Uno, dos, tres... ¡Cuántos cuervos! ¡Uy, qué lastimados!
¡Cómo los envidio, ustedes sin pena ni tristeza! Los hay de todos: El cuervo
fibroso, pacífico y engrasado por un sopor melancólico. El cuervo pastoso,
cristalino y marchito. El cuervo que ama, el cuervo que se lo lleva la
chingada, el cuervo que odia, el cuervo que no vivirá mañana, el cuervo de
manchitas negras, el cuervo de esperanzas muertas. El cuervo viejo, corazón
arrugado, cuento atrapado. El cuervo aburrido, el cuervo que ya se ha ido. El cuervo
nuevo, el cuervo que solo quiere tu cuerpo. El cuervo gomoso, húmedo y mudo. El
cuervo que marcha, el cuervo que se queda como la escarcha, el cuervo que
grita, el cuervo que te ruega por una cita, el cuervo que te mira, el cuervo
que por ti suspira, el cuervo indiferente,
el cuervo que te siente.
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