jueves, 18 de octubre de 2012

El último cuervo en pie.

Para Demencia. Un ser hermafrodita de talentos incomparables, de virtudes irrefutables y de corazón valiente. Cualquiera que haya sido tu época, tu nombre o tu vida, gracias por reencarnar en la mía.
El último cuervo en pie.
-De ninguna manera diría algo así. -replicó ella en extendido acento de la última palabra.
-Ja ja lo sé. Es que todo es tan perfecto cuando yo estoy contigo...-dice él tan seguro y sin  asombro.
- Ay ¿En verdad lo piensas así?-ella cristalina su esperanza en un retoque de sus párpados.
-Sí. Un magistral sueño eterno, así cualquier día es bello compartido a tu lado.
Ella sonríe. Toma sus manos y las enreda suavemente en su cintura. Le propaga un beso que hace un suave eco, se repiten los contactos con efusión y sentimiento. Dos almas ahí detenidas en el tiempo, cruzadas en una realidad del "te amo" y el "para siempre." Entretenidas en los jugos de sus almas, en los vientos que traen dentro sus cuerpos, agazapados en las sombras proyectadas de sus figuras atrevidas. Enraizados por el veneno de sus "te quiero" y encaprichados con las miradas que con el silencio obligan de nueva cuenta al proceso de los besos. 
-¿Por qué? ¿Por qué me gustas tanto?-pregunta él desconcertado, sin borrar de su máscara la sonrisa hecha estatua.
-De todos, eres el mejor, porque me tratas bien. Porque me cuidas y entre tus brazos yo me siento muy protegida.-responde ella incitando las caricias, devolviendo el calor a las equinas frías de las neuronas.
-¿Y ya viste la película que te comenté el otro día?-pregunta él controlando la llama de sus demonios, encendidos cual noche llena de luna.
-¿Cuál? ¿La del espantapájaros? 
-Esa misma.
-No, es que de todas formas pienso que sería más bonito verla contigo. Así los dos bien juntitos.
Él ahora es el que sonríe con una paciencia diminuta.
-Suena bien, bien. Ayer hable con los cuervos del refugio otra vez.-él le responde alegre.
-¿De nuevo? ¿Y a qué horas fuiste?
-Pues, como a eso de las 10 de la noche. 
-¿Por qué tan tarde?
-Es que a esa hora cierran el refugio y yo entro a escondidas. 
Ella se detiene un instante, lo replantea en sus cráneos con un suave disgusto. Lo repiquetea con una mueca torcida, el ceño fruncido.
-Pero es que es muy noche, no me gusta que vayas ahí tan noche.
-No pasa nada. Son... cuervos, yo les quiero. En verdad les quiero.-dijo él seguro sin retirarle los crédulos ojos de los opuestos, los de ella.
-¿Más que a mí?-pregunta ella alzando sus cejas. 
-No obviamente no. Podría hacer un monologo si quieres de porqué te quiero más a ti que a ellos. 
Ella lo besa con fuerza, pos moderna ternura, clásica paz, alucinante tertulia, prolijo plañidero, dudoso instante de éxtasis y reclamación de los pantalones de él por ser tan apretados. Reclamación de ella en su falda por ser tan larga y sus manos tan cortas. Entrevistas de pieles con acercamientos ofensivos, estridentes recelos de pánico en sus allegadas masas que generan toda clase de gestos de sorpresa e incitación. Se teje un enigma insoportable : ¿Rozaremos tus muslos con los míos aquí en el transporte público? ¿Invadiré tus piernas con mi cañón de carne y hueso? ¿Sentirás la exclamación de mis adentros si se incrusta contra las montañas de tu pecho? ¿Tus fosas nasales activaran una señal de ansias y deseo? 
-Jamás olvidaré este día.-insistió él con la mirada. 
-Obvio yo tampoco. Pero hay algo en serio que me preocupa.
-¿Qué cosa?
-Pues tus cuervos esos. Te hacen esforzar tu cerebro demasiado...
Él ahora se detiene sin instante, no lo replantea en sus debates internos, no lo repiquetea con sus torcidos gustos y placeres.
-Mi cerebro está bien. Mis cuervos están bien. Cuando estoy con ellos, mi alma por fin logra alcanzar volar, la jaula del adiós se rompe y respiro una vez más en el limbo del tiempo.
-"Wow" Se ve que te gustan mucho.
-Sí...
-Está bien mi cuervo, ya en la que sigue tenemos que bajar.
-Pero antes dame un último beso. ¿Anda sí? Es que...
Ella le interrumpe con sus labios, le hace sentir la  complicidad de nuevo. Son dos bendiciones en un solo arreglo, el beso que excita a otro beso, y el beso que se graba en los cuarteles de su boca. 
-Somos bien besucones nosotros dos ¿no crees?-intuye él con un asalto a las espaldas de ella, su ejército representado por su mano le invade parte del llano campo de la espalda. 
-Algo.-respondió ella dejando correr sus ojos a las mesetas de un punto muerto.
-¿Cómo que algo? Nos encanta perdernos en ese intimo instante, certero nacimiento del amor que nos tenemos.
-¿Nos?
-¿Osea que a ti no? Bueno a mí sí.
-Ja ja es solo broma, me encanta tu violencia, la forma en la que me alagas, los cumplidos que me haces en cualquier cosa. Me gustas de veras. 
Él hace una sonrisita boba, sus mejillas se estiran con agujeros redonditos y pequeños.
-Bueno, adiós ya me voy.-resuelve ella en un tímido movimiento de su palma estilo péndulo. 
Un cuervo volando a lo lejos se aprovecha y deja caer su corpulencia en sus ojos. Le miran ambos, él sin extrañeza, ella molesta.
-Que raro ver un cuervo de la nada.
-¿Por qué?-pregunta ella arrojando como soga su brazo al de él. 
-Es que no son mucho de estar con la gente. 
-¡Ajá! Ya te descubrí mentiroso.-jala ella la soga y se despide de la cercanía que unía sus sombras.
-¿Qué? 
-Sí, sí, no te hagas el que no sabe. ¿Trajiste a este cuervo para que me espiara? -pregunta enfadada ella.
-No. Yo ni si quiera puedo hacer eso, como crees.-comenta él estupefacto.
-Uy sí, ahora te harás el santito ¿no? Estoy cansada de tener que aguantar esos pájaros por donde quiera que yo ando. Me siguen a todas malditas partes.-ella hace dengues a cada extremo de sus horizontes, su molestia incrementa como un soneto maldito traído de alguna aula del infierno.
-¿De qué estás hablando? Confieso no saber de qué podrías estar sentenciándome ahora.-pregunta él sumamente confundido, atravesado por el desconocimiento y la prenoción de nostalgia. 
-Ay ya carajo, por una jodida vez deja tu léxico en prosa y no mientras.
-¿En qué? ¿En qué miento?
-En que no mandas cuervos a estarme espiando ¿Tanta desconfianza me tienes?
-¿Qué cuervos? Sigo sin poder entenderte ¿por qué estás diciendo todo esto?
-¿Eres el cuervo?-ella arrebata su cuello con la velocidad de un guante bien acomodado.
-Me gusta que me digan así nada más, es un apodo.-él se defiende con sus ojos temblorosos, con las pequeñas gotas de su llanto.
-¿El cuervo? Eso es estúpido. "¡Ay si mi religión es el cuervo! ¡Ay si que yo no te miento!" ¿Qué has hecho de la otra eh? La tienes seguramente escondida entre las plumas de alguno de esos pinches cuervos. 
-¿Te sientes bien?-exclama él entre la divergencia y la melancolía.
-Pero que hablador y ¿Sabes qué? Eso es lo que eres, un hablador que no tiene manera de corroborar todo lo bello que escupa esa boca. Estoy cansada de tener que aguantar tus cambios tan drásticos de personalidad, aburrida de tus tontos datos curiosos y tus historias mal contadas. Estoy muerta del sueño cuando me platicas de tu política y tus pinches cuervos ¿Qué no te das cuenta pedazo de idiota que no me importa un carajo lo que platicas? ¡Al diablo tu seminario! De nada te sirve tener tanto verbo si eres un falso hipócrita.
-¿Por qué? ¿Por qué me juzgas de esta manera? ¿Qué te hice?
-De todos eres el peor, porque sientes que lo sabes todo, pinche sabelotodo y peor todavía porque crees que lo controlas todo, pinche controladotodo. No te permites ver que eres como un niño jugando a ser Dios y deseando que todos sean iguales a ti ¿Qué tienes tú de bueno? Eres...
-Los cuervos, eso tengo de bueno. Es ilógico, lo sé, pero al menos los tendré siempre..interrumpe él sin miedo, sin contar más el tiempo.
-Ja ja pobre niño, ándale corre a escribir tus utopías, corre a escribir tus sentimientos en una hoja de papel arrugada. Que patético eres.
Él se inmuta. No puede decirle algo más, cuando ella habla por dentro se le desmoronan todas las ciudades que construyó bajo su nombre. Como castillos de arena, una ola los devora sin demora, un agujero crece sin censura, todo está muerto, todo muere, todo se acaba, todo se va desnudando a una fragilidad inmensa, a una exposición del más allá. Le tiemblan las rodillas, se le vencen las piernas como nieve desplomada en la acera, como el humo de un cigarro que se abandona su huésped en cuestión de segundos.  Los cuervos graznan en sus orejas, les ve volando por todas partes, les ve rodeando ese tétrico desvarío de insana cordura. Ella quema todo de tajo, pronuncia otras leyendas que se reproducirán en su memoria hasta que la vida le deje a él abandonado.
-¿Quién es la otra? ¿La amas ya tan de prisa?
-No hay otra mujer en mi vida. No hay otra esperanza que no sea la mía debajo de la tuya.
-O me quitas a tus espías o de mi te olvidas. Tú decide.
Él rápido ahuyenta a sus cuervos, los hace volar con premura, sin formalidad ni falsos espejos. 
-Váyanse, váyanse, largo, no los quiero ver más en lo que resta de mi vida. 
Él ahora se derrumba en el suelo, perfecto producto del infierno, nada aquí adentro, ni tumor ni cáncer, ni más cabello que crezca, ni más uñas que se salven de quebrarse. De tanta suplica, él queda en su banalidad,  ella agradece con misteriosa risa demoníaca y se aleja entre las tinieblas de la noche partida en lo que atrofia y embalsama.
-El dolor, mi único recuerdo de que fue real. Que no morí a pesar de que todo a mi alrededor se marchitaba. El saber que fue real aunque ustedes dos se lo llevaron todo de aquí, dejando un vacío en mi pecho, como una soga que comprime mis pulmones y como una nube perforada que llueve mis lágrimas. Tú y tu amante me dejaron completamente abandonado.-dice él sin más resistencia. Se desploma de inmediato y su cuerpo, lentamente se lo come el fuego.-Aunque no lo quieras, ahí queda 

mi pedacito de historia, los retazos de mi ser corrompido por el amor fugaz, por el amor del "te amo" y "para siempre". Advertencias desoídas, corazones de ira, tipografía de guerra. El mar del recuerdo en el que se hunde el cuerpo, en el que se bebe el alma y se vomitan los sentimientos; el inquilino que es de cuervos tomar, que sin saberlo, lo sabe desde un principio: tus engaños son redes que te delatan con una una sola mirada. Tus nervios te traicionan, te devuelven a la insoportable certeza que la pertenencia de un corazón dura en realidad muy poco. El último cuervo en pie, el que está en pena, cantándonos su tristeza, ese cuervo que ama, que todavía ama, es el mismo que se refugia en tus secretos.  Es este cuervo que aquí ven mendigando sus pocas atenciones...

