-No puedo sostener este día, ya no más.-Dije desesperado.
-¿Qué sucede? ¿Qué tienes?-Preguntó el cuervo carroñero.
-Entiéndeme, ya no más. Esta fantasía tiene que dejar de existir.-Dije harto y enojado.
-¿Vas a olvidarte de todos nosotros?-Hizo una breve pausa y me arremolino el cabello con su fino pico-Como tú lo decidas.
-No hablo de ustedes, sino de ella.
-¡Ah, ella!-Replicó aliviado-La hemos matado, aquí no tienes nada de que preocuparte.
-¿Tan pronto? Pero tengo mucho tiempo platicando con ustedes sobre ella.
-Sí, pero nos cansó y la matamos.-Abrió el par de alas con soberbia molestia-¡Es que siempre es lo mismo!
-Sí pero-insistí-ustedes qué saben, todo lo que hacen es estar parados en las ramas de mi cerebro.
-¡Pero lo sabemos todo! Checa, somos tus ojos, escuchamos con tus orejas y sentimos con tu piel.-O bien el cuervo carroñero estaba loco o fingía estarlo.
-Ojalá fueran mi corazón y evitaran así que el amor doliera.-El cuervo carroñero se echó a reír y el cuervo poeta se quedó helado a medio escalón de rama, con las plumas pegadas a la luna. Volteó a mirarme y dijo-Juro a Dios que la hemos matado, por el amor que le tienes tan desatado.
-Ha durado tanto que no puedo explicar, ha sido tanto que algo debe estar mal. ¿La regué?-Pregunté dirigiéndome al cuervo poeta y este se quedó allí tumbado hasta que estuvo seguro de que nadie más respondería.
-Piensa en tu amada e imagina que se encuentra junto a ti, diciéndole cuánto la quieres y lo mucho que te importa.
-¿Y en eso en qué ayudaría?
-En nada, antes de marchar llévate un recuerdo agradable.
Me quede probando la desazón que sus palabras producían en mí. Ni el carroñero ni el poeta me habían hecho algo de ayuda. Después de un parpadeo inusitado intente responder como si a mí llegará la más grande de las revelaciones, pero las palabras no acudían a mis labios. El cuervo psicólogo intervino en mi guerra interna; me preguntó porque razón estaba tan interesado en sosegar mi alma.
-Tú sabes que el amor es un dolor natural-dije inseguro y el pidió que continuará-Bueno, pues tengo la teoría de que mientras más le doy de mí persona, menos responde de forma positiva.
-¿Cómo si le gustará la mala vida?-Preguntó alzando el gran entrecejo que tenía-¿A eso se refiere?
-No exactamente. Bueno sí, en sí, le he ofrecido lo mejor que pueda dar yo-En ese momento el cuervo carroñero volvió a las risas y el cuervo poeta, que seguía acostado en la Luna, cuchicheó con el Cuervo Médico.-Como decía, siento que esto no ha sido suficiente para ella.
El psicólogo lo repensó, y muy tranquilo respondió:
-Cuervo Médico...
-¿Sí?-Respondió el cuervo Médico.
-¿Puede ayudarme con un diagnostico?
-¡Por su puesto! ¿A quién le metemos el bate cerebros? ¿O los hisopos para cardio?
-Hágale un estudio completo y me lo manda al consultorio con los resultados.
Detuve su trillado dialogo de inmediato alzándome como un torbellino:
-¡Alto! Lo que yo tengo no es ningún padecimiento superficial. Es algo interior, de eso estoy completamente seguro.
-Nuestro psicoanálisis es de profundidad, por eso quiero conocer todas las causas de su problema.-Dijo el cuervo psicólogo.
-Sí, es tan profundo que le meteremos el bate lenguas al cerebro-Agregó el médico- a ver qué neuronas hayamos atrofiadas y los hisopos de cardio para ver si ya se le hizo cerilla en el corazón.
Me quedé en silencio. Ninguno de ellos había ayudado a este malestar, a esta insoportable agonía. De pronto, una voz de las afueras diluyó lentamente a esos cuervos.
-¿Amor? ¿Estás bien?-Preguntó Ilse.
-¿Eh? Sí, disculpa me mal viaje.-Respondí aun atolondrado.
-Amor, ¿nos vamos?
-Sí, voy por las llaves del auto.-Mecánicamente me dirigí hacia la sala, donde por lo general arrumbaba las llaves. Dije entonces en voz alta una vez llegado a la sala-Cuervos buenos para nada.
-¿Me hablas?-Se escuchó el grito desde la habitación.
-¡No!
-De acuerdo, adelántate, voy a buscar mi bolso.
Cuando encontré el bolso, decidí arrojarme en la cama unos instantes, el dolor de cabeza era insoportable pero no podía faltar, esta noche era algo especial. Un descanso no haría daño, mi marido tardaría en sacar el auto de la cochera y con este pensamiento, cerré los ojos lentamente. Como si un fuerte viento los obligará, estos se fueron boca arriba y me vi a mí misma inmersa en un montón de tinieblas.
Escuché vocecitas provenientes de todas partes, como cuerdas de violines secreteándose. Enfrente mío habían cientos de cuervos espantosos, de grandes tamaños y otros menos robustos, pero al fin y al cabo espantosos en verdad. Sus ojos tenían el color rojizo de la sangre y escurrían de ellos un aterciopelado líquido que se me figuraba al vino. Estos demonios alados suspendieron sus miradas en mí y se acercaron como de puntitas. Me tire del miedo al piso, a decir verdad no conocía sus intenciones.
-¡Deprisa! -Gritó uno de ellos- ¡Antes de que sea tarde!
Cientos de cuervos volaron a mi alrededor, se dejaron caer en picada una y otra vez; intente cubrirme con mis brazos, pero resultó inútil.

Cuando llegué a la habitación, mi amada Ilse estaba derrumbada en la cama, totalmente tiesa como una estatua. De sus ojos se abrían enormes fuentes de sangre, y de su lengua escurría vino ¡Amor, Ilse! Grité desesperado tratando de reanimarla, pronto me vi a mí mismo sacudiéndola con fuerza. Su sangre me había embarrado las mangas, el pulóver estaba completamente oscurecido y mi rostro espumaba el hedor de Ilse.
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