lunes, 8 de octubre de 2012

Cría cuervos y te sacaran el corazón.

Antes de devolverla al campamento comprendió la exacta correspondencia entra la frase y la fotografía. No podía ser otro. <<Cría cuervos y te sacaran el corazón>>. No tuvo que esperar a más ni saber más, espoleada por el breve plazo que le concedió el abono de la consumación, guiada por la sospecha y sostenida por la agudización de los sentidos cuando trabajan para una voluntad clandestina.; dotada también del don de anticipación que le permitió evadir casi a ciegas a los cuervos que la andaban buscando, escogió una foto y con una sola gallinácea mirada al tácito texto condensado en la fotografía, en caracteres cifrados pero más directos que los del alfabeto, alcanzó a comprender todo el mensaje. Mensaje que disolvió la máscara y reveló el alma: Amar cuervos es un riesgo, puedes perder tu corazón, no tus ojos.
-Quiero creer que lo adiviné en aquel momento, en el molino repleto de cuervos, cuando sin verle comprendí (con el hueso en la boca) que se había ocultado en el recodo del camino de entrada y que aún estaba a mi alcance, a este lado de la noche; y cuando llegué al puente no había en esta tierra una persona más firme sobre la verdad de ese mensaje que yo, tan firme como para avanzar sin vacilación entre los molinos con esos cuervos asesinos, nadie pudo entender el mensaje de la fotografía, solo yo ¿entiendes? Nadie. Ni si quiera esa amiga mía que sirvió de carroña a los cuervos en otoño. Ella pasaba románticas escenas a lado de esos cuervos con su corazón descubierto, su pecho desnudo provocó durante meses la lujuria de sangre de esos cuervos y en el primer socorro de la heroína que inyecto su cerebro, tal vez comenzaba a entender el mensaje de la fotografía, pero no fue así porque murió antes de conseguirlo. ¿Lo entiendes? Murió antes.
-Mi comprensión es grande, Ilse-apostilló la madre, rebajada de su voz el mismo grado que la claridad de la luna en invierno, sin moverse de su asiento ni modificar su postura; tan sólo asintió con la cabeza repetidas veces para, a falta de alguien que lo hiciera por ella, dar a sus palabras la fuerza de un asentimiento.
-Lo dudo, lo dudo mucho. Lo he dudado siempre. No he estado nunca segura de tú comprensión, ni de la de ningún otro. No he contado eso y he sabido arreglarme sin ayuda de la comprensión para hacer valer lo que digo. Es el precio que una tiene que pagar cuando tiene tal seguridad en sí misma, y es que, si te pones a pensar detenidamente, no encontrarás nada en esta fotografía que no tenga relación con cuervos y corazones.
Ilse hizo una pausa, en espera tal vez de una interrupción de su madre. Pero quizá su madre adivinó sus intenciones y no la interrumpió.
-No es esa la intención tácita de la fotografía. Lo que pasa es que es un enigma que se tiene que enfrentar con tanta humillación, que todos prefieren redondear en el lema bien conocido. Pero yo soy astuta, así que cuanto antes tenía que regresar la foto al campamento y guardar enteramente el misterio resuelto para mí y quizá mi amiga que en paz descanse.
-¿A qué te refieres, hija?-preguntó en esto su madre.
-Me refiero a un orden, o si quieres a un espacio, de muy difícil definición y que, por ende, ha ocupado  muchas horas de pensamiento de la humanidad, con un  resultado incorrecto por no decir estúpido.  Todo este tiempo han estado tan engañados. Dime, madre, tú que tienes muchos años de comer humanos y de tragar cuervos los fines de semana, ¿has visto alguna vez a un cuervo devorarle los ojos a un humano?
-Me parece que sé a qué te refieres, hija-repuso la madre-. Y creo haber visto uno la noche de diciembre en que nos tragamos a tu padre.
-Lo dudo. Lo dudo mucho. Creo, en cambio, que has oído hablar de ello pero nunca has tenido una idea clara de lo que eso significa.
-Quizá.Pueden los ojos jugarle bromas a uno.-contestó la madre.
-Lo cual no quiere decir nada en desfavor tuyo; no tienes por qué sentirte avergonzada de ello si piensas en que ya no estás en lo cierto. Tan sólo te bastaran unos segundos antes de estar cerca de la muerte para presumir haber alcanzado la comprensión de ese orden.
-¿Y a ti qué te importa?-preguntó a su vez la madre, un tanto amostazada por las insolentes declaraciones de su hija y más molesta por las desviaciones que se veía obligada a seguir con la mente, saliéndose de la línea con que de antemano había trazado su sermón, si quería dar respuesta cumplida a sus preguntas fue únicamente para evitar la conversación interminable sobre un mismo asunto.