Y cuentan que él se fue con sus cuervos esa misma noche, que a ellos se acercó y pidió saber toda la verdad. Ellos le pidieron a cambio sus ojos y su corazón. Él ansioso de saber si ella lo amaba, se los entregó y muy cerca del oído ellos respondieron...

domingo, 14 de octubre de 2012

Cuervomántico.

Esta noche estoy solo. Echaré de menos a mi compañera, era buena persona. Tenía una sonrisa fresca, una mirada balanceada y una nariz pequeñita como guayaba. Echaré de menos su tono de voz, sus cicatrices con las que me dejaba jugar hasta aburrirme, echaré de menos nuestras reuniones de media noche también. Pero esta noche estoy solo, a ella ya se la llevaron al manicomio y falto yo.
Me acostumbre a verla a ella. A soñar que sus ojos sacaba, me he acostumbrado a soñar que la he de ver de vuelta para jugar. Morderla hasta oírla aullar, mi gran anhelo de vivir ahora es verla con crueldad morir. Es curioso. Cuando uno está enamorado y piensa que, por una razón o por otra, puede pasar varios años con la misma persona, jurando y jurando que siempre estarán juntos. Uno piensa que aguantará tanto con alguien, que eso sería sencillamente soportable. Al menos he podido soportar lo suficiente para decir que no es soportable. Y repensando, que bueno que ya se la llevaron, falto yo pero todavía me niego a ir allá para divertirme con ella. Quiero que me extrañe un poquito, que me piense en las noches y antes de dormir me necesite al menos para poder cerrar los ojos.
Esta noche estoy solo, ya la estoy extrañando. Por favor, entra ya por esa puerta que aquí sigo soportando que te estoy esperando. Ven a jugar más conmigo, no quiero ir a buscarte a ese sitio y tener que reconocer que más de la mitad de esos supuestos locos, ni si quiera están locos. Tú eres la única de mi especie, creo que las demás mujeres como tú se extinguieron o ya han de vivir en otra parte. Eres mi trauma, me traumas. Necesito de tu ingenio para entrar en gloriosas satisfacciones, y no mentirme en el espejo diciéndome: ve nada más cuanto me divierto sin ti. Hace rato le corte la lengua a un hombre que la había usado demasiado en las mentiras, era político, y la use como trapeador pero su saliva solo ensució más mi piso. Ni si quiera fue un juego divertido, creo que si tú lo hubieras estado viendo me habría divertido en verdad. Porque con tan solo tenerte a ti viéndome, quizá no viéndome, yo me alegraba jugando y después tú jugabas conmigo con asombroso aplomo. Pasamos alegremente por alto el hecho de casi todas nuestras noches son mezclas de una colección de amor y odio. Tú me pegas, yo te pego, yo te muerdo para que me muerdas, tu me besas para que te bese y entonces yo sencillamente te beso. Terminábamos acostados, jadeando y sin fuerzas, hicimos el amor haciendo el odio.
Pero olvida y duda que te quiero. Quizá no es mucho pedir que también me olvides a mí, que mi ser desaparezca de tu realidad como un suspiro que te deje sin pulmones, con la brevedad en la que se quiebran los sueños al verlos muertos. Pero dada las condiciones actuales, te pediré que abandones tu dedo y su sangre, y vengas a tener amor conmigo, a que odies cuando estemos cerca y que ames cuando estemos lejos.
Toda la especie humana, querida compañera mía, tiene en común una amplia gama de módulos básicos de comportamiento. Pero en lo que nosotros verdaderamente somos diferentes, es en nuestras necesidades básicas; ellos necesitan: comer, hidratarse, excretar, coger y morir. Nosotros necesitamos sangre para no envejecer, necesitamos su carne para no adelgazar, necesitamos excretar para poder comerlos más, necesitamos coger para no morir de aburrimiento, y necesitamos morir para no extinguir a los humanos.  Somos una especie ingeniosa, que sino puede encontrar tales satisfacciones no vacilamos en inventarlas.
Una vez me dijiste "nuestros juegos son irracionales." Y yo tome de prisa mis dientes, los enterré en tu cara y te dije al oído "mira cuan irracional soy para ti". Lo cierto es que sí fui racional, porque razone tus palabras. Pero hubo una noche, en la que no necesitaste usar tu voz, portadora de razón. Estábamos atando a dos violadores con cadenas de fierro oxidado, y tú dejaste caer sobre el ojo abierto de uno de ellos un alfiler. Ahí no necesite razonar nada, el instinto me abrió los ojos y yo obligue al otro violador para que se metiera alfileres en el ojo. Las cadenas reales que sostenían a esos hombres fueron sustituidas por unas invisibles. Aunque quisieran, ya no podían liberarse ¿Cómo iban a salir de ahí sin sus ojos? Y lo mismo sucedió con nosotros. Cada noche que nos atábamos en el juego, te lo confieso, nos atábamos en lo invisible.
Es difícil ser optimista cuando sé que estás allá y yo aquí sentado escribiéndote. Pero supongamos por el momento que huyes y vienes a verme. Esto significa que, si jugamos una vez más, nos encontraremos en el mismo lugar en el que empezamos. Todo lo que necesitamos es volver a jugar, hay que ir al cementerio y robar unos cuerpos para empezar, o mejor aún, hay que usar los cuerpos de las personas que te metieron ahí. De solo decir esto, ya hasta me dieron ganas de ir hasta donde estás...
Ahorita que escribí esto último, me acorde cuando me dijiste eso de "la media naranja". ¿Se supone que si eres mi media naranja no importa lo que se haga estamos destinados a estar juntos? ¿Si era así? Con estas palabras aquella noche, vituperaste mi corazón ¿Cómo atreverme a ir contra tu palabra si cada noche eras solamente mía y yo era para ti? Bueno, de vez en cuando tener relaciones con los cuerpos de nuestras víctimas no estaba tan mal, pero eso no cuenta. El punto es que de tanto pensarlo, metí varios cuerpos a una cascara vegetal enorme, los puse desnudos y con sus cráneos encontrados al centro. Después, partí a la mitad mi "naranja", escurrió un poquito y dentro de cada mitad no habían más que cuerpos destrozados por mis aburridos juegos (disculpa, es que sin ti todos son poco entretenidos). Los órganos explotados por la presión de la cascara, la preciosa sangre escurriendo como un jugo, los huesitos que parecían ser las semillas. Y efectivamente, en cada mitad había lo mismo y por eso creo que eres mi media naranja, porque si me parten a la mitad, estará una parte tuya en una de las mitades y por su puesto, otra mía en la mitad restante. Así que tal vez sea muy cierto eso de que no importa que nos separen. Con este hecho además se escapa de nosotros que tú y yo existíamos mucho antes del conocimiento, fuimos uno solo hace varios siglos y esto demuestra cuán completamente cierto había sido nuestro amor desde antes de conocernos.
Yo tenía entendido que ahí en el manicomio luego les pegan y los rocían con agua fría. Si te dieron en la nunca, olvídate, ya me jodí porque tu con un golpe en la nuca pierdes el conocimiento. ¿Te cuento como nos conocimos para que no se te olvide jamás? Bueno, pues una noche estaba solo (¿Qué novedad en aquel entonces no crees?), de cuidador de tumbas, ya sabes la espantosa rutina de vigilar que ningún vago se meta a fornicar o a querer profanar las tumbas. Entonces ya habíamos cerrado, no suponía haber nadie más que yo, en un principio eso me excitaba tanto, pero bueno continuando con el relato, pase al cementerio de mascotas y te vi ahí con el cuerpo detenido y la mente en blanco. Enfrenté tuyo, estaba una lápida que siempre mire sin importancia, se trataba de una lápida para un cuervo.
-Así que tú eres la dueña de ese cuervo-dije sin tartamudear-.Pues supéralo, está muerto.
 Mis palabras fueron acogidas con respuestas sorprendentemente irracionales y violentas. Me derribaste con un golpe inmediato, te subiste encima de mí y tus labios me enmudecieron con esto:
-Está vivo. El cuervo, está vivo. Pero tú, tú estás muerto...
Mi miedo y excitación se envolvieron, se acariciaron, se tomaron de la mano, se, se conjugaron en un placer tan extenso que te sonreía a la vez que sudaba frío. Había una ráfaga de lava salivosa que aguardaba el rose de la tuya. No aguantaba más las ganas, tenía que decírtelo, tenía que gritar: ¡Mátame! ¡Se violenta como una desgraciada harpía! Pero mi poder sobre ti, pronto irrumpió el encuentro. Te levantaste desconcertada.
-Lo siento. No sé que pasó. Yo...
-No, no, está bien, por favor, está bien. Solo seguías tu bello instinto.-intenté tranquilizarte. Pero aún así te tapaste la cara, ¿por qué carajo llorabas? ¿te importaba mucho lo que yo pensará de tu persona? Creo que te daba vergüenza aceptar lo que eras en realidad.
-Al crecer, las aves jóvenes se vuelven independientes y dejan de seguir a la madre. ¿Tu cuervo murió joven o adulto?-pregunté quitándote las manos de esa ridícula protección.
-Murió en el nido, era muy pequeñito mi cuervo.-respondiste aun sollozando.
-Pues excelentes noticias compañera de la noche, si tu cuervo murió antes de ser joven depende de su madre. Depende aun de ti, aunque aquí ya no se encuentre. Él jamás va a dejarte por lo tanto, pues durante la eternidad va a necesitar de ti.
Con esto parecías calmarte, así que te abrace. Al hacerlo, una energía vibraba en mis fibras, una prolongada ola de éxtasis se acercaba a mis playas, un asedio brutal y cósmico vomitaba en mis orejas, un sin fin de cuervos se amontonaron en nuestro encuentro y yo no podía resistir un segundo más... tu piel tan sensible a la luz nocturna, tus caderas tan llevaderas al viento de su soplido, tus rodillas que se vencían con  la tersa abertura de tus muslos, tus manos que flotaban intentando aprehender mi espalda, tus latidos pronunciados en la agitación que inyectabas, el dilema romántico de nuestra espontanea sensación de violencia ¡Por la mismísima muerte que nuestras locuras se fusionaron aquella noche!  En un simple abrazo, nuestras almas sintieron conocerse como si llevaran cientos de años intentando estar juntas.
Desde ahí, tu fiel servidor que cuidaba tumbas te obsequió todo lo que necesitabas para amar lo mejor de ti, tus instintos. Por eso sé que me abrazabas a mí, que era como tu instinto. Y juntos cada noche, cada reunión, hacíamos nuestro romance decapitando, bebiendo sangre, masticando carne, arañando con desprecio pieles, y llevamos tan lejos como nos fue posible nuestros inventos.
Escribimos juntos un libro, para que las parejas más sádicas del mundo, encontrarán la mayor de las diversiones, y así, el romance.
 Una vez dicho todo esto, queda, no obstante, una sensación de desasosiego. La razón no es difícil de hallar. Tú sigues bien lejos, y yo te extraño tanto que me muero sin ti. Mi memoria se ha vuelto mañosa, porque me abandona cuando tengo que decidir si debo ir por ti o no. Sino te hubieras metido con ese otro maniático, yo te hubiera sucedido en el manicomio tan rápido como cae la paga a los infieles, pero tu me has sido infiel porque los besos infieles que dan los amantes quedan grabados en las mejillas con marcas de sangre y tus malditas mejillas están embarradas de sangre. Por eso si voy, sé que voy a violarte, que voy a torturarte y a matarte para que seas generosamente recompensada. Y a la vez, yo me recompensaré con el odio, con ese amor que gentilmente me dice que te estoy extrañando. Con ese odio de estar solo de nuevo, de saber que volveré a cuidar tumbas y que cuando vea la estúpida lápida del cuervo, pensaré en ti en romance, como una especie de "cuervomance".  Siendo así, cuervomántico nuestro último encuentro. En el curso de nuestras vidas, experimentamos dos clases de encuentros. En uno de esos encuentros está el breve silencio que nos obliga a besarnos y perdonarnos, y el otro, aquel que nos obliga a separarnos hasta matarnos.
Voy hacía ella, no tardaré en llegar. Me reuniré esta misma noche contigo amada mía y te pienso hacer leer estas letras. Aunque no las veas, aunque nunca te importen, cuando muera estas letras te harán estar conmigo si lo quieres. Y yo te hablaré a través de ellas solo para decirte, quizá no diciéndote, que te amo.


miércoles, 10 de octubre de 2012

Metamorfosis.

