vivimos y básicamente, vivimos para ello. ¿Qué dices Ilse? ¿Te unes a la carnicería Gore?
Ella escapó la vista a cada rincón de la habitación. Los estacionó en los míos unos segundos, seguía acallada, pero finalmente se animó a hablar:
-La respuesta es no. Te lo ruego, déjame ir.-volvió a llorar-no quiero estar en este lugar.
-Ilse, mi querida Ilse, comenzabas a gustarme más de lo que me gustabas. Pero bien, haz tomado tu decisión. Ojalá y durarás para siempre, porque debes tener un sabor rico en verdad.

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