-¿Qué me importa? Me pregunto la clase de mentiras que nuestra sociedad ha armado en base a algo tan simple de comprender. ¿Cuándo han hablado en serio ahora que he descubierto lo mentirosos que han sido todo este tiempo? Los molinos de cuervos, que son criaderos insalubres , son entera responsabilidad del más fuerte. Pero nosotras que somos mujeres, jamás podremos responsabilizarnos de ellos, pues ¿qué nos dicen? "Cría cuervos y te sacaran los ojos". Y ahí van las mujeres a tenerle miedo a esas criaturas, que en realidad a lo que tienen miedo es a quedarse sin ojos y tú sabes bien que alguien sin ojos...
-Es alimento del pueblo, lo sé.-interrumpió la madre.
-Exacto, al igual que cualquier otra clase de enfermo o débil que no sirva para nada. ¿Vez cómo si debe importarnos? Yo quiero mi propio criadero de cuervos, quiero mis molinos bien llenos. Y cuando desee deshacerme de alguien incómodo a mí criterio, lo envió con el pecho descubierto a mis molinos y listo. Justo como lo hicieron con mi amiga.
-No lo sabes, hija-interrumpió la madre-.Pretendes que lo sabes pero no lo sabes. Por algo la gente ha confirmado el gusto de los cuervos por los ojos humanos.
-Lo sé perfectamente.
-No lo sabes, hija. Por mucho que digas que lo sabes, estoy convencida de que no lo puedes saber y menos solo descifrando una fotografía.
-Pues yo te digo que lo puedo saber y lo sé.
-Pues yo te digo que no lo puedes saber por la sencilla razón de que ni yo misma lo sé. Es más no era mi intención decir algo.
-Está bien, en ese caso te diré lo que habrías dicho si hubieras sabido lo que yo sé. Habrías dicho que aquellas prácticas cuyo origen y significación se pierde en la noche del pasado pueden muy bien quedar cristalizadas en ritos inocentes y repetirse sin mutación alguna en la ocasión propicia, despojadas de toda verdad trascendente y reducidas a un "que toda la gente lo crea". Pues si no tienen otra razón de ser más que la supervivencia de los fuertes, ¿cómo piensas sobrevivir ante ello? ¿Esperarás aquí sentada a que te envíen al molino con el pecho desnudo para que te coman los cuervos? ¿Acederas a ese viaje ridículo cubriendo tus ojos con una venda por temor a que te los coman los cuervos? ¿Cabría otro mensaje, dime, cabría?
-No es precisamente lo que diría. Diría más bien que me he enajenado.-repuso la madre discreta.
-He querido decir todo este tiempo que los fuertes nos han engañado, que los cuervos no tragan ojos, pero sí corazones.
-¿O qué tal ambas cosas?-preguntó la madre.
-No, no porque mi amiga tenía ambos ojos intactos y el pecho destrozado, su corazón fuera de sí y sus pulmones entreabiertos a la fuerza.
-Nunca he tenido una confianza plena en la ley de los fuertes, pero estoy segura que hacen lo mejor por todos nosotros-insistió la madre en defensa de los fuertes.
-De acuerdo, pon tú que es cierto. Pero eso fue antes; los cuervos disfrutaron en algún momento de devorar los ojos de los seres humanos, no obstante, probaron el corazón y encontraron entonces su verdadero platillo de placer. Tú me decías cuando era más niña que si iba a comer intestinos, luchará antes por masticar un poco de los dedos para evitar el mal sabor de boca. En un principio yo hice todo lo que estaba en mí para hacerlo así, mas con el tiempo termine comiendo intestinos sin queja ni reposición.
-Cualquiera sabe que la única ley que llega último es la del fuerte y que todos los consejos que se puedan dar bajo ese certamen, son meras recomendaciones. No cambia mucho el cumplirlas o no.
-No quiero creerte; puedo hacerlo, pero no quiero-dijo engreída Ilse-, y de paso te demostraré una vez más que la voluntad obedece a mandatos no definibles mediante palabras o leyes de los fuertes, que supone estar por encima de todos. Existen los hermosos imperativos de la razón.
-Ahí vas de nuevo con la razón-repudió la madre.
-Vaya, sí,por su puesto que voy de nuevo. La razón la tengo yo, los cuervos son utilizados por los fuertes.
-La razón es astuta y orgullosa, bien lo sabes. Y no reconoce que somete finalmente a las fuerzas que no comprende ni controla.
-Bah madre-dijo Ilse-, nada es más fácil. Nada es más fácil de comprender. Pero me he cansado ya de discutir contigo, ya deje la foto en el campamento que le correspondía.