Saltándose semáforos en rojo y con la sirena en marcha, Mahloid se dirigió en su coche hacia el sur de la ciudad; evitó las cortesías modestas de media luna, acompañó su apuró con sinfonías y guitarrazos que parecían rebatidos en los pozos del infierno. Dejó el coche en un callejón, tras una burla perfecta de los azules, corrió cuatro manzanas que le separaban de la casa de Lucía para tomar uno de los ascensores viejos de servicio hasta las oficinas de Investigación Científica del tercer piso. Por el camino rezaba en silencio, repitiendo en sus fruncidos parpados toda clase de plegarías, suplicas y oraciones para que Ernesto fuera el único doctor de guardia. Abrió la puerta de golpe y vio correspondidas sus plegarias: Ernesto se encontraba a solas en su despacho, muy callado e inclinado en el visor del microscopio.
De inmediato, Ernesto alzó la mirada cuando Mahloid cerró la puerta, esta vez sin la tremenda fuerza que le desesperaba su corpulencia.
-Estás metido en un lío regordete Mahloid-le dijo-.Para cuando termine la noche los azules habrán acabado con todo lo que denostaba tu existencia.
-Sé que esos puercos desean verme muerto.-respondió Mahloid.
-Hace un par de horas vinieron dos ogros de la Defensa Nacional. Decían que querías soltar el parásito en las calles.
-¿Y qué les has dicho?-preguntó Mahloid.
Ernesto se echó a reír entre una tos senil.
-Que me debías mucho dinero. Y un cuervo, es cierto y lo sabes Mahloid.
Mahloid quiso reír pero estaba demasiado angustiado para eso.
-Puedo darte uno, apenas me entregues el parásito.
-¿Tan rápido?-inquirió Ernesto-. No está listo, no está listo.
-¿Qué?
-Ya me has oído, está retrasado en sí mismo, sus condiciones necróticas no han madurado lo suficiente.
-¿Qué es lo que quieres Ernesto?
-Quiero que me consigas un traje, una revista para caballeros, un cigarrillo y el cuervo.
El rostro de Mahloid se ensombreció.
-¿Para cuándo?
-Ahora mismo-replicó Ernesto.
Mahloid se quitó su traje, lo aventó al escritorio y sus ropas interiores fueron abandonadas en el suelo. Después se encogió despacio, sus piernas se mezclaron con sus brazos, su cabeza era absorbida por las rígidas paredes de su pecho y al cabo de escasos minutos, la piel le subió directamente a la cabeza arrastrando la sensación de asfixia. Sus costillas le alcanzaron la garganta, sus ojos se comprimían hacía dentro y la nariz iba alargándose como un alfiler. Pronto estaba cubierto por plumas negras.
-No me jodas Mahloid-dijo enfurecido Ernesto.
-Hoy he contratado a otro psicópata como mi ayudante de suicidios accidentales-respondió Mahloid.
Ernesto rompió un matraz y apuntó con las esquinas enfiladas al diminuto cuerpo de Malhoid.
-No te me acerques monstruo.-dijo Ernesto-.Te voy a machacar si lo haces.
Pero Mahloid no dijo nada. Estaba descalzo y parecía no agradarle la idea de ser amenazado por un matraz punzo cortante , no dejaba de girar los músculos de su cuello en direcciones oblicuas y disparadas hacía cualquier exterior, pero sin retirar sus viscosos ojos de Ernesto.
-Te entregaré el maldito parásito.-susurró Ernesto mientras seguía el juego de miradas buscando la laminilla.
-Lo creo-dijo Malhoid-.Mi instinto me dice que estás aterrorizado. Y ten por seguro que debes estarlo.
-No hay elección. Aquí tienes-Ernesto estiró la laminilla y Malhoid la tomó con la boca. Detrás del escritorio, un fusil recargado esperaba impaciente los dedos de Ernesto, pero cualquier paso podría costar sus ojos, o peor aún, su lengua.
-Al infierno con ella. Vete con tu parásito, anda ya te puedes ir.-insistió tartamudeando Ernesto.
-Antes de irme, encerraré con llave este lugar. Te doy una hora para que tomes tu fusil y acabes con el único testigo de esta noche plutónica. Si regreso y aun el testigo vive, enseguida perderá cuenta de lo que ve y cuenta de lo que pueda pronunciar. ¿Entendido?
Ernesto le dio la espalda y se dejo vencer sobre su silla. Permaneció inmutado, frío y con el sudor impregnado en sus pómulos.
El amanecer llegaba y Malhoid se dirigió hacia la casa de Lucía, hasta cuatro cuadras, sintiéndose bullir de una férrea determinación. Tomó el camino corto hasta el cuarto piso donde se encontraba la sala de bienvenida. había un solo operador de servicio. El hombre veía estupefacto su libro de ciencia ficción cuando sintió la presencia de Malhoid acercándose y se preguntó si tendría ocasión  de conversar con Lucía antes de su salida. Cuando escuchó el ruido del particular modo de caminar de Malhoid, vio el momento oportuno para hacerlo.
-Buenas noches-dijo detrás de la puerta el operador-.Señorita Lucía ¿Escucha usted ese ruido?
Pero del otro lado no coincidió algún sonido articulado, la única respuesta acampó en la bodega de la soledad que produce el silencio. El operador intentó adivinar la procedencia del ruido, pero sus oídos humanos eran incapaces de acertar y volvió a tocar la puerta, esta vez con más fuerza.
-Señorita Lucía, algo anda mal.-se quedó pensando si tendría éxito pero la respuesta fue la misma-¿Señorita Lucía?
El operador hizo una pausa extendida, decidió revisar la cajonera en búsqueda de la llave maestra y cuando la encontró como gritando "eureka", fue siniestramente derribado por una carga pantanosa de sombras, que se posaron en el centro de su frente y aquellas tinieblas le desgarraban los ojos, le hacían sentir que sus propios órganos y sus funciones, le producían hormigueos sanguíneos y le hacían sudar y gritar como psicópata sin motivo.
Malhoid aprovechó su fácil fallecimiento para coger las llaves y entrar en el cuarto de la rubia, Lucía. Le cruzó la mente la idea de buscar una determinada imagen o cuerpo enmarañada en la cama, pero enseguida la apartó de sus pensamientos cuando la vio en la ventana desnuda, contra las luces nocturnas clavadas en las aureolas de sus senos. Se encaminó hacia ella y se apoyó en las tibias sabanas que vestían la cama.
-Es el último paso-dijo Malhoid-.Sólo una laminilla en el agua y entrara el parásito en el cerebro de sus inquilinos.
Lucía no le miro y se ahogo en un suspiro inquietante.
-Ya había escuchado sobre ti en otra ocasión. Todos coincidían en tu perfección de metamorfosis, pero yo nunca creí posible que un humano corriente llegará a tal manejo sin el parásito. Queda fuera de este censo, claro, las mujeres que lo llevamos en el propio ADN, sin mayor necesidad de cualquier alteración.  ¿Tú eres mujer a caso Malhoid?-Lucía río con cierta frivolidad tradicional. Repasó la inocencia que espléndidamente mostraba Malhoid respecto de estas declaraciones y abandonó la ventana para tomar la laminilla.
-Sí, es la indicada-la revisó cuidadosamente-. Han llegado tantas falsas imitaciones, que una termina desconfiando hasta de los suyos. Toma tu recompensa, está en mi baño.
De las mujeres más frías, Lucía era aquella que no sentía vergüenza en confesar su crueldad e ingratitud. Por el contrario, sus carnes se hinchaban de manera positiva ante sus propias revelaciones. Malhoid quedaba fuera de cuestión, era un monstruo pluriforme que solo quería su adicción y le esperaba por fin en ese sanitario anacrónico. Esforzándose por pensar tan sólo en el orgasmo que sentiría al tener todo para él solo, dejo que Lucía se arrojara por la ventana y esta surcara los vientos hacía su cometido. Llegó al baño una vez conseguido volver a los pasos de planta firme, y sobre él se encontraban banquetes enteros: cadáveres y más cadáveres. Muertos por desmembramientos, accidentes que partieron como nuez el cráneo, muertos por sobredosis y asfixia, colorados de tinte morado, Malhoid creyó estar en las fechas de su éxtasis. Tantos cuerpos amontonados por todo el baño, era lo único que le devolvía el pestañeo. Cogió con sus manos tanto pudo sujetar entre ellas, y con un comportamiento obsesivo y patológico jugo con los cuerpos desmembrados, los ojos aplastados, las lenguas batidas como costras deshechas; desconectó corazones de venas y arterias, utilizó de balón pie cerebros e hígados;  amarró a su cintura intestinos y tripas, se adiciono costillas por si las moscas; tronó las quijadas con tal de escuchar el crujido autentico de dos mundos que se separan; en fin, Malhoid se quedó en el baño de Lucía toda la noche y la madrugada. Para cuando despertó, los vecinos habían protestado sobre su riqueza, y revestidos de plumas negras, hurtaban su botín  sin aviso o permiso.
Malhoid enfurecido pateaba el aire, lanzaba puñetazos y mordidas en todas partes y consiguió poco, los nuevos monstruos habían recibido el parásito. El proceso de metamorfosis había sido posible, y aunque Malhoid no soñaba con una ciudad repleta de hermanos alados, por fin había tenido una noche de placer sin interrupciones.



lunes, 8 de octubre de 2012

Cría cuervos y te sacaran el corazón.

Antes de devolverla al campamento comprendió la exacta correspondencia entra la frase y la fotografía. No podía ser otro. <<Cría cuervos y te sacaran el corazón>>. No tuvo que esperar a más ni saber más, espoleada por el breve plazo que le concedió el abono de la consumación, guiada por la sospecha y sostenida por la agudización de los sentidos cuando trabajan para una voluntad clandestina.; dotada también del don de anticipación que le permitió evadir casi a ciegas a los cuervos que la andaban buscando, escogió una foto y con una sola gallinácea mirada al tácito texto condensado en la fotografía, en caracteres cifrados pero más directos que los del alfabeto, alcanzó a comprender todo el mensaje. Mensaje que disolvió la máscara y reveló el alma: Amar cuervos es un riesgo, puedes perder tu corazón, no tus ojos.
-Quiero creer que lo adiviné en aquel momento, en el molino repleto de cuervos, cuando sin verle comprendí (con el hueso en la boca) que se había ocultado en el recodo del camino de entrada y que aún estaba a mi alcance, a este lado de la noche; y cuando llegué al puente no había en esta tierra una persona más firme sobre la verdad de ese mensaje que yo, tan firme como para avanzar sin vacilación entre los molinos con esos cuervos asesinos, nadie pudo entender el mensaje de la fotografía, solo yo ¿entiendes? Nadie. Ni si quiera esa amiga mía que sirvió de carroña a los cuervos en otoño. Ella pasaba románticas escenas a lado de esos cuervos con su corazón descubierto, su pecho desnudo provocó durante meses la lujuria de sangre de esos cuervos y en el primer socorro de la heroína que inyecto su cerebro, tal vez comenzaba a entender el mensaje de la fotografía, pero no fue así porque murió antes de conseguirlo. ¿Lo entiendes? Murió antes.
-Mi comprensión es grande, Ilse-apostilló la madre, rebajada de su voz el mismo grado que la claridad de la luna en invierno, sin moverse de su asiento ni modificar su postura; tan sólo asintió con la cabeza repetidas veces para, a falta de alguien que lo hiciera por ella, dar a sus palabras la fuerza de un asentimiento.
-Lo dudo, lo dudo mucho. Lo he dudado siempre. No he estado nunca segura de tú comprensión, ni de la de ningún otro. No he contado eso y he sabido arreglarme sin ayuda de la comprensión para hacer valer lo que digo. Es el precio que una tiene que pagar cuando tiene tal seguridad en sí misma, y es que, si te pones a pensar detenidamente, no encontrarás nada en esta fotografía que no tenga relación con cuervos y corazones.
Ilse hizo una pausa, en espera tal vez de una interrupción de su madre. Pero quizá su madre adivinó sus intenciones y no la interrumpió.
-No es esa la intención tácita de la fotografía. Lo que pasa es que es un enigma que se tiene que enfrentar con tanta humillación, que todos prefieren redondear en el lema bien conocido. Pero yo soy astuta, así que cuanto antes tenía que regresar la foto al campamento y guardar enteramente el misterio resuelto para mí y quizá mi amiga que en paz descanse.
-¿A qué te refieres, hija?-preguntó en esto su madre.
-Me refiero a un orden, o si quieres a un espacio, de muy difícil definición y que, por ende, ha ocupado  muchas horas de pensamiento de la humanidad, con un  resultado incorrecto por no decir estúpido.  Todo este tiempo han estado tan engañados. Dime, madre, tú que tienes muchos años de comer humanos y de tragar cuervos los fines de semana, ¿has visto alguna vez a un cuervo devorarle los ojos a un humano?
-Me parece que sé a qué te refieres, hija-repuso la madre-. Y creo haber visto uno la noche de diciembre en que nos tragamos a tu padre.
-Lo dudo. Lo dudo mucho. Creo, en cambio, que has oído hablar de ello pero nunca has tenido una idea clara de lo que eso significa.
-Quizá.Pueden los ojos jugarle bromas a uno.-contestó la madre.
-Lo cual no quiere decir nada en desfavor tuyo; no tienes por qué sentirte avergonzada de ello si piensas en que ya no estás en lo cierto. Tan sólo te bastaran unos segundos antes de estar cerca de la muerte para presumir haber alcanzado la comprensión de ese orden.
-¿Y a ti qué te importa?-preguntó a su vez la madre, un tanto amostazada por las insolentes declaraciones de su hija y más molesta por las desviaciones que se veía obligada a seguir con la mente, saliéndose de la línea con que de antemano había trazado su sermón, si quería dar respuesta cumplida a sus preguntas fue únicamente para evitar la conversación interminable sobre un mismo asunto.
-¿Qué me importa? Me pregunto la clase de mentiras que nuestra sociedad ha armado en base a algo tan simple de comprender. ¿Cuándo han hablado en serio ahora que he descubierto lo mentirosos que han sido todo este tiempo? Los molinos de cuervos, que son criaderos insalubres , son entera responsabilidad del más fuerte. Pero nosotras que somos mujeres, jamás podremos responsabilizarnos de ellos, pues ¿qué nos dicen? "Cría cuervos y te sacaran los ojos". Y ahí van las mujeres a tenerle miedo a esas criaturas, que en realidad a lo que tienen miedo es a quedarse sin ojos y tú sabes bien que alguien sin ojos...
-Es alimento del pueblo, lo sé.-interrumpió la madre.
-Exacto, al igual que cualquier otra clase de enfermo o débil que no sirva para nada. ¿Vez cómo si debe importarnos? Yo quiero mi propio criadero de cuervos, quiero mis molinos bien llenos. Y cuando desee deshacerme de alguien incómodo a mí criterio, lo envió con el pecho descubierto a mis molinos y listo. Justo como lo hicieron con mi amiga.
-No lo sabes, hija-interrumpió la madre-.Pretendes que lo sabes pero no lo sabes. Por algo la gente ha confirmado el gusto de los cuervos por los ojos humanos.
-Lo sé perfectamente.
-No lo sabes, hija. Por mucho que digas que lo sabes, estoy convencida de que no lo puedes saber y menos solo descifrando una fotografía.
-Pues yo te digo que lo puedo saber y lo sé.
-Pues yo te digo que no lo puedes saber por la sencilla razón de que ni yo misma lo sé. Es más no era mi intención decir algo.
-Está bien, en ese caso te diré lo que habrías dicho si hubieras sabido lo que yo sé. Habrías dicho que aquellas prácticas cuyo origen y significación se pierde en la noche del pasado pueden muy bien quedar cristalizadas en ritos inocentes y repetirse sin mutación alguna en la ocasión propicia, despojadas de toda verdad trascendente y reducidas a un "que toda la gente lo crea". Pues si no tienen otra razón de ser más que la supervivencia de los fuertes, ¿cómo piensas sobrevivir ante ello? ¿Esperarás aquí sentada a que te envíen al molino con el pecho desnudo para que te coman los cuervos? ¿Acederas a ese viaje ridículo cubriendo tus ojos con una venda por temor a que te los coman los cuervos? ¿Cabría otro mensaje, dime, cabría?
-No es precisamente lo que diría. Diría más bien que me he enajenado.-repuso la madre discreta.
-He querido decir todo este tiempo que los fuertes nos han engañado, que los cuervos no tragan ojos, pero sí corazones.
-¿O qué tal ambas cosas?-preguntó la madre.
-No, no porque mi amiga tenía ambos ojos intactos y el pecho destrozado, su corazón fuera de sí y sus pulmones entreabiertos a la fuerza.
-Nunca he tenido una confianza plena en la ley de los fuertes, pero estoy segura que hacen lo mejor por todos nosotros-insistió la madre en defensa de los fuertes.
-De acuerdo, pon tú que es cierto. Pero eso fue antes; los cuervos disfrutaron en algún momento de devorar los ojos de los seres humanos, no obstante, probaron el corazón y encontraron entonces su verdadero platillo de placer. Tú me decías cuando era más niña que si iba a comer intestinos, luchará antes por masticar un poco de los dedos para evitar el mal sabor de boca. En un principio yo hice todo lo que estaba en mí para hacerlo así, mas con el tiempo termine comiendo intestinos sin queja ni reposición.
-Cualquiera sabe que la única ley que llega último es la del fuerte y que todos los consejos que se puedan dar bajo ese certamen, son meras recomendaciones. No cambia mucho el cumplirlas o no.
-No quiero creerte; puedo hacerlo, pero no quiero-dijo engreída Ilse-, y de paso te demostraré una vez más que la voluntad obedece a mandatos no definibles mediante palabras o leyes de los fuertes, que supone estar por encima de todos. Existen los hermosos imperativos de la razón.
-Ahí vas de nuevo con la razón-repudió la madre.
-Vaya, sí,por su puesto que voy de nuevo. La razón la tengo yo, los cuervos son utilizados por los fuertes.
-La razón es astuta y orgullosa, bien lo sabes. Y no reconoce que somete finalmente a las fuerzas que no comprende ni controla.
-Bah madre-dijo Ilse-, nada es más fácil. Nada es más fácil de comprender. Pero me he cansado ya de discutir contigo, ya deje la foto en el campamento que le correspondía.
-Haces bien-contestó la madre.
-Al fin y al cabo no importa cuánto te repita, sin duda pensarás en la enorme tradición absurda de criar cuervos y perder los ojos.
Ilse se levantó, dejó el hueso de mano en la mesa y salió a la luz del cielo nocturno. Sus pies fueron besados por el frío de las afueras y tan pronto sintió una sensación incomoda de saber demasiado, se marchó a los molinos de cuervos para pasar el resto de la noche ahí. Se aseguró de cubrir su pecho y dejo los ojos abiertos durante horas. Por un  momento sintió una duda recorrerla como una caricia de seda, haber hablado tanto de lo imposible que era ver a un cuervo devorarle los ojos a un ser humano, le hizo sentirse con algo de miedo. Pero antes de alcanzar el sueño, le llegaron a su mente las palabras de su madre y cerró los ojos sin tenerlo planeado.
Al amanecer, sus ojos estaban en el mismo sitio. Sus manos, sus pies, sus tobillos, sus rodillas, su pecho, todo estaba en su lugar y sin el más ligero rasguño o pretensión de picoteo. Entonces se sintió satisfecha todavía más que la noche anterior y decidió volver al campamento.
Una chiquilla corría ensangrentada, con sus brazos ligados al pecho y gritando con chillidos trémulos <<Nos atacan, nos atacan>> y como un acto de reflejo, corrió a la cabaña de su madre. Pero ella ya no estaba, solo un salpicadero de carne y sangre le daban la bienvenida. Aquel famoso gritó de la niña, se había extendido y sin poderse conducir, presa de la desesperación, Ilse gritaba <<Cubran sus corazones, no se tapen los ojos>> Pero nadie podía escucharla. Un conjunto fortuito de cuervos había entremezclado sus poderosos picos y sus afiladas garras en las multitudes humanas. Ilse obedeció su propia advertencia y se dirigió hacía los molinos, donde sentía que estaría a salvo.
Durante esa mañana apenas había sentido algo de hambre, y a duras penas era capaz de tener valor de volver al campamento y aprovechar el botín. Cuando le pidió a su estomago tranquilizarse, los cuervos volvían de lo lejos, sus figurillas negruzcas pintadas en el rojo cielo de amanecer, coloreaban el miedo en los ojos de Ilse, o mejor dicho, en su corazón.  Ella se acostó pecho tierra y era como si esos cuervos la ignoraran; tiraban carroña a su alrededor, le salpicaba la espumadasangre en sus costados y absorta en el suceso, se atrevió a abandonar su postura.
-Gracias-dijo Ilse-muchas gracias queridos cuervos. Me han traído alimento.
Los cuervos descendieron apenas terminaron de acomodar el banquete y se quedaron ahí pasmados observándola  observando su pecho.
-Es como si fuera un paraíso de plumas negras.-dijo entre sonrisas cortadas--El desayuno entonces ¿No es así?
Los cuervos permanecían en silencio, razón de sobra de su imperioso misterio.
-Pues, voy a comer sino les molesta-dijo tímida Ilse y cogió un dedo que masticó despacio-.Esto está bueno, ¿ustedes ya comieron?
Los cuervos se acercaban con cada descuido que revelaba su pecho, cada gesto o aleteo de sus brazos los colocaba un segundo más cerca de Ilse. Uno de los cuervos voló hasta sus piernas y dejó caer una fotografía sobre ella. Era la misma que terminaba el enigma y la que le había dado su más grande descubrimiento.
Ella río nerviosa-¡Ah esa fotografía! Sí, lo sé. Yo sé que tuve la impaciencia de querer saber la verdad pero díganme ¿a caso ustedes no harían lo mismo? Cuando vi esta foto por primera vez, no comprendía  que ustedes eran básicamente inofensivos. Ahora sé que no hay problema en si una sociedad caníbal tiene cuervos como criadero. Se los juro, estoy segura de eso.
Pero los cuervos no parecían escuchar a Ilse, ni menos respetar su corpulencia. Ilse estaba ya rodeaba de cientos de cuervos con los picos escurriendo y las garras impacientes. Esos malditos ojos y esos groseros cuervos. Los ojos de Ilse relampagueaban una belleza calurosa, un sin fin de suaves tejidos de mucho saborizante. Pero ese corazón suyo, que latía con tremenda fuerza enjaulado en las paredes de su pecho, era su último deseo. Y con los cuervos ahí mirándola tragar cuidadosamente la carne, Ilse extendió sus brazos y gritó en un eco perdido de todo oído <<¡Cría cuervos y te sacarán el corazón!


jueves, 4 de octubre de 2012

El cuervo y la querida Ilse.

A Ilse le gusta quedarse en la parada de autobuses  por razones que hubieran desagradado a otros. Era una parada sombría, tranquila, casi desierta, pero a ella le gustaba pasarse las noches ahí. Quizá esperando una caricia lunar o los besos que da el viento cuando arrastra el polvo y la tierra, lo cierto es que esperaba al cuervo, al cuervo y solamente al cuervo. Cuando llovía el agua salía hirviendo, y eso compensaba la falta de abrigo. Cuando la gente le acompañaba, charlaba por momentos y despacio. Ellos siempre reaccionaban como extrañados, ver a Ilse sentada todos los días en el mismo sitio probablemente les causaba cierto miedo.  Algunos se atrevieron a preguntarle por qué razón permanecía ahí, si de verdad era necesario hacer tan larga espera y ella solo asentía en sumo silencio. ¿Ilse estaba haciendo lo correcto? ¿Se lo preguntaba a caso? ¡Vaya que sí, y a todas horas! Pero por mucho que pensará en lo que debía o no hacer, seguía ahí, en el espacio descrito por cada estación del año con el venir del tiempo, resistiendo toda clase de fríos, toda clase de oscuridades.
 Así fueron yéndose los años, las manecillas del reloj corrieron como un eterno suspiro de agonía, y la querida Ilse seguía en esa parada, ella cada vez más consumida y de movimientos apagados. Muy raras veces pensó haber visto al cuervo; en cuestión de un segundo,divisaba una silueta dibujada en el concreto justo al enfrente de sus ojos. Tras un parpadeo forzado y necesario, la imagen se diluía como agua y no volvía a ver parecidos en todo el resto del día y la noche. Inconscientemente empezó a imaginar con mayor frecuencia la silueta, la apretaba en su memoria para que no se escapará en el olvido, sus dientes se atrincheraban en su boca, sus ojos se amordazaban con las pestañas, no podía permitir el olvido, no de la silueta del cuervo.
Para cuando se quedó sola, ya había sangre en la luna, costras en el sol y grietas en la Tierra. El silencio era su condena perpetua, hasta el resonar del soplido del viento lo extrañaba. No escuchaba más cuando los grillos advertían el final del ocaso, ni cuando el ferrocarril cercano avisaba el inicio de la madrugada. Tan pronto se percató, sus oídos estaban separados de su cuerpo.
Cierta noche vencida por la fatiga, se tomó el descaro tan grande de frotarse los ojos. Que error tan imperdonable para la sorda Ilse,  dejando escuetos sus ojos fue cuando se coloraron eternamente negros. Mas aun después de todas estas inclemencias, estaba confiada en que el cuervo llegaría y ella sentiría su presencia. Para darse sosiego amasaba en su mente imágenes, inventaba historias y novelas donde ella y el cuervo se conocían, todas ellas por primera vez.
Ilse se sintió muerta pasadas unas horas de haber creado su última novela, ningún músculo le respondía, no contemplaba el dolor de su espalda,  el sudor de sus piernas. Las paredes del infierno le habían dejado durante mucho tiempo colarse a la dimensión de los vivos; se le dio chanza de hablar con los extraños, de sentirse viva y hasta de pensar que ciertamente lo estaba ¿Lo estaba? ¿Lo estuvo? ¿Y el cuervo? Yo no entiendo a Ilse, y nadie realmente sabe qué le dijo el cuervo para haberla hecho esperar tanto, ¿le prometió llevar sus pasiones más allá del entendimiento humano? ¿ser como dioses jugando con sus secretas perversiones? ¿tener felicidad cada que se reunieran bajo el mismo cielo y la misma luna? ¿solo ella y el cuervo para siempre? Lo cierto es que nadie jamás lo supo, ni lo sabrá, excepto Ilse.


miércoles, 3 de octubre de 2012

Una noche, Ilse.

Había anochecido con niebla y escaso calor. Estaba recostado en mi cama, pensando en el día de hoy. Sentía que algo se me revolvía en los intestinos, una especie extraña de emoción intraterrestre. Las venas de mi barriga se apelmazaron y en mi cerebro se acumularon los pensamientos viscosos. Mis ojos se acostaron boca arriba y comencé  a verlos de nuevo. Los cuervos visitaban mi habitación y con una mirada escueta me devolvieron a su dimensión.
-No puedo sostener este día, ya no más.-Dije desesperado.
-¿Qué sucede? ¿Qué tienes?-Preguntó el cuervo carroñero.
-Entiéndeme, ya no más. Esta fantasía tiene que dejar de existir.-Dije harto y enojado.
-¿Vas a olvidarte de todos nosotros?-Hizo una breve pausa y me arremolino el cabello con su fino pico-Como tú lo decidas.
-No hablo de ustedes, sino de ella.
-¡Ah, ella!-Replicó aliviado-La hemos matado, aquí no tienes nada de que preocuparte.
-¿Tan pronto? Pero tengo mucho tiempo platicando con ustedes sobre ella.
-Sí, pero nos cansó y la matamos.-Abrió el par de alas con soberbia molestia-¡Es que siempre es lo mismo!
-Sí pero-insistí-ustedes qué saben, todo lo que hacen es estar parados en las ramas de mi cerebro.
-¡Pero lo sabemos todo! Checa, somos tus ojos, escuchamos con tus orejas y sentimos con tu piel.-O bien el cuervo carroñero estaba loco o fingía estarlo.
-Ojalá fueran mi corazón y evitaran así que el amor doliera.-El cuervo carroñero se echó a reír y el cuervo poeta se quedó helado a medio escalón de rama, con las plumas pegadas a la luna. Volteó a mirarme  y dijo-Juro a Dios que la hemos matado, por el amor que le tienes tan desatado.
-Ha durado tanto que no puedo explicar, ha sido tanto que algo debe estar mal. ¿La regué?-Pregunté dirigiéndome al cuervo poeta y este se quedó allí tumbado hasta que estuvo seguro de que nadie más respondería.
-Piensa en tu amada e imagina que se encuentra junto a ti, diciéndole cuánto la quieres y lo mucho que te importa.
-¿Y en eso en qué ayudaría?
-En nada, antes de marchar llévate un recuerdo agradable.
Me quede probando la desazón que sus palabras producían en mí. Ni el carroñero ni el poeta me habían hecho algo de ayuda. Después de un parpadeo inusitado intente responder como si a mí llegará la más grande de las revelaciones, pero las palabras no acudían a mis labios. El cuervo psicólogo intervino en mi guerra interna; me preguntó porque razón estaba tan interesado en sosegar mi alma.
-Tú sabes que el amor es un dolor natural-dije inseguro y el pidió que continuará-Bueno, pues tengo la teoría de que mientras más le doy de mí persona, menos responde de forma positiva.
-¿Cómo si le gustará la mala vida?-Preguntó alzando el gran entrecejo que tenía-¿A eso se refiere?
-No exactamente. Bueno sí, en sí, le he ofrecido lo mejor que pueda dar yo-En ese momento el cuervo carroñero volvió a las risas y el cuervo poeta, que seguía acostado en la Luna, cuchicheó con el Cuervo Médico.-Como decía, siento que esto no ha sido suficiente para ella.
El psicólogo lo repensó, y muy tranquilo respondió:
-Cuervo Médico...
-¿Sí?-Respondió el cuervo Médico.
-¿Puede ayudarme con un diagnostico?
-¡Por su puesto! ¿A quién le metemos el bate cerebros? ¿O los hisopos para cardio?
-Hágale un estudio completo y me lo manda al consultorio con los resultados.
Detuve su trillado dialogo de inmediato alzándome como un torbellino:
-¡Alto! Lo que yo tengo no es ningún padecimiento superficial. Es algo interior, de eso estoy completamente seguro.
-Nuestro psicoanálisis es de profundidad, por eso quiero conocer todas las causas de su problema.-Dijo el cuervo psicólogo.
-Sí, es tan profundo que le meteremos el bate lenguas al cerebro-Agregó el médico- a ver qué neuronas hayamos atrofiadas y los hisopos de cardio para ver si ya se le hizo cerilla en el corazón.
Me quedé en silencio. Ninguno de ellos había ayudado a este malestar, a esta insoportable agonía. De pronto, una voz de las afueras diluyó lentamente a esos cuervos.
-¿Amor? ¿Estás bien?-Preguntó Ilse.
-¿Eh? Sí, disculpa me mal viaje.-Respondí aun atolondrado.
-Amor, ¿nos vamos?
-Sí, voy por las llaves del auto.-Mecánicamente me dirigí hacia la sala, donde por lo general arrumbaba las llaves. Dije entonces en voz alta una vez llegado a la sala-Cuervos buenos para nada.
-¿Me hablas?-Se escuchó el grito desde la habitación.
-¡No!
-De acuerdo, adelántate, voy a buscar mi bolso.
Cuando encontré el bolso, decidí arrojarme en la cama unos instantes, el dolor de cabeza era insoportable pero no podía faltar, esta noche era algo especial. Un descanso no haría daño, mi marido tardaría en sacar el auto de la cochera y con este pensamiento, cerré los ojos lentamente. Como si un fuerte viento los obligará, estos se fueron boca arriba y me vi a mí misma inmersa en un montón de tinieblas.
Escuché vocecitas provenientes de todas partes, como cuerdas de violines secreteándose.  Enfrente mío habían cientos de cuervos espantosos, de grandes tamaños y otros menos robustos, pero al fin y al cabo espantosos en verdad. Sus ojos tenían el color rojizo de la sangre y escurrían de ellos un aterciopelado líquido que se me figuraba al vino. Estos demonios alados suspendieron sus miradas en mí y se acercaron como de puntitas. Me tire del miedo al piso, a decir verdad no conocía sus intenciones.
-¡Deprisa! -Gritó uno de ellos- ¡Antes de que sea tarde!
Cientos de cuervos volaron a mi alrededor, se dejaron caer en picada una y otra vez; intente cubrirme con mis brazos, pero resultó inútil.
La espera no se me daba y menos con esta profunda desesperación. Tenía que hacer algo de inmediato. Para Ilse era una noche especial, para mí era un entierro brutal. Pité unas cuatro veces, Ilse no regresaba todavía. -¿Tanto tiempo para un bolso?-Me dije-De veras contigo Ilse. Corrí dentro de la casa azotando los zapatos de charol en el mosaico y gritaba: ¡Ilse! ¡Ilse, qué diablos haces!
Cuando llegué a la habitación, mi amada Ilse estaba derrumbada en la cama, totalmente tiesa como una estatua.  De sus ojos se abrían enormes fuentes de sangre, y de su lengua escurría vino ¡Amor, Ilse! Grité desesperado tratando de reanimarla, pronto me vi a mí mismo sacudiéndola con fuerza. Su sangre me había embarrado las mangas, el pulóver estaba completamente oscurecido y mi rostro espumaba el hedor de Ilse.


lunes, 1 de octubre de 2012

El Cuervo y la Calabaza.


Napolitano de Maples


El cuervo y la Calabaza

PERSONAJES
Christiansen Velasco, detective y amante del show de la calabaza. Esposado con Alemania Brackwell.
Alemania Brackwell, institutriz de música y arte.
Gaspar Mendoza, jefe del departamento de policía.
San Abeludio, padre de la parroquia.
Doña Pacha, dueña de la casa de lenocinio.
Grim, doctor en medicina forense.
Johnson, asistente del doctor Grim y estudiante de la facultad de Medicina en Munich, Alemania.
 Wilt, pupilo del doctor Grim y cuervo mutante.

ACTO PRIMERO
El show de la calabaza
(En el departamento de los Brackwell. Sala de estar, una mañana íntimamente cubierta por tardías nubes asomándose en la ventana. Ubicado en la calle Schicksal. El departamento se esconde tras un jardín modesto de petunias y orquídeas, acorralado en sus esquinas por abetos que huyen en fila india.)