-Haces bien-contestó la madre.
-Al fin y al cabo no importa cuánto te repita, sin duda pensarás en la enorme tradición absurda de criar cuervos y perder los ojos.
Ilse se levantó, dejó el hueso de mano en la mesa y salió a la luz del cielo nocturno. Sus pies fueron besados por el frío de las afueras y tan pronto sintió una sensación incomoda de saber demasiado, se marchó a los molinos de cuervos para pasar el resto de la noche ahí. Se aseguró de cubrir su pecho y dejo los ojos abiertos durante horas. Por un  momento sintió una duda recorrerla como una caricia de seda, haber hablado tanto de lo imposible que era ver a un cuervo devorarle los ojos a un ser humano, le hizo sentirse con algo de miedo. Pero antes de alcanzar el sueño, le llegaron a su mente las palabras de su madre y cerró los ojos sin tenerlo planeado.
Al amanecer, sus ojos estaban en el mismo sitio. Sus manos, sus pies, sus tobillos, sus rodillas, su pecho, todo estaba en su lugar y sin el más ligero rasguño o pretensión de picoteo. Entonces se sintió satisfecha todavía más que la noche anterior y decidió volver al campamento.
Una chiquilla corría ensangrentada, con sus brazos ligados al pecho y gritando con chillidos trémulos <<Nos atacan, nos atacan>> y como un acto de reflejo, corrió a la cabaña de su madre. Pero ella ya no estaba, solo un salpicadero de carne y sangre le daban la bienvenida. Aquel famoso gritó de la niña, se había extendido y sin poderse conducir, presa de la desesperación, Ilse gritaba <<Cubran sus corazones, no se tapen los ojos>> Pero nadie podía escucharla. Un conjunto fortuito de cuervos había entremezclado sus poderosos picos y sus afiladas garras en las multitudes humanas. Ilse obedeció su propia advertencia y se dirigió hacía los molinos, donde sentía que estaría a salvo.
Durante esa mañana apenas había sentido algo de hambre, y a duras penas era capaz de tener valor de volver al campamento y aprovechar el botín. Cuando le pidió a su estomago tranquilizarse, los cuervos volvían de lo lejos, sus figurillas negruzcas pintadas en el rojo cielo de amanecer, coloreaban el miedo en los ojos de Ilse, o mejor dicho, en su corazón.  Ella se acostó pecho tierra y era como si esos cuervos la ignoraran; tiraban carroña a su alrededor, le salpicaba la espumadasangre en sus costados y absorta en el suceso, se atrevió a abandonar su postura.
-Gracias-dijo Ilse-muchas gracias queridos cuervos. Me han traído alimento.
Los cuervos descendieron apenas terminaron de acomodar el banquete y se quedaron ahí pasmados observándola  observando su pecho.
-Es como si fuera un paraíso de plumas negras.-dijo entre sonrisas cortadas--El desayuno entonces ¿No es así?
Los cuervos permanecían en silencio, razón de sobra de su imperioso misterio.
-Pues, voy a comer sino les molesta-dijo tímida Ilse y cogió un dedo que masticó despacio-.Esto está bueno, ¿ustedes ya comieron?
Los cuervos se acercaban con cada descuido que revelaba su pecho, cada gesto o aleteo de sus brazos los colocaba un segundo más cerca de Ilse. Uno de los cuervos voló hasta sus piernas y dejó caer una fotografía sobre ella. Era la misma que terminaba el enigma y la que le había dado su más grande descubrimiento.
Ella río nerviosa-¡Ah esa fotografía! Sí, lo sé. Yo sé que tuve la impaciencia de querer saber la verdad pero díganme ¿a caso ustedes no harían lo mismo? Cuando vi esta foto por primera vez, no comprendía  que ustedes eran básicamente inofensivos. Ahora sé que no hay problema en si una sociedad caníbal tiene cuervos como criadero. Se los juro, estoy segura de eso.
Pero los cuervos no parecían escuchar a Ilse, ni menos respetar su corpulencia. Ilse estaba ya rodeaba de cientos de cuervos con los picos escurriendo y las garras impacientes. Esos malditos ojos y esos groseros cuervos. Los ojos de Ilse relampagueaban una belleza calurosa, un sin fin de suaves tejidos de mucho saborizante. Pero ese corazón suyo, que latía con tremenda fuerza enjaulado en las paredes de su pecho, era su último deseo. Y con los cuervos ahí mirándola tragar cuidadosamente la carne, Ilse extendió sus brazos y gritó en un eco perdido de todo oído <<¡Cría cuervos y te sacarán el corazón!


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