VELASCO: (Leyendo una pequeña cajita de cigarros) “Brutalidad córvida. Si tuvimos éxito en adaptarnos, lo tendremos en acabarlos a todos”.
ALEMANIA (molesta): ¡Ya basta, estoy harta de tantas frases absurdas!
VELASCO (vehemente): Pero los cigarrillos no mienten. Son tan buenos para verse naturalmente calificado, hacen a uno muy sofisticado.
ALEMANIA: ¿Solo por fumarlos? No, no son los cigarrillos los que mienten. Son…
VELASCO (interrumpiéndola con un tono premeditado): Bueno sí, las compañías son las que mienten con estos estereotipos, ¿pero qué hay de mentira en ésta caja? (le muestra la cajita) Dijiste justamente lo mismo de la anterior. (Sentándose en el sofá) Y por si fuera poco, lo mismo dices de Wagner, de Wilde, de Woodrow Wilson y su único delito es llevar una letra W al inicio.
ALEMANIA: Bueno sí, soy rara, ¿y qué? Tan solo pienso que ésta vez es rotundo lavado de cerebro. A ver (en un tono burlón) ¿Cómo que “si tuvimos éxito en adaptarnos, lo tendremos en acabarlos a todos”? ¿Es un chiste? Osea como que un grupo de cuervos nos piensan matar.
VELASCO: Mi “Niche” ¿Qué te ha obligado a encarcelarte en esa creencia?
ALEMANIA: ¡Es que tan solo mira la seguridad con la que lo dicen! Es enfermiza, su crueldad me simula un congreso de chimpancés sonrientes.
VELASCO: Querida, no están hablando de córvidos paseriformes, sino de que los cigarros son la principal causa de muerte en nuestro pueblo.
ALEMANIA: (confundida y mirándole absorta) ¿De veras?
VELASCO: Sí, en serio, por eso mira (se levanta del sofá y le pone la cajita en la mano) aquí dice: “Si tuvimos éxito en adaptarnos” se refieren a su posicionamiento en el mercado. Y lo demás evidentemente forma parte de la advertencia que legalmente la compañía tiene que enunciar.
ALEMANIA (mirando atónita la cajita) ¿Una especie de “fumar es causa de cáncer”?
VELASCO: Sí; además querida están patrocinados por el show de la calabaza.
ALEMANIA: Y duro y dale con la calabaza. Ten tu horrible caja (Deja la caja en la mesita de centro y se dirige a la cocina).
VELASCO: Calidad al máximo porcentaje.
ALEMANIA: ¿La semana pasada qué fue lo inesperado? (Se escuchan crujidos de platos desde la cocina).
VELASCO: Una mujer ciega recuperó la vista.
ALEMANIA: ¿Y qué? ¿Solo mordió la calabaza?
VELASCO: Pues sí. Como en cada domingo, tres concursantes necesitados de un milagro realizan una serie de competencias. El ganador muerde la calabaza y es curado.
ALEMANIA: No me parece nada justo. No hay juez humano que pueda elegir quien merece un milagro; excepto por ese cantante, (con un aire de suspiro) Leo Jiménez.
VELASCO: Tú y tu obsesión por Leo. (Enciende el televisor).
ALEMANIA: Además, ¿cómo es que ganó la competencia una mujer ciega? ¿Los otros que tenían? ¿Estaban inválidos o mutilados?
VELASCO: ¡Oh Dios no! Todos los competidores, eran ciegos. Así es más justo y entretenido. La próxima semana, (Prepara un cerillo y enciende un cigarro) ¿quién sabe? Nadie puede averiguar en qué consistirá el próximo milagro.
(Entra Alemania a la Sala muy agitada)
ALEMANIA: ¡Velasco apaga ese cigarro a la voz de ya! No me gusta que andes fumando sus fumadas mentiras.
VELASCO: Alemania, amor mío, es un vicio mío inveterado. Fumo para ver el show de la calabaza, sino lo hiciera moriría de nervios. ¿Quieres que eso suceda?
ALEMANIA: (Observa con desprecio a Velasco) ¿De qué hablas?
VELASCO: (Dramático) ¡No! ¡Tú! ¡Mi esposa! ¡Deseándome la muerte aun en nuestro aniversario de bodas! (Se tira a la alfombra sin dejar de sujetar el cigarrillo con los dedos)
ALEMANIA: Ni es nuestro aniversario, ni la muerte te deseo, así que levántate de la alfombra y deja de andar de teatrero.
(Velasco se levanta y se vuelve al sofá)
VELASCO: Ya va a comenzar el show de la calabaza…
ALEMANIA: Velasco, hablo en serio…
VELASCO: (Entre inhalaciones de cigarro) Lo dejaré la próxima semana, la próxima. Mientras ven, siéntate, vamos a ver el show de la calabaza juntos. (Golpetea el asiento cómplice del sofá)
ALEMANIA: Tú no cambias ¿verdad? Sí ya vi  ya empezó el show de la calabaza. Y cuando eso sucede, (con tono lúgubre y nostálgico) tú no le prestas ni un ápice de atención a tu bellísima y siempre joven esposa.
VELASCO: No hagas drama y mejor dime, ¿por qué no crees en el show de la calabaza?
ALEMANIA: (Con exagerada pasión) ¿Esta institutriz debe acaso tolerar la disidencia en su propia morada? No hay cuartel para una enamorada, la única tregua de esta era, es el respaldo de una trinchera que ruge como fiera.
VELASCO: Tenías que ser música y artista… Se te da bien eso de andar con el poemario, digo, (con un tono irónico) son tus ojos poesía dentro de un armario.
ALEMANIA: Copión… Ese tono solo lo uso yo. Y no, no quiero ver el programa ese. Me compadezco de todos aquellos que les gusta andar viendo mentiras en la tele. Voy a seguir fregando los trastes, si me disculpas...
(Vuelve Alemania a la cocina)
VELASCO (Sin despegar la vista del televisor): No los friegues, sólo lávalos que ya hay pocos.
ALEMANIA: Los milagros no se dan como cualquier cosa Velasco. Ni en cualquier parte, están dotados de cierto misticismo. Si tú crees que por morder una calabaza conseguirás cura a tu “mal”, debes estar convencido inconscientemente que el engaño te hace sentir bien contigo mismo ¿Qué chiste tiene prender el televisor y esperar a que el mundo se resuelva con milagros? Eso no ayuda en nada, por eso no creo en la calabaza esa.
VELASCO: Sí, puede que sea un mensaje subversivo de la realidad, un arte de la vieja magia negra. Puede que nos tengan sujetados aquí a mirar programaciones que nos dan esperanzas, que nos hacen sentir que todavía en este mundo avieso y travieso hay cosas buenas o rescatables, como un simple milagro. (Alemania se dirige a la sala caminando súbitamente de puntitas, curiosa, queriendo escuchar cada palabra con cada una de sus orejas).Puede que llenen de miel los tarros de la bodega inmersa en el corazón, puede que la calabaza sea la perfecta seña de que la credulidad de las personas ha llegado tan lejos como para creer en cualquier lujuriosa mentira, puede que… (Levantándose del sofá como levitando con energía) ¡Momento están anunciado los concursantes!
ALEMANIA (Decepcionada): ¡Ay amado mío ibas tan bien! Esta noche nos  íbamos a acurrucar sin holgura ni censura en nuestro nido de caricias y en nuestro nudo de fluctuaciones amorosas. Es una pena que la realidad sea más incompleta y tan poco diversa. Sigo compadeciéndome de ti, pobresito Velasco traga mentiras.
VELASCO: (muy serio) La empresa lidera un engaño buenísimo. No creas que me creí todos los shows de la calabaza, (se arrodilla ante Alemania) estos ojos solo recuerdan la herejía que inyecta tu poesía; una revolución amada mía que amanece en el tacto de tus besos, que se mese con los enredos de tus brazos, que se duerme con… (Se dirige de nuevo al televisor) ¡Por Zeus! ¡Los competidores de esta singular ocasión son mimos sin lengua!
ALEMANIA: (muy enfadada) ¿Y yo qué Velasco? Solo cuando hay comerciales me prestas atención, a ti te valgo gorro ¿no es cierto? No perderé un segundo más. Voy por mi abrigo.
(Alemania sale como una ráfaga de la sala hacia el dormitorio y suena el timbre)
VELASCO (Gritando): Alemania, el timbre. No puedo perderme ni un segundo de los mudos mimos.
(Alemania entra a la sala ya abrigada y abre la puerta.)
ALEMANIA (admirada): Señor padre de nuestra bendita parroquia ¿A qué debemos su inusitada visitada?
ABELUDIO (con serenidad): Nada en específico hija mía, iba cruzando yo la calle cuando escuche un grito revelador, muy revelador insistiría yo.
ALEMANIA (perpleja): ¿Revelador dice usted padre? ¡No! Si aquí los gritos ya no son revelación, son vibraciones bautizadas por un obsesionado al show de la calabaza.
ABELUDIO (nervioso): Escuche claramente que aquí adoran a un tal Zeus y ya no más a Dios. (Alzando el par de cejas) ¿No será que dejaron de creer en la verdad y el bien común del reino de Dios?
ALEMANIA (molesta voltea a ver a Velasco): No padre, no mal piense usted; por favor, sea tan amable de disculpar esos gritos obscenos y profanos. (Regresa la mirada al padre Abeludio) Aquí no somos ningunos mundanos, entre ya usted a su pequeño templo, a este humilde recinto.
(Alemania hace pasar al padre y Velasco se pone de píe aún sin despegar la vista del televisor)
VELASCO: ¿Qué tal Abeludio? ¿Cómo le va? (Estira la mano hacía el padre)
ABELUDIO: No, no me llame Abeludio, que por algo estudie en la escuela de monaguillos., pos este (Le estrecha la mano luego de torcer el gesto) Dígame padre o de perdida San Abeludio.
ALEMANIA (apenada) Yo justito estaba por salir padre, me dirigía a la escuela a dar clases. Espero no cause peripecia y menos de las inundadas. Este Domingo vamos a la Iglesia sin falta ¿sí?
ABELUDIO (de nuevo sereno) Sí hija, no te preocupes. Si las respuestas de tu marido no son las que requiere una mujer verdaderamente amorosa, no tienes por qué quedarte. (Le acariña la espalda y hombro) Ve tu sola y cumple tu obligación ante el reino del señor como todos los demás y yo te daré una purificación personal ¿de acuerdo? (El padre saca lápiz y cuadernito de notas en mano).
ALEMANIA: ¿Qué es eso padre?
ABELUDIO: Es el nuevo sistema de conteo que hay en el pueblo. (Diciendo entre dientes y con tono misterioso) Uno debe prevenirse en todo momento de los infieles a la Iglesia  que no deseen el reino de la salvación.
VELASCO (Con risas): ¿Salvación Abeludio? No me haga reír, la Iglesia jamás podrá ofrecer ni la mitad de lo que el show de la calabaza ofrece. Ustedes nos roban cada domingo y, ¿para qué? ¿Para enriquecerlo con nuestro diezmo y limosnas? Yo pasó Abeludio. Y es mejor que se marche, aquí no queremos su control mental.
ALEMANIA (sonrojada): Espero en verdad, pueda perdonar a mi esposo, no le haga caso es un hombre bueno en verdad y a veces pierde su constancia en el camino correcto pero ya veré cómo le devuelvo a su sitio.
ABELUDIO (voluptuoso): No se confíe hija mía, que el mal es una lápida que a pesar de esta enterrada emerge de la tierra. No la vaya a contagiar. (Después de dudar durante unos segundos) No sé si con este comportamiento puedan concretar sus nupcias. Y menos el bautizo.
AEMANIA (exaltada): ¡Pero Padre!
ABELUDIO (Guardándose la libretita en la gabardina áspera y negra, hecha de plumas de cuervo y piel de pantera): Me da gusto saberlo, a usted le causa mucho impacto lo que digo. Espero que a este rebelde le corrija. Hasta entonces, me temo que no podré hacer mucho por usted señorita Brackwell. Hasta luego.
(Abeludio hace una reverencia con el sombrero y se retira).
ALEMANIA (furiosa, tratando de controlarse): ¿Te das cuenta Velasco? Tengo la apreciada ilusión, de casarme contigo y a ti parece más importante defender esos huecos ideales tuyos.
VELASCO (apagando el televisor): Querida, la Iglesia es solo para controlar la sociedad.
ALEMANIA: ¿Y tú estúpido show de la calabaza? ¿La inicua caja esa qué?
VELASCO: Es diferente…
ALEMANIA: ¡Ah sí claro! ¡Es diferente porque al señor Velasco se le da su regalada gana que así sea! ¿No?
VELASCO: No amor, por favor, no discutamos por esto. No tiene sentido, entre los deberes de todo hombre precasado que tenga un profundo sentido moral de su vida, está el de dotar de razón a su esposa, aunque no la tenga.
ALEMANIA: Quiero la verdad Velasco, no tus inventos morales. Y ya no tengo más tiempo para esta discusión. (Hace una breve pausa) ¿Qué me sugieres que haga? Estoy tratando de hacer lo mejor por los dos y tú solo te centras en ti.
VELASCO (relajado): Lo sé, lo sé. Tan solo quiero que tomes todo en virtud de la paciencia. No me agrada nada la forma en la que Abeludio quiere chantajearnos y menos tener que entregarle de nuestros ingresos. ¿En qué siglo estamos? En la ciudad nadie hace de eso.
ALEMANIA: Sé lo difícil que es para ti, pero tendrás que aceptarlo, aquí las cosas funcionan así… (Asustada) ¿Ya no te quieres casar conmigo verdad?
VELASCO: Quiero que este pueblo cambie.
ALEMANIA: ¿Y me imagino que lo hará viendo ese programa verdad?
VELASCO: Tal vez si existiera la forma de hacer reales los milagros, pues…
ALEMANIA: (Con nostalgia)  No Velasco, no estás pensando la situación. A veces puedes ser muy hiriente. Debo irme ya. Adiós.
 (Alemania le observa enfadada y se retira de la casa. Velasco enciende otro cigarro, prende el televisor y lee la cajita de nuevo; sonríe.)
VELASCO: ¿Qué es lo que la gente dice en estos momentos? ¿Al mal tiempo darle buena calabaza?  





ACTO SEGUNDO
Sentimientos

(En una Sala de autopsia y depósito de cadáveres. Cuchillos en guardia listos para ser desenvainados de su base de madera, miles de agujas en los pequeños cajones. Las paredes son de concreto macizo y sudan el hedor de la sangre; la habitación es iluminada por un péndulo incesante.)
JOHNSON: ¿Y dígame doctor qué hará con los cadáveres? ¿Va a congelarlos?
DR.GRIM: Por el momento no. (El doctor retira la manta de uno de los cuerpos; tocando la cabeza del cadáver) Solo pienso en usar los sesos. Pasado el experimento, los cuerpos enteros irán para mis preciosos cuervos.
(Johnson comienza a derramar saliva y sin poderse contener acerca sus dientes perfilados al cráneo del cadáver. El doctor Grim le asesta un ligero golpe en la nuca)
DR.GRIM: No los toque, son el último elemento para mi experimento.
JOHNSON (ansioso): ¿Qué clase de experimento doctor?
DR.GRIM (frívolo): Ah mi estimado Ben Johnson, tu curiosidad no ha cambiado nada, me pregunto ¿cómo serás cuando termines la carrera? ¿Seguirás experimentando con seres humanos?
JOHNSON (con vergüenza): Bueno doctor, usted sabe que está estrictamente prohibido la experimentación con seres humanos.
DR.GRIM (riendo): ¿Pero nadie dijo nada respecto a los cuervos verdad?
JOHSNON (seguro de sí): Usted dice bien. Nadie ha mencionado algo respecto de esos espantosos animales. Pero sobre humanos…
(El doctor Grim coloca su mano en el hombro de Johnson. Éste voltea a verlo tembloroso.)
DR.GRIM: ¿Espantosos? Por favor Johnson, si existe una criatura tan compleja como el hombre estoy seguro de que son los cuervos. ¿A caso cree que nosotros somos un espanto?
JOHNSON (nervioso): Por cierto que sí. Aunque, finalmente es una cuestión de óptica. La intersubjetividad se manifiesta hasta en la conversación más mundana y espontanea doctor.
DR.GRIM (exaltado): No use su filosofía módica conmigo, ¿quién cree que es? ¿Sócrates? ¡Que la lujuria de la ciencia se apiade de usted! Piense en experimentos y nada más!
JOHNSON (sumiso): Sí doctor, pero antes dígame ¿en qué consiste el nuevo experimento? ¿Qué haremos esta vez?
DR. GRIM: Bien ¿ve todos esos cerebros? (El doctor señala los cuerpos a su alrededor)
JOHNSON (impaciente): Sí que delicia, quisiera morder uno ahora mismo ¡Por favor doctor déjeme aunque sea probar éste (saltando a otra camilla) o éste otro!  
DR. GRIM: Cálmese Johnson, maldita sea es usted un médico.

(Ambos se miran entre sí detenidamente y ríen. El Dr. Grim le indica a Johnson que se encargue de mover la camilla. Ambos salen de la sala y por un angosto corredor, se dirigen a una puerta solitaria en el fondo del laboratorio.)
DR.GRIM: Apure Johnson, no tenemos más tiempo. Estoy esperando a otro pupilo para revelarle mi nueva droga muta cuervos.
JOHNSON: Doctor, por favor, continúe relatando el experimento. Estoy excitado.
DR.GRIM: Bien Johnson; he aquí lo que haremos: decapitamos el cadáver. Conectamos nuestro simulador de corazón y pulmones (señala un aparato pequeño y frágil situado en una mesa) en la cabeza decapitada y luego la revivimos utilizando un fuerte impulso eléctrico (señala una toma eléctrica con mangueras de corriente)
JOHNSON (estupefacto): ¿Es eso posible doctor?
DR.GRIM: Johnson la ciencia no fija límites, la imaginación sí. Las cabezas después de recibir la descarga y estando conectadas a nuestros simuladores, duraran al menos diez segundos con vida.
JOHNSON (alza el par de cejas y sitúa la camilla con el cuerpo frente a una máquina voluptuosa)  ¿Y en qué pueden emplearse tales segundos doctor?
DR.GRIM: Primero, quiero observar la reacción de nuestros clientes al despertar de su muerte y volver en sí. ¿Su mente seguirá ahí? ¿Serán capaces de articular un grito o una sola palabra? ¿Qué sentirán al descubrir que no existe su cuerpo? ¿La voluntad en su cerebro explotará en menos de diez segundos y los llevará a un desmayo, o mejor aún… a la locura antes de morir de nuevo?
JOHNSON (extasiado): ¡Doctor, con un carajo empecemos!
DR.GRIM: Válgase de este aparato (el doctor enciende la maquina enfrente de la camilla) y decapite la cabeza. Inmediatamente use la palanca para que la cabeza siga el curso por la banda, unos brazos mecánicos insertaran las mangueras conectando venas y arterias artificiales; finalmente nuestro aparato será ensamblado. Tenemos escasos segundos para proceder.
(El doctor Grim y Johnson proceden como bólidos poseídos por el diablo. Las mangueras se injertan correctamente en venas y arterias tras una decapitación sutil. Una fibra delgada cubre el derrame de sangre y una estridente carga eléctrica chispeante vuelva a la vida al miembro decapitado. El doctor Grim y Johnson toman su libreta y esperan ansiosos la reacción de su cliente, mientras una cortina de humo aguarda el misterio)
CLIENTE (gimoteo de dolor y confusión): ¿Dónde… dónde estoy?
(El doctor Grim pica el ojo del Cliente con su lápiz rápidamente. El ojo reacciona positivamente y se abre, tambaleándose de lado a lado. El doctor Grim toma una pequeña linterna y la mueve despacio en el aura de sus ojos.)
DR. GRIM: Apunte… Respuesta a estimulo óptico… Aprobada con un retraso de un segundo.
JOHNSON: Impresionante.
(Ahora el doctor golpea con un martillo la base de la mesa. El rostro del cliente se frunce; el cliente comienza a gritar con la garganta desgarrada)
DR. GRIM: Estimulo auditivo… Aprobado. Nos quedan unos segundos, ¿hay algo que quiera hacer?
JOHNSON: Sí. (Se acerca a la cabeza del cliente) ¿Señor, puede entenderme? ¿Está consciente?
CLIENTE (sollozando y jadeante): ¿Estoy muerto? ¡Rachel no mueras, quédate otro segundo conmigo!
(El Cliente frunce el entrecejo y el mentón. Muerde su lengua brutalmente. Un charco de sangre se atisba en la mesa y entonces, tanto  pulmones  como corazón se apagan. El doctor Grim y Johnson se inmutan, nuevamente con una espesa cortina de humo)
JOHNSON (Tras un fuerte suspiro): ¿De dónde consiguió los cadáveres doctor Grim?
DR. GRIM: Vaya intriga la suya. Esos detalles no son por ahora verdaderamente importantes para el objeto de nuestra investigación. ¿Se fijó en los detalles verdad? Lo primero que pudo articular fue una pregunta.
JOHNSON: Convengo en ello.
DR.GRIM: Lo que significa que su cerebro al revivir evaluó inmediatamente su contexto. La consciencia despertó al mismo instante que el cerebro, pero evolucionó progresiva y gradualmente en cuestión de solo segundos.
JOHNSON: Por cierto que sí.
DR. GRIM: Posteriormente, sus sentidos, almacenados en la fragilidad de sus nervios comenzaron a funcionar de nueva cuenta.
JOHNSON: Justo así doctor. Pero, hay algo que usted puede estar dejando pasar, esencial para la investigación y los resultados de este experimento.
DR. GRIM (ignorando a Johnson): En lo sucesivo, el cadáver mostró claras señas de sufrimiento y desesperación. (Coloca su pluma en su mentón) Su letargo lo llevó a los gritos y a intentar debatir señales con el cuerpo y el cerebro.
JOHNSON (iracundo): ¡Maldita sea doctor! ¿Dónde consiguió los cadáveres? ¿Quién es Rachel?
(El doctor Grim hace una breve pausa. Mira despectivamente a Johnson y camina hacia el interruptor de la máquina. Éste apaga la máquina y vuelve a mirar a Johnson fijamente)
DR. GRIM: Este cuerpo pertenecía al señor Huntintomph.
JOHNSON (interrumpe al doctor bruscamente): ¿Quién es Rachel?
DR. GRIM: Los cadáveres los he conseguido yo mismo. Evidentemente nadie se sometería a mis experimentos de buena fe, así que tuve que matarlos.
JOHNSON (se acerca al doctor Grim con un paso lento) ¿Cuántos asesinatos cometió en nombre de la ciencia para este experimento?
DR. GRIM (nervioso) Tenemos ocho cadáveres a nuestra disposición (se queda pasmado)… Bueno en realidad solo siete, acabamos de utilizar uno.
JOHNSON (acercándose más y más al doctor Grim) ¿El del señor Huntintomph no es así?
DR. GRIM (aumentando sus nervios) Pues sí.
JOHNSON (sin retirar su mirada de él. Acorrala en una esquina al doctor Grim):¿Y por qué él? ¿No era Huntintomph su profesor de la academia?
DR. GRIM (seguro de sí): Sí, sí, el me dio clases a mí y a mi esposa en la universidad. 
JOHNSON (iracundo) No está respondiéndome doctor Grim. ¿Por qué él y quién es Rachel?
DR. GRIM (colocando sus manos en frente para evitar el asedio de Johnson): Elegí al señor Huntintomph por sus altos niveles de coeficiente intelectual. Profesor egresado en filosofía de la mejor universidad de toda Francia, doctorado en Munich y Greenwich (empuja enérgicamente a Johnson del pecho) ¡Usted dígame si no tenía un cerebro suculento!
JOHNSON (controlando su saliva): Sí, sí tiene razón.
DR. GRIM (dirige su mirada a un punto muerto) Y sobre Rachel no tengo idea.
JOHNSON (frívolo): Doctor, no me subestime. Tal vez no tengo el apetitoso cerebro de Mr Huntintomph, pero usted algo me oculta, dígame la verdad Doctor Grim.
DR. GRIM (desesperado): Hasta en la ciencia se nos ocultan verdades. Créame, es por su bienestar científico.
JOHNSON (sutilmente se acerca más al doctor Grim, baja sus manos y procede a mirarlo iracundo): Cuando el cliente, la cabeza del señor Huntintomph gritó el nombre de Rachel, observe claramente en usted una reacción engañosa. Sus labios tiritaron como de frío y entonces cuando le vio morderse la lengua usted parecía más que complacido.
DR. GRIM: Evidentemente que me trae complacencia Johnson, no sea estúpidoy quiera averiguar más allá de lo que este ejercicio puede traernos.
JOHNSON (relajado): ¿A qué le tiene miedo doctor? ¿A que descubra su ciencia inmoral?
DR. GRIM: Ergo, no necesita más preguntas. Ahórrese el esfuerzo de su cerebro. Y sigamos con el siguiente cadáver.
JOHNSON (saca rápidamente un cuchillo de su bata y lo perfila hacia el Dr. Grim): No… Rachel era su esposa.
(El doctor Grim no puede articular una sola palabra. Su sudor le recorre espalda, manos y muslos. El frío se proyecta en la enconada esquina en la que el doctor es preso de la curiosidad de Johnson)
JOHNSON (moviendo el cuchillo hacia el cuello del doctor Grim): Mató a un excelente profesor de la ciencia médica. Le dio vida de nuevo para verlo sufrir más allá de su propia muerte. Usted doctor sabía perfectamente bien que era posible revivir a un ser humano así.
(El doctor Grim continua estupefacto y su cuerpo adelgaza en el rincón. Su espalda se desliza suavemente en la pared yendo en picada)
JOHNSON (con tono maniático): Y solo porque se jodía a su mujer todas las noches que usted pasó en Alemania estudiando ¿no es así?
(El doctor Grim no puede controlar más sus sentimientos y se desborda en sollozo y so el riesgo de mostrarse patéticamente débil)
JOHNSON: Involucró sentimientos doctor, grave error, pues eligió el sentimiento equivocado. (Hace una pausa conmensurada) El amor lo llevó a pervertir su investigación. ¿Tendrá idea alguna Rachel sobre lo que sucedió aquí? No lo creo. Pero no se preocupe más doctor, (el doctor Grim le mira aterrorizado) yo cuidaré de su valioso cerebro y del cerebro de Rachel.
(De un tajo, Johnson corta la cabeza del doctor Grim. Su cuchillo atraviesa el cuerpo del Doctor con estridencia, Johnson no se detiene ni un mísero segundo. La sangre espumea en la cara empapada del doctor Johnson, su tibieza le tranquilaza y la saliva comienza a fluir naturalmente, y esta vez, sin control que la gobierne.)
JOHNSON: Imagine, doctor (toma un pedazo de los sesos del Dr Grim valiéndose de su cuchillo y comienza a masticarlo) todos los experimentos que la ciencia ha censurado.(con orgasmo) ¡Ah su jodido cerebro sabe espeluznante! (Sigue masticando sesos, ojos, labios, carne) Ahora, en este día glorioso, gracias a su sacrificio, continuaré lo que empezó doctor. Y como los sentimientos son inevitables yo usaré el adecuado, el odio.
(Unos pasos se escuchan en el pasillo. Johnson se levanta de inmediato y corre hacía el pasillo)
JOHNSON: ¿Quién es usted?
WILT: Wilt avere iubet.  ¿Está el Doctor Grim con usted?
JOHNSON: No lo he visto en todo el día.
WILT: ¿Tiene idea alguna de cuando regresará?
JOHNSON: No. Pero…
WILT (alterado): Un momento, ¿qué diablos hacía? ¡Está usted bañado en sangre!
(Johnson se queda callado sin poder esbozar respuesta alguna)
WILT: Nunca he entrado a esa habitación que usted cuida cual si fuera su centinela. ¿Qué se supone qué hacen ahí dentro? ¿Tratar con más cadáveres?
JOHNSON (nervioso, la sangre le escurre de las manos y el rostro): Sí, eso mismo, desde luego. Debe retirarse, hoy no estoy de humor para dar más explicaciones y tener visitas. ¿Por qué no echa un vistazo en el laboratorio de cuervos?
WILT (inseguro): Seguro… Le veo luego señor… (Hace una breve pausa y le mira con incertidumbre)
JOHNSON: Señor Johnson, encantado de conocerle pupilo Wilt (Johnson estira su mano hacia Wilt, pero al estar embarrada de sangre éste prefiere no estrecharla)
WILT: Johnson… Sí.
(Wilt camina hacia la estrecha salida. Se detiene y regresa el cuerpo de un giro.El doctor Johnson no se había movido un solo milímetro)
WILT (gritando) Ah… olvide algo. El doctor Grim tiene bajo llave el laboratorio de cuervos, dijo que era peligroso si alguien entraba ahí sin su entero consentimiento.
JOHNSON: Puedo darle las llaves y el consentimiento que sea.
WILT: ¿Está usted seguro que tiene tal facultad doctor Johnson?
JOHNSON: Sí. Tome estas llaves, (avienta las llaves y Wilt las atrapa) abren cualquier puerta de estas instalaciones. Ahora váyase.
WILT: Bien, espero encontrarme con el Doctor Grim en su laboratorio. Ave doctor Johnson, Magna dies vobis luceat



ACTO TERCERO
El cuervo mutante
(En el laboratorio del Dr. Grim. Se escuchan a lo lejos cientos de parvadas, los graznidos son diversos. Plumas negras decoran las mesas con los matraces fríos y plumiformes. Hay señuelos de madera y algodón por todos lados. En el centro, un roble senil de agujetas rancias y alargadas.)
WILT: Doctor Grim acabo de encontrarme con Johnson. (El silencio responde y Wilt se acerca a una de las mesitas con experimentos. Encuentra un cuaderno y lo comienza a hojear) Veamos, experimentos con Passeriformes, mmm gorrión negro descartado, corneja descartada, ¿carroñero la última opción viable? Que extraño resulta todo esto. Revisaré el químico que guarda Grim en el invernadero.
(Tras unos pasos demenciales, Wilt llega al invernadero, y encuentra el químico en una base pequeñita labrada en oro. Una nota le acompaña a las espaldas del matraz)
WILT: (leyendo despacio el pasquín del matraz) “Cuidado, altamente peligroso. De ser ingerido declárese un bulto de sesos sin pensamiento.” No debe ser tan malo, esto ha alimentado a los cuervos de Grim durante años y han progresado sorprendentemente, me atrevería a decir que su inteligencia ha sido por fin perfeccionada. Al doctor Grim parecen obedecerle en todo, incluso en aquellas tareas que resultan grotescas para todo paseriforme. ¿Será este brebaje el secreto de su obediencia? ¡Vaya misterio recóndito de ciencia! (Wilt se dispone a beber de la botella y unos ruidos en el invernadero le hacen detenerse segundos antes de tomar una pequeña gota) (pregunta estupefacto y temeroso) ¿Ha sido usted doctor? No sea altanero en sus formas de entrar en escena, ¿sigue usted aquí? ¿Doctor? Vaya, ha sido solo un falso desarreglo de neuronas. Será mejor que lo beba antes de que el doctor llegue, se sentirá curioso si advierto que ahora yo puedo controlar a los cuervos sin su poderosa droga, (entre risas) ¡Menuda broma le jugaré al doctor Grim!
(Wilt bebe de un solo sorbo el líquido morado del matraz. Se cae inmediatamente al piso, inconsciente. Tras unos segundos, se reincorpora lentamente)
WILT (enérgico, iracundo, demente): ¡A bene placito se le otorga el último respiro! Esta energía es impresionante, es como si pudiera escuchar el eco de los mares y el sollozo de los cielos al derramar sus fuentes ¡Esta vida es increíble y el resto de este mundo le pertenece solo a los vivos! ¡Vamos a vivir más, más, más! (camina de un lado a otro sin parar en el invernadero, sin poder mantener respiración) Tengo que hacer algo con todo esto y ahora que dentro de mí se eclipsan las lunas del universo entero, ahora que dentro de mí se revuelcan en lava los interiores de cientos de volcanes, debo… (Azota su mano contra la mesa y los químicos estallan creando una lluvia de colores metálicos y pardos. Los cuervos se agitan y comienzan a cambiar de forma conforme aspiran el humo espesado de los químicos) ¡Los cuervos! Pero claro, ellos son el último elemento del experimento del Doctor Grim, ahora lo entiendo todo (extiende los brazos) ¡Vengan a mí Dioses de las noche, hermosas bestias del nuevo oscurecer, les invoco a ustedes los misteriosos plumiformes, hagamos una Tierra libre de humanos y llena de engendros alados!
(Cientos de cuervos se reúnen alrededor de Wilt, con sus cuellos elásticos y sus enormes picos afilados; le miran en silencio)
WILT: Puedo ver a través de sus ojos, (con sus manos en la frente) siento cada batir de sus plumas en el aire (con sus manos en el estomago), su hambre de sangre me recorre las venas
(los cuervos comienzan a graznar desesperados, unos cuantos sobre vuelan ahora la escena con círculos perfectos, casi demoniacos)
WILT: (Con vehemencia) ¡Van a dejar la carroña de una jodida vez, oh mis endemoniados engendros, voy a darles su presa y ustedes purificaran con negro la injusticia de las sociedades modernas, con ultranza beberán de mi poder y yo les permitiré tener por fin el lugar que merecen en esta naturaleza: La supremacía de la cadena alimenticia, la supremacía de la ciencia y la inteligencia, el arte y la filosofía! Yo sé que tomará tiempo forjar nuestro imperio, pero ya sé por dónde comenzar… (Un par de cuervos rechonchos se estacionan en los hombros de Wilt y comienza a picotear sus orejas; Wilt enloquece) ¡Sí! ¡Comed de mis sesos! ¡Fusiónense conmigo aquí y ahora, amos del misterio, beban mi sangre maldita y hagan de mi carne un banquete! 
(Los cuervos invaden cada rincón del cuerpo de Wilt, le desuellan con garras, no le perdonan ni las iris de los ojos, le castigan los músculos con sus poderos picos y finalmente, en el mar de sangre, se bañan los cuervos. Su rojizo vino de sus plumas se combina con el viento, despegan en cuestión de segundos y abandonan el laboratorio.)




ACTO CUARTO
CALABAZA SECUESTRADA
(En la casa de lenocinio; un azulejo de mosaicos enfría el suelo. La barra de tragos está llena de clientela, el televisor del rincón encendido. Doña Pacha sirve las copas, arma los tragos con pericia extrema y su horda de prostitutas acaloradas le esperan sentadas a sus espaldas. Entra Velasco chirriando al doble la campanita de la puerta, misma que advierte la llegada de visitas de lujuriosos adictos o de gorilas en celo: políticos